Un dibujo hecho por la madre de Rebeca Zurru. | // LA OPINIÓN

La madre de Rebeca Zurru Fernández (Valencia, 1989) sufrió un ictus en 2014. En aquel momento de su vida su hija se acercó todavía más a ella para ayudarla a “interpretar el mundo”. Esta experiencia es el punto de arranque de Remirando el olvido. Estrategias creativas desde el arte y la educación para la neurorrehabilitación de ictus y la máxima funcionalidad del individuo en su medio, un trabajo con el que la joven, investigadora y doctora en Arte de la Universitat Politècnica de Valencia, ha ganado el II Premio de Investigación y Ensayo sobre Aplicaciones Terapéuticas del Arte de la Fundación María José Jove.

¿El arte como terapia es un campo de investigación reciente?

En mi opinión, en el terreno del daño cerebral adquirido estamos en el punto de partida. Hay un bagaje con bastantes intervenciones desde los años setenta del siglo XX con dos tendencias: una es la interpretación del trabajo artístico antes y después del ictus que sufre una persona, y otra, ya en este siglo, es el uso del arte como herramienta de rehabilitación.

¿Cómo reacciona ante un estímulo artístico una persona con daño cerebral adquirido?

Con otros colores diferentes, su cerebro se despierta en colores. Estas personas están en un contexto en que su rehabilitación está completamente dirigida y con el arte empiezan a despertar un diálogo con el entorno, a reforzar los vínculos entre el yo interno y las circunstancias externas y a reafirmar su postura en el medio en que se encuentra. Es un momento de aprehensión a la realidad.

¿Qué beneficios se quieren buscar con el recurso del arte?

Más que recuperar dinámicas previas al momento de sufrir un daño cerebral, se quiere que el individuo llegue a su máxima funcionalidad dentro de los medios que ha creado en esta nueva etapa de su vida. En estudios previos se ha hecho hincapié en la depresión o ansiedad cuando se habla de emociones y sentimientos, pero se dejaba un poco olvidada la funcionalidad. Creo que es importante reformar la relación del yo con el entorno para que la persona tenga mayor capacidad de elección al tomar decisiones y ponerlas en práctica, y así poder tener mayor independencia y funcionalidad.

¿Con qué procesos creativos? ¿Dibujar, escribir, construir con las propias manos…?

El punto de partida en el proceso creativo es dar al paciente la mayor libertad. A través de un programa con una veintena de actividades que funcionan como un juego de sentidos e interpretaciones, permitimos que el participante interprete la realidad como le dé la gana, como mejor sepa, con cualquier respuesta que sea aceptada, la que haya encontrado, la personal. No nos dejemos estandarizar con respuestas del tipo ‘el color es rojo porque tiene que ser rojo’; pongamos en duda lo que damos por prestablecido. Estos juegos despiertan a uno sus propias inquietudes y ellos, los pacientes, se reencuentran.

¿Qué transmiten con un dibujo, por ejemplo?

Además de fantasías y lenguajes personales, discursos increíbles acerca de su propia enfermedad, sin que siquiera haya sido el punto de partida. Un ejemplo de actividad: lo que llamamos autorretrato doble, que consiste en pintar en un lado del soporte un momento de su vida y en lado, un momento de ahora que haya cambiado con respecto a la primera etapa de su vida. Con esta actividad, los participantes han acabado desarrollando unos discursos tremendos acerca de su enfermedad o de sus vidas y de los secretos que esconden.

¿Responden de la misma manera personas jóvenes con daño cerebral que personas que lo han sufrido siendo mayores?

Lo que más destaca en esta enfermedad es la amplia heterogeneidad de casos. Hemos coincidido con pacientes jóvenes y con ancianos muy predispuestos a participar sin esa estandarización de creer que no saben hacerlo. Hablamos de nuevas identidades y todos son esponjas que realmente necesitan absorber y la creatividad les ayuda a entrar y a desenvolverse en una nueva realidad en la que repentinamente se han despertado.

¿Quien asiste a un paciente debe ser una persona del entorno artístico o puede ser ajena?

El arte hay que comprenderlo y para ello hay que estudiarlo. A través del estudio de lo que el arte es capaz de darnos, es cuando más puede transmitir. Se alcanzarán mejores resultados si se conoce el lenguaje que el arte utiliza.

Su ensayo se titula Remirando el olvido. ¿Remirar como sinónimo de combatir?

Me gusta el juego de palabras creadas con múltiples significados a la vez. Es cierto que hablamos de identidades olvidadas, pero yo lo interpreto como algo que ya se ha mirado pero no se ha colocado del todo donde merece estar. Es algo que se mira, se reconstruye, se mejora. Puede ser a través de imágenes, de dibujos que nos ayudan a recuperar cosas y momentos olvidados.

Se quiere ayudar a quien tiene daño cerebral a interpretar el mundo, pero, ¿cómo lo interpretan las personas que están muy cerca del paciente, como usted, que ha vivido el ictus que sufrió su madre?

Mi interpretación del mundo cambió por completo cuando intenté interpretar el nuevo mundo de mi madre. Me di cuenta de la importancia de los pequeños detalles de la vida, de las cosas que damos por hechas y no tenemos en cuenta en nuestras acciones cotidianas. Te das cuenta de que lo que conocemos como alma o espíritu se puede reducir a lo que tenemos en nuestro cerebro. Para mí el arte era un medio de creación que no estaba encaminado a la salud, pero al usar sus campos maravillosos y meter a mi madre por el medio descubrí que es una herramienta para interpretar el mundo cuando sufres un golpe de este tipo.