El coruñés César de la Fuente Núñez es uno de los científicos jóvenes más brillantes de EEUU. En enero recibió la primera edición del Premio Langer a la innovación y excelencia en emprendimiento, que otorga el Instituto Americano de Ingenieros Químicos. Y el pasado año fue elegido por el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) como uno de los diez mejores innovadores del mundo menores de 35 años en ciencias de la vida y la salud.

Desde la Universidad de Pensilvania, lleva a cabo una de las investigaciones más prometedoras para vencer a las temidas superbacterias, resistentes a los antibióticos y que, cada año, causan más de 25.000 muertes solo en Europa, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). ¿Su último avance? "Reprogramar" en el laboratorio un veneno de avispa en nuevos antimicrobianos capaces de curar infecciones en modelos de ratón. "Los antibióticos que hemos diseñado tienen doble funcionalidad. Matan directamente a las bacterias, a la vez que estimulan el sistema inmune para, de manera indirecta, poder resolver las infecciones", detalla.

Reconvertir miniproteínas tóxicas en otras viables para tratar infecciones llama, cuanto menos, la atención. ¿Cómo y cuándo surge el trabajar esta línea de investigación?

En mi grupo creemos en explorar nuevas avenidas para descubrir nuevas clases de antibióticos. Los venenos están conservados a lo largo del árbol de la vida y cumplen la función primordial de proteger al organismo que los produce. A pesar de su importancia, no se habían explorado previamente como una fuente de antibióticos. En este estudio, comenzamos con el reto de reconvertir una toxina de veneno que es tóxica en humanos en moléculas sintéticas que pierden esa toxicidad y son medicinas viables.

Uno de los grandes obstáculos para el uso médico de compuestos como, en este caso, el veneno de una avispa, es su fuerte toxicidad en humanos. ¿Cómo han logrado sortearla?

Usamos principios computacionales y de biología sintética para modular la actividad biológica del veneno. Tanto para incrementar su actividad antimicrobiana e inmunomoduladora, como para eliminar su toxicidad. Es un poco como jugar a los Lego. A través de modificaciones racionales del veneno, conseguimos reconfigurarlo para obtener las funciones que queremos. En este caso, para tratar infecciones causadas por bacterias superresistentes a los antibióticos.

¿Cuál es el siguiente paso?

Las moléculas que diseñamos mostraron eficacia en varios modelos animales de relevancia pre-clínica. Hemos patentado la tecnología, y el siguiente paso es intentar llevar estas moléculas a la clínica. El proceso es largo y, por tanto, va a requerir paciencia.

¿Algún inversor privado se ha interesado ya en sus avances?

Sí, estamos hablando con potenciales inversores.

¿Cuánto se podría tardar (y cuánto cuesta) desarrollar nuevos fármacos antimicrobianos?

Un antibiótico nuevo tarda unos diez años en desarrollarse y cuesta alrededor de 1 billón de dólares, más que el presupuesto de la NASA para mandar un cohete a la Luna.

¿Estamos ya en una era post-antibiótica?

Exacto. Hoy en día, muchos de los antibióticos con los que contábamos hace unos años ya no funcionan. Y sin antibióticos funcionales, no es posible hacer medicina moderna. Es decir, tratamientos como la quimioterapia, las cirugías, los partos? no serían posibles sin este tipo de fármacos.

¿Qué papel juegan las bacterias en la actual crisis sanitaria?

Un papel tremendamente relevante. Durante esta pandemia se han utilizado antibióticos de manera masiva. Esto va a acelerar el desarrollo de bacterias resistentes. Además, se ha visto que muchos de los pacientes con Covid-19 mueren debido a infecciones secundarias causadas por bacterias, para las cuales hacen falta antibióticos que funcionen.

En su laboratorio están llevando a cabo también algún proyecto de investigación sobre Covid-19. ¿En qué punto se encuentran esos trabajos?

Estamos progresando y esperamos tener resultados prometedores en los próximos meses.