"Con tesón, todo se puede conseguir. Con una discapacidad, o sin ella". Débora García, de 37 años, recurre a su mantra personal para explicar cómo ha hecho realidad su sueño de trabajar en la sanidad pública. Hace apenas dos semanas, esta joven con discapacidad intelectual se incorporó a su plaza como celadora del Servizo Galego de Saúde (Sergas), y no puede estar más feliz. Desarrolla su labor en el Hospital Abente y Lago de A Coruña, donde se dedica a "informar a los pacientes que buscan alguna consulta, vaciar y llenar las furgonetas con suministros procedentes o dirigidos a otros centros hospitalarios o atender llamadas telefónicas", entre otras funciones.

"Me han acogido muy bien. Una compañera me estuvo enseñando durante los primeros días lo que tenía que hacer. Son todos muy amables y me siento muy a gusto allí. El Abente y Lago es, además, un centro muy manejable, comparado con el Hospital Universitario, que es enorme", apunta Débora, quien reconoce que su plaza es la recompensa de casi cinco años de esfuerzo y de dedicación, casi en exclusiva, al estudio.

"Empecé a preparar las oposiciones de ordenanza, en 2015, con Fademga. Nos lo explicaban todo muy bien, con exámenes periódicos y ejercicios que podíamos entender con facilidad. Me presenté a dos pruebas para el Estado, en Madrid, y a una para la Xunta. No tuve suerte, y en 2017 decidí probar con la primera convocatoria del Sergas con plazas de celador reservadas para personas con discapacidad intelectual. Recibíamos cuatro horas de clase a la semana y, a mayores, dedicaba unas dos o tres horas al estudio en casa, de lunes a sábado. Soy muy peleona, y cuando se me mete algo entre ceja y ceja...", apunta, entre risas.

Débora reivindica el trabajo como una de las "herramientas fundamentales" para poder tener una vida "normalizada". Por ello, pide a las administraciones un mayor compromiso con la igualdad de oportunidades y que convoquen más plazas reservadas para personas con discapacidad intelectual. "Actualmente, solo se reserva el 2%. Es un porcentaje muy pequeño", lamenta esta joven, quien reconoce haber iniciado "muy ilusionada" esta nueva etapa de su vida en el hospital, sin ningún tipo de reparo por estar inmersos en una pandemia. "Lo que yo quería era trabajar, así que estoy encantada. En el hospital, todo lo referente al virus está muy controlado. Todos cumplen las medidas de seguridad, y estoy muy tranquila en ese sentido", señala.

Aunque tiene pareja, Débora vive con sus padres, que siempre la han apoyado "en todo" . "Es muy importante que las familias actúen como una impulso hacia adelante, no como un freno, pero la principal fuerza para alcanzar las metas tiene que salir de uno mismo. Yo he llegado a donde estoy gracias a que mis padres, pero también por lo peleona que soy. De hecho, cuando les agradezco lo que han hecho por mí, siempre me dicen lo mismo: 'Gracias por nada. Tú lo hiciste", subraya.