El rechazo es una de las complicaciones más importantes tras el trasplante de corazón. Si no se controla, puede dañar la función cardíaca y llevar, incluso, a la muerte del paciente. Por suerte, el tratamiento inmunosupresor es capaz de "atemperar" esa respuesta normal del sistema inmunológico frente a un órgano extraño y evitar su deterioro. "Gracias a los avances en la inmunosupresión, con medicamentos cada vez más potentes y selectivos, el rechazo es mucho menos frecuente que en el pasado", subraya la jefa de la Unidad de Insuficiencia y Trasplante Cardíaco del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), Marisa Crespo, quien especifica que "entre un 20% y un 40%" de los pacientes trasplantados sufren algún episodio de rechazo que necesita ser tratado con un aumento de la medicación. "Suficiente para evitar el rechazo, pero no excesivo, para evitar complicaciones", apunta. Y es que la "contrapartida" de la inmunosupresión, recuerda la doctora Crespo, es que sus efectos secundarios "pueden ser igualmente graves".

El diagnóstico del rechazo debe ser precoz, "antes de que haya repercusión" sobre el órgano. Para ello, explica la responsable de la Unidad de Insuficiencia y Trasplante Cardíaco del complejo coruñés, se realizan "biopsias endomiocárdicas (BEM)", consistentes en "tomar, a través de un cateterismo, una muestra del corazón para analizar al microscopio". "Una de las limitaciones importantes de la BEM es que es un procedimiento invasivo, algo molesto para el paciente y no exento de complicaciones, que aunque en manos expertas son poco frecuentes, pueden ser graves", detalla.

Para sortear las posibles complicaciones de esa prueba, investigadores del área de trasplante cardíaco del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Cardiovasculares (CiberCV) y del Instituto de Investigación Biomédica (Inibic) del Chuac trabajan, desde hace años, en la búsqueda de nuevos métodos diagnósticos del rechazo, especialmente "no-invasivos". Recientemente, han dado un paso importante en ese camino, al descubrir un biomarcador asociado al rechazo (microRNA) del corazón, que "puede ser de gran ayuda en el seguimiento de los pacientes trasplantados". El estudio que les llevó a ese hallazgo, liderado por la propia Marisa Crespo y por el bioquímico y facultativo de análisis clínicos Ignacio Constanso-Conde, fue publicado en el Journal of Heart and Lung Transplantation, la revista más prestigiosa en el área del trasplante de corazón..

Los microRNAs, expone la doctora Crespo, son "pequeñas moléculas de RNA no codificantes y encargadas de regular la expresión génica". "Su estudio como posibles biomarcadores de numerosas patologías se ha incrementado exponencialmente en los últimos años", apunta la jefa de la Unidad de Insuficiencia y Trasplante Cardíaco del Chuac. "Su gran estabilidad en todo tipo de muestras -por ejemplo, el suero-, junto al auge y abaratamiento de las técnicas y los reactivos de biología molecular necesarios para su análisis, los convierten en excelentes candidatos a biomarcadores", agrega.

El trabajo de los investigadores coruñeses se llevó a cabo gracias a un proyecto de investigación financiado por el Instituto de Salud Carlos III de Madrid. "Nuestro objetivo era la búsqueda de microRNA como biomarcadores no invasivos del rechazo cardíaco, inspirados en trabajos previos que habían explorado esta línea", especifica Marisa Crespo. Con esa misión, el equipo liderado por la cardióloga del Chuac llevó a cabo un estudio retrospectivo, realizado con datos de 121 pacientes trasplantados de corazón en el centro de As Xubias. La investigación se desarrolló en dos fases. "En la primera fase, la de 'descubrimiento', se buscaron, entre 179 microRNAs, aquellos diferencialmente expresados en muestras de suero de pacientes que sufrían un episodio de rechazo frente a sueros de pacientes sin rechazo. De todos los estudiados, solo uno, el miR-181a-5p, mostró una diferencia de expresión significativa en sueros de pacientes con rechazo frente a sin rechazo. En la segunda fase, la de 'validación', con muestras de suero de pacientes diferentes, se confirmó que este microRNA estaba sobreexpresado en muestras de suero de pacientes con rechazo frente a los que no lo tenían", detalla.

La cardióloga del complejo hospitalario coruñés subraya que la importancia de este hallazgo radica en que "apoya que este microRNA, el miR-181a-5p, puede llegar a ser un biomarcador de rechazo del corazón". "Su determinación en sangre es mucho más sencilla y menos molesta para el paciente que la biopsia endomiocárdica, además de ser más fácilmente repetible. De esta forma, si el paciente se encuentra bien y la función del corazón es normal, este biomarcador podría facilitar el seguimiento. Es decir, si este microRNA está poco expresado en la sangre, permitiría razonablemente evitar la realización de las biopsias de protocolo, quedando estas reservadas para confirmar el rechazo", remarca la especialista del Chuac.

El siguiente paso de los investigadores coruñeses, avanza la doctora Crespo, será validar sus resultados "en otros centros y con mayor número de pacientes". "Y si se confirman nuestros hallazgos, sería preciso estandarizar la técnica para permitir la transferibilidad (replicabilidad) de su uso a otros hospitales", concluye.

Las estatinas son fármacos muy habituales para el control del colesterol. Tanto es así, que entre el 20% y el 40% de la población adulta consume este tipo de medicamentos, que disminuyen los niveles de lípidos en sangre, y que por su efecto inmunomodulador, se pautan también a enfermos que han recibido un trasplante de corazón. En Chuac, de hecho, se administran a todos los trasplantados cardíacos, siempre que no haya alguna contraindicación. No solo para bajar el colesterol, sino también por ese efecto inmunomodulador, que se ha demostrado que disminuye el número de rechazos del nuevo corazón.

En ciertas enfermedades virales, como el ébola o el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), hay experiencias muy preliminares del efecto beneficioso de las estatinas. Y recientemente, algunas publicaciones han mostrado ya cierta evidencia del mecanismo protector de este tipo de fármacos en pacientes con Covid-19, pero se trata de estudios muy preliminares.

Partiendo, precisamente, de la hipótesis de que las "estatinas protegen por sus atributos modulares y son capaces de atemperar la reacción inflamatoria sistémica de los pacientes con Covid", un equipo del Instituto de Investigación Biomédica de A Coruña (Inibic), coordinado la doctora Marisa Crespo, lleva meses investigando cómo influyen estos fármacos en la evolución de los infectados con el SARS-CoV-2.

"Lo que se está haciendo es evaluar si la exposición previa de pacientes con Covid-19 que ya tomaban fármacos se asocia con un mejor pronóstico de la enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2", destaca la jefa de la Unidad de Insuficiencia y rasplante Cardíaco del Chuac. Junto a la doctora Crespo, en el estudio del Inibic trabajan profesionales de otras especialidades, que van desde la microbiología a la inmunología, como Germán Bou, Eduardo Barge, Nieves Domenech, Javier Cid o el neumólogo Pedro J. Marcos.

En caso de que la investigación del equipo coruñés confirme ese efecto protector de las estatinas, el tratamiento con esos fármacos podría tener una aplicación "relevante e inmediata" para frenar los estragos que la Covid puede causar en el organismo de los enfermos. "Esperamos tener pronto resultados", subraya Marisa Crespo, quien avanza que su grupo de investigación acaba de recibir una de las ayudas Traslaciona Covid-19 de la Xunta para, precisamente, "estudiar posibles mecanismos fisiopatológicos" involucrados en efecto de las estatinas sobre la enfermedad causada por el SARS-CoV-2.