Dura semana para la hostelería pontevedresa que, tras el primer golpe del toque de queda, se enfrenta a un confinamiento perimetral que pone en jaque su actividad. Así lo ve Pepe Solla que, tras el anuncio de las medidas para Poio, en donde se encuentra su emblemático establecimiento, se ha visto obligado a colgar el cartel de cerrado "hasta que la situación lo permita".

"No me obligan a cerrar con un decreto, pero las limitaciones hacen que me sea inviable estar abierto", lamenta el chef de Casa Solla, que toma la decisión ante la "imposibilidad" de mantener su actividad. Tras el confinamiento nocturno, que asegura haberle "mermado las noches", las restricciones de movilidad tomadas ayer hicieron caer sus reservas. "Ha sido un día muy duro y complicado, así yo no puedo seguir con mi empresa. No puedo deciros cuándo, hasta que la situación nos permita ejercer nuestra actividad", explicó defendiendo el trabajo hecho en el sector durante la pandemia. "Los restaurantes hemos sido muy responsables siempre. Sé que hay esa balanza de la salud y la economía, pero esta no es la fórmula, lo único que hacemos es ahogar y dilapidar empresas".

El chef aprovechó en sus redes sociales para hacer un llamamiento a los gobiernos estatal y autonómico a "tomar decisiones valientes y drásticas" que permitan atajar cuanto antes el problema para "salvar la salud y la economía". Mientras, en su restaurante trabajan para adaptar la carta de Casa Solla de modo que puedan mantener la cocina abierta a través de un servicio delivery.