Ni recibían aplausos a las ocho de la tarde ni fueron distinguidos con el Premio Princesa de Asturias, pero ellos también son parte del batallón contra el coronavirus. Siete trabajadores de residencias de mayores de Galicia explican cómo vivieron los peores meses de una pandemia que muchas veces se cebó con sus usuarios y cómo afrontaron el tener que convertir los centros en un fortín libre de Covid o el atender a afectados en unas instalaciones pensadas para ser un hogar y no una alternativa al hospital. Todos, incluso quienes trabajan en residencias que no tuvieron ningún contagio, coinciden en que el "miedo", la "incertidumbre" y la "responsabilidad" de poder transmitir el virus a los residentes marcaron su jornada laboral en los últimos tres meses y esperan que esta crisis sanitaria sirva para que se valore más su profesión y acabar con la imagen "distorsionada" y "negativa" que hay de estos centros.

Con las residencias cerradas a visitas y los usuarios sin poder salir por el confinamiento, los trabajadores llevaban encima el peso de ser la posible puerta de entrada del virus. "Es una gran responsabilidad porque ellos son un colectivo vulnerable y el principal foco de entrada del virus en una residencia son los trabajadores. Por eso extremamos las precauciones", explica la logopeda y gerontóloga Leire Lodeiro que trabaja en La Milagrosa de A Coruña. "Nos protegíamos para proteger", añade Montse Casal, enfermera de la Residencia de Mayores de Oleiros. Una idea que comparte Lina Fernández, ordenanza de la Torrente Ballester en A Coruña, quien reconoce que con el fin de extremar la seguridad "no iba ni al súper, ni cogía el autobús".

Para todos fueron semanas de sobrecarga de trabajo, de adaptación continua a nuevos protocolos —que cambiaban de forma progresiva— y estrés por lo que podía suceder, pero la pandemia no afectó igual a todos los centros. "Fue horroroso, no había protocolos ni material de protección suficiente. Estábamos desbordados y sin tiempo suficiente para poder explicarles a los usuarios la situación", asegura una trabajadora de la residencia Concepción Arenal de A Coruña (donde llegó a haber medio centenar de afectados) que prefiere guardar el anonimato, pero que asegura que la situación estuvo más controlada en las públicas donde se tomaron medidas con la antelación suficiente. Una opinión que comparte Montse Casal, delegada sindical de CSIF. "Los centros públicos suelen estar medicalizados y esto hace que estén mejor preparados para una situación como esta. La mayoría de residencias, sin embargo están concebidas como hoteles", explica Casal, quien lamenta también que los equipos de protección "se den por hecho en hospitales, pero no en muchas residencias".

Para sobrellevar la excepcional situación que provocó la muerte de 274 usuarios de residencias en Galicia —132 en los propios centros— y hacer más llevadero el tiempo de confinamiento, las residencias tiraron de imaginación. En Torrente Ballester, de titularidad pública, todos los días a las 12.30 sonaba Resistiré por la megafonía, una cita que servía de unión entre trabajadores y usuarios. "El personal salía a los balcones y los mayores bailaban", explica Lina Fernández. Y en La Milagrosa, de gestión privada, transformaron cada semana los pasillos para trasladar a los residentes primero a las estaciones de una procesión de Semana Santa y después a un destino de vacaciones que cada semana elegía un residente. "Les poníamos varias paradas explicando cosas del destino e incluso hicimos fotomontajes del usuario en los sitios más conocidos de este país o ciudad. Es una iniciativa que tuvo mucho éxito", indica Leire Lodeiro, quien asegura que la clave era "mantenerlos ilusionados y activos mentalmente". Dos ejemplos de las múltiples actividades e iniciativas que se realizan en las residencias de mayores, cuyo personal reconoce sentirse "poco valorado" y desde donde advierten de que la imagen que hay de estos centros es "antigua" y no tiene nada que ver con la realidad actual. Las residencias "no son sitios donde los mayores están parados a la espera de sus últimos días", aseguran sus trabajadores, sino hogares llenos de iniciativas en los que el objetivo es mejorar su calidad de vida.