Seis letras. Una palabra. Y tantas realidades como pacientes. Cada año se diagnostican en España 275.000 nuevos casos de cáncer, y alrededor de 1,5 millones de personas conviven con esa dolencia, que afecta a todos los planos de la vida del enfermo, pero también de la de los miembros de su entorno más cercano. Unos y otros han de convivir con el torrente de emociones que se desencadenan y, en muchos casos, precisan de una atención psicológica especializada. Tristeza, miedo, rabia, preocupación, incertidumbre, ansiedad, desesperanza, aislamiento, confusión e, incluso, culpabilidad son solo algunos de los sentimientos que suelen aflorar durante los procesos oncológicos.

Un tsunami emocional que, sin embargo, no es el único efecto secundario de esta dolencia en la vida de los pacientes y su entorno más próximo. Menos aún, en el contexto actual. La pandemia de coronavirus SARS-CoV-2 ha puesto contra las cuerdas a un colectivo ya de por sí vulnerable. El estado de alarma empujó a muchos enfermos oncológicos a recurrir a la Junta Provincial de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en A Coruña en busca de ayuda económica, según los datos facilitados a este diario por la trabajadora social de la entidad, Paula Romero, quien destaca que entre marzo y junio se dispararon las ayudas de emergencia social, fundamentalmente para alimentación y pago de medicinas, alquiler o algún suministro.

"Durante el estado de alarma provocado por la pandemia de coronavirus SARS-CoV-2, continuamos prestando nuestros servicios de manera telemática, incluido el asesoramiento y la gestión de ayudas económicas a personas con cáncer en situación de vulnerabilidad. En un primer momento, nos sentimos un poco desbordados. No sabíamos si íbamos a ser capaces de dar cobertura a la gran demanda que había. Las ayudas económicas que desde la AECC ofrecemos a los enfermos con cáncer y sus familias requieren de una documentación que avale la situación de vulnerabilidad que nos refieren. Al principio, no teníamos muy claro cómo íbamos a poder resolver esa cuestión, pero actuamos con rapidez y conseguimos guiar a los potenciales beneficiarios para que nos hiciesen llegar todos esos papeles a través del correo electrónico. Los que tenían ya en sus domicilios, porque tampoco podían salir a la calle ni ni dirigirse a las administraciones para solicitar certificados", apunta Romero, quien llama la atención sobre el "enorme volumen" de solicitudes de ayuda recibidas entre marzo y junio. "La demanda se disparó hasta tal punto que, a 30 de junio, ya habíamos superado el presupuesto destinado a ayudas económicas durante todo el año pasado. Afortunadamente, a finales de marzo, la AECC a nivel nacional aprobó dedicar una partida muchísimo más importante a esta cuestión. Esto nos permitió duplicar el presupuesto que teníamos destinado a estas ayudas en la provincia de A Coruña, de 40.000 euros en 2019, a 80.000 para 2020", señala.

Romero detalla que las ayudas económicas concedidas por la AECC en A Coruña durante el estado de alarma estaban destinadas, sobre todo, a "alimentación, pago de medicinas o de recibos periódicos, como el alquiler o algún suministro". "Nos hemos encontrado con casos de pacientes con cáncer que se quedaron sin trabajo y a los que tardaron en tramitarles las prestaciones, o que se vieron afectados por un ERTE y que todavía empezaron a cobrar ahora, con los cual estuvieron sin ingresos muchos meses", advierte la trabajadora social de la Asociación contra el Cáncer.

Para poder dar respuesta a esa situación de emergencia social, la Junta Provincial de la AECC contó también con el apoyo de firmas como Gadis, que les "inyectó" una "importante partida económica" para poder enviar alimentos a los domicilios donde había pacientes con cáncer en situación de vulnerabilidad. "El problema que nos encontramos durante el estado de alarma es que había enfermos que carecían de recursos, y que tampoco podían salir a hacer compra al tratarse de pacientes de riesgo. Gracias a esas colaboraciones, les pudimos hacer llegar a sus casas alimentos frescos", indica Paula Romero. "Hay que tener en cuenta -continúa- que muchos de esos enfermos estaban recibiendo quimioterapia u otros tratamientos, y necesitaban seguir una dieta adecuada. No podíamos permitir que no se alimentasen como es debido, sus defensas bajasen y tuviesen que interrumpir esos tratamientos", subraya.