"Incertidumbre, responsabilidad y vocación". Estas son las tres palabras que resumen lo vivido durante la pandemia para la logopeda y gerontóloga Leire Lodeiro trabaja en la residencia La Milagrosa de A Coruña. "Incertidumbre porque había cambios diariamente y tuvimos que adaptar la residencia a la nueva situación; responsabilidad porque sabíamos que el principal foco de entrada del virus éramos los trabajadores y vocación que es lo que caracteriza a la mayoría del personal sanitario y que nos hace actuar con esa responsabilidad", explica Leire, que reconoce que ha aprendido "muchas cosas" desde saber "que era una situación difícil y pudimos con ella" hasta nuevas metodologías de trabajo —que tuvieron que aplicar por las nuevas condiciones de seguridad de la pandemia— y que resultaron muy efectivas o confirmar que "hay que ir cada vez más hacia la profesionalización de los cuidados".

Ella forma parte del grupo que organiza las actividades terapéuticas de los residencias y como otros profesionales tuvieron que readaptarse a la nueva realidad para seguir ofreciendo un servicio que veían clave ya que "para este tipo de población la actividad física y mental es fundamental y más si van a estar confinados". "De dar las sesiones de forma grupal en salas habilitadas para ello pasamos a ir por las habitaciones varias veces al día y cada una en una planta para evitar contagios si saltaba algún caso. Hacíamos gimnasia y actividad mental adaptada al nivel cognitivo de cada usuario pero hubo que tirar de imaginación. Por ejemplo, suelen ser personas con problemas de audición y al llevar mascarilla y no poder acercarnos se complicaba el entendernos. Por ello comenzamos a llevar carteles con parte de las actividades que hacíamos y así de pasos se practicó mucho la lectura", explica Leire.

Desde el primer momento los usuarios de este centro privado que no tuvo contagios quedaron aislados en su habitación —aunque podían salir por turnos a pasear solo con su compañero de habitación— y por ello desde el centro se reforzó la megafonía y otras actividades para fomentar el vínculo entre todos. "Se intentaba interactuar con ellos y aunque estaban informados de lo que ocurría, muchos acceden ellos mismos a la información con su móvil o la televisión, se buscaba darle a todo un carácter positivo, de ilusión" para que el Covid no centrase su atención todo el día, explica Leire, quien pone como ejemplos los juegos que se planteaban por megafonía, el rincón del pensamiento en el que los mayores iban dejando frases de lo que habían aprendido estas semanas o cómo periódicamente transformaban el pasillo para convertirlo en un recorrido por los paisajes o monumentos de un lugar turístico elegido cada semana por un residente distinto para que se entretuviesen en los paseos.

Leire asegura que en residencias como la suya el día a día de los mayores es "dinámico, motivador, ilusionante", pero "a ojos de la sociedad estos centros tienen una imagen negativa, misteriosa que no se ajusta a la realidad".