Durante el confinamiento de la pasada primavera, los especialistas de los servicios de Urgencias y Neurología del Complexo Hospitalario Universitario de Coruña (Chuac) asistieron, con sorpresa, a una situación inédita: una disminución "importantísima" de la llegada de pacientes con ictus, sin otra explicación más que el temor de los ciudadanos a visitar los centros sanitarios durante la primera ola de la pandemia de SARS-CoV-2. "Nos pareció tan preocupante lo que estaba sucediendo, que varios hospitales españoles, incluidos los centros terciarios de Galicia -A Coruña, Santiago y Vigo-, realizamos un estudio para cuantificar ese descenso de los ingresos por ictus. Lo que constatamos fue que en marzo, abril y mayo, la cifra de enfermos atendidos por esa causa en el Chuac bajó un 30% con respecto a los mismos meses de años anteriores. De llegarnos cuatro o cinco pacientes cada día con cuadros compatibles con accidentes cerebrovasculares, pasamos a jornadas en las que no veíamos ningún caso", explica la jefa de Neurología del complejo coruñés, Mar Castellanos, quien subraya lo "llamativo" de esa situación, ya que el ictus es "una urgencia médica", que constituye "la segunda causa de muerte en España" y "la primera de discapacidad". Por eso insiste en que, "ante el menor síntoma", se vaya lo antes posible al hospital. Con pandemia, o sin ella. "La Covid-19 mata, pero el ictus también", subraya, en el Día Mundial de esa dolencia.

¿Cómo se explica que pacientes con ictus, una patología potencialmente mortal y altamente incapacitante, puedan quedarse en sus casas en lugar de acudir al hospital?

Los enfermos con accidentes cerebrovasculares graves continuaron ingresando en el hospital, aunque con cierto retraso en los tiempos de llegada. Lo que notamos fue una disminución muy importante de los pacientes con menos sintomatología, pero igualmente candidatos a recibir terapia en la fase aguda. Aunque no se tenga el ictus más grave, es importantísimo alertar a los servicios de emergencias y acudir a Urgencias ante el menor síntoma y con la mayor brevedad. Aún estando en época de pandemia, en los centros hospitalarios españoles se siguen tratando patologías serias como el ictus de la manera que se hacía habitualmente, y con resultados exactamente iguales a los de siempre. Más allá del coronavirus, los accidentes cerebrovasculares son la segunda causa de muerte en nuestro país, y la primera de discapacidad. La Covid-19 mata, pero el ictus también.

¿Qué señales nos tienen que poner en alerta ante la posibilidad de estar sufriendo un ictus?

El síntoma más habitual del ictus es la pérdida de fuerza, que generalmente suele afectar a un lado del cuerpo -cara, con desviación de la comisura bucal, brazo y pierna-, y que muchas veces se acompaña de pérdida de la sensibilidad en la misma distribución. También son frecuentes los trastornos del lenguaje, que se pueden manifestar en forma de dificultad para articular las palabras -como si se hubiese bebido alcohol en exceso-, imposibilidad para emitir el lenguaje o incapacidad para comprender lo que dice otra persona.

¿Algo más?

Son muy habituales las alteraciones visuales, como la pérdida de visión, que puede afectar a un ojo o a la mitad del campo visual. Y también hay otros síntomas más raros, pero que se deben tener en cuenta, como dolor de cabeza muy intenso y que aparece da manera repentina, vértigo muy persistente, visión doble o imposibilidad para mantenerse de pie y caminar de una manera normal. Habitualmente (y esto es muy característico del ictus), todos estos síntomas surgen de forma brusca. El paciente está bien y, en un segundo, aparecen esas manifestaciones.

Y una vez que eso sucede, se inicia una carrera contra reloj...

Así es. El tiempo es cerebro, que es el eslogan que utilizamos desde hace muchos años en las campañas para concienciar sobre el ictus, es muy indicativo de lo que acontece cuando se sufre esa dolencia. La mayoría de los accidentes cerebrovasculares se producen porque se tapona una arteria cerebral. Esa oclusión provoca que deje de llegar sangre a una determinada parte del cerebro, lo que lleva a este órgano a poner en marcha unos mecanismos para intentar compensar esa falta de riego. Pero esos mecanismos no son infalibles y, llegado un determinado momento, van a empezar a fallar. Por eso es importantísimo acudir rápidamente al hospital y administrar el tratamiento para abrir la arteria taponada. Cuanto más tiempo dejemos pasar, más posibilidades hay de que la zona afectada por la falta de riego se acabe infartando de manera definitiva.

¿A qué tratamientos recurren habitualmente para abordar el ictus?

Para la fase aguda, tenemos dos opciones. La primera es una fármaco que se administra por vía endovenosa con la intención de deshacer el trombo que está taponando la arteria. De entrada, este medicamento está indicado en las cuatro primeras horas y media desde la aparición de los síntomas. Pero cuanto antes se administre, mejor. En la primera hora es más eficaz que en la segunda, la tercera o la cuarta. Y lo mismo sucede con el otro tratamiento, la trombectomía mecánica.

¿En qué consiste?

Es un tratamiento que se realiza por vía endovascular, es decir, se introduce un catéter para llegar hasta el trombo que está taponando la arteria y extraerlo. Está indicado en pacientes a los que no se les puede administrar el fármaco por vía endovenosa. Pero también se puede recurrir a esta opción cuando el afectado por el ictus recibió de entrada el medicamento, pero no presenta mejoría. De hecho, el cateterismo se puede realizar en las primeras 24 horas de evolución de los síntomas. No obstante, es importante que el paciente llegue lo antes posible al hospital, porque no es lo mismo recurrir a este procedimiento en la sexta hora, que hacerlo en la vigésimo tercera. Los resultados de abrir la arteria serán mucho mejores cuanto antes se consiga hacerlo.

¿La edad es el principal factor de riesgo para sufrir un ictus?

Los accidentes cerebrovasculares son más frecuentes en pacientes de edad avanzada, con otras comorbilidades asociadas, como hipertensión, diabetes o arritmias. Pero hay otros factores de riesgo para sufrir un ictus que son más comunes en personas de menos edad. De hecho, y gracias a las campañas informativas que hemos venido realizando en los últimos años, observamos que los ciudadanos consultan más, y en relación con esas otras posibles causas, tenemos un número nada despreciable de pacientes con accidentes cerebrovasculares con edades comprendidas entre los 50 y 60 años, e incluso más jóvenes.