“Nuestra área sanitaria está saliendo de la tercera ola de la pandemia de COVID, y esto es un aspecto positivo, pero los profesionales sanitarios, que en los últimos meses lo han estado dando todo, notan ya cierto cansancio. Convendría que todos, como sociedad, fuésemos un poco más solidarios”, advierte el subdirector médico de Hospitalización y Urgencias del área sanitaria de A Coruña y Cee, el neumólogo Pedro Marcos Rodríguez, quien urge la necesidad de “no bajar la guardia”, ahora que ciertas restricciones se han suavizado, cuando apenas faltan 15 días para el arranque de las fiestas navideñas. “Todos hemos realizado un enorme esfuerzo para intentar convivir con esta situación de la mejor manera posible. No lo echemos por tierra. Habrá otras navidades”, subraya.

En plena desescalada de la tercera ola de la pandemia de COVID y con la Navidad a la vuelta de la esquina, ¿cómo están los ánimos entre los profesionales del Chuac?

Los médicos, y los sanitarios en general, estamos muy acostumbrados a manejarnos en la incertidumbre, es algo innato en nuestra práctica clínica diaria. En este sentido, nos hemos mantenido tranquilos, esperanzados y sabiendo que, en algún momento, todo esto se va a poder controlar. A nivel personal, sin embargo, los profesionales han estado muy volcados durante todo este tiempo y ya se nota cierto cansancio. La moral de las tropas, por así decirlo, no es la misma que al inicio de la pandemia.

El cansancio y la presión acumulada durante los últimos meses pesan cada vez más...

Así es. Utilizando un símil deportivo, es como si estuviésemos haciendo una etapa del Tour de Francia en los Alpes. Durante el recorrido, nos hemos esforzado por sortear las dificultades orográficas que se nos presentaban, y una vez que coronamos la cima, empezamos a descender. Si hay que hacer un nuevo esfuerzo, se hará, pero cada vez nos quedan menos fuerzas. La novedad es que ahora ya sabemos, más o menos, cuántos kilómetros nos quedan para el final de la etapa, que sería la llegada de la vacuna, y esto es muy importante a nivel psicológico, porque cambia bastante la perspectiva.

¿Saber que la ansiada vacuna está cada vez más cerca no puede ser un arma de doble filo que haga que la ciudadanía, en cierto modo, se relaje?

Por eso es fundamental mandar un mensaje adecuado a la población. Todos hemos realizado un enorme esfuerzo para intentar convivir con esta situación de la mejor manera posible. Hemos pedaleado cuesta arriba durante muchos meses, estamos cansados y a punto de enfilar la curva que nos llevará a la meta. Es más importante que nunca seguir pedaleando. Hay que hacerlo hasta el final. Y el final llegará cuando tengamos una vacuna efectiva. Afortunadamente, contamos con esa baza, así que por favor, hagamos todo lo que está en nuestras manos (usar mascarilla, mantener en todo momento la distancia de seguridad, reducir al mínimo los contactos, sociales etc.) para evitar que el delicado panorama ante el cual nos encontramos vaya a peor.

Más allá de los planes diseñados por el Gobierno y la Xunta para las fechas navideñas, ¿cómo debemos actuar, cada uno de nosotros, para evitar que la epidemia se descontrole después de las fiestas?

Deberíamos intentar pensar a largo plazo, en lugar de centrarnos en esta Navidad. Reunirnos con la familia y los amigos para celebrar las fiestas navideñas es algo que a todos nos gusta. A los sanitarios también, pero al igual que otros muchos trabajadores, nos hemos perdido innumerables cenas de Nochebuena y de Fin de Año por nuestra profesión, haciendo guardias, y no pasa absolutamente nada. Al contrario, al año siguiente hemos vivido esas celebraciones con muchas más ganas. Tenemos que pensar en que va a haber otras navidades. No tiremos por tierra todo el esfuerzo realizado.

Se relajan ciertas restricciones apenas 15 días antes del pistoletazo de salida de la Navidad. ¿Qué panorama nos espera en las próximas semanas?

Los profesionales sanitarios sabemos que una vez que se levantan las restricciones, el virus se empieza a descontrolar en la calle y aumentan los contagios. A los 14 días, aproximadamente, un porcentaje de esos nuevos positivos acaban hospitalizados; a la semana siguiente, parte de esos enfermos ingresan en unidades de críticos; y, otros siete días después, se empiezan a incrementar los fallecimientos. Como ya tenemos cierta experiencia a la hora de gestionar los ingresos y las altas hospitalarias, y somos un poco más ágiles que en la primera ola de la pandemia, estamos capacitados para manejar la situación. Pero no se trata de eso. Hay que cuidar al cuidador. Y los profesionales sanitarios, quienes velan por nuestra salud, están cansados. Los pacientes van a ser atendidos siempre de la mejor manera posible, pero convendría que todos, como sociedad, fuésemos un poco más solidarios. Y que recordásemos, también, que miles de personas se han quedado por el camino.

¿Se banalizan ciertos aspectos de la pandemia?

Aquí se juntan dos circunstancias, y una de ellas es el sesgo de confirmación. Cuando uno se cansa de un tema, se monta las películas mentales que le convienen para reafirmarse en su posición. Por ejemplo, una persona ve que el coronavirus no ha tocado a nadie de su alrededor, y entonces asume que ‘no será para tanto’. Pero claro, los ciudadanos en general no se han dado una vuelta por las plantas de hospitalización o las UCI de COVID. Y hay otra realidad, y es que esta enfermedad afecta, sobre todo, a determinados colectivos, principalmente personas mayores y enfermos. Y eso también produce un sesgo de falsa tranquilidad entre los grupos más jóvenes de la población, que a su vez son los que más se mueven y, por tanto, tienen más probabilidades de contagiarse y propagar el virus.

¿En el Chuac trabajan ya con la previsión de que los ingresos hospitalarios se puedan disparar en las primeras semanas de 2021?

Desde la primera ola de la pandemia, en el área sanitaria de A Coruña y Cee hemos intentado trabajar con varios escenarios clínico-asistenciales. Esto nos ha permitido ir tomando decisiones con cierta antelación, basándonos en nuestros datos internos y en la situación epidemiológica que se iba detectando en la calle. El planteamiento que manejamos ahora es que al suavizarse las restricciones, sería razonable que los contagios empezasen a aumentar la próxima semana —si el mal tiempo nos sigue acompañando, puede que la gente salga menos de sus casas y eso nos dé una cierta tregua—, con lo cual las nuevas hospitalizaciones se podrían empezar a registrar durante los últimos días del año. Cuando un enfermo con COVID ingresa en el hospital, sabemos que pasará allí una media de entre 10 y 12 días. En ese intervalo de tiempo que transcurre hasta que los primeros pacientes empiezan a recibir el alta es cuando peor lo pasamos. Por tanto, trabajamos con la previsión de que la situación se podría complicar ya en la última semana del año. Si esto llegase a suceder, el mes de enero sería bastante malo.

¿Peor que marzo?

Personalmente, dudo que lleguemos a vernos en una situación como la que vivimos en marzo y abril, porque entiendo que el simple hecho de que se haya generalizado el uso de la mascarilla es ya una barrera importante de protección. Pero claro, volvemos al símil deportivo de antes: el reto es coronar un puerto de montaña más, y el músculo ya no tiene glucosa suficiente. Por eso es normal que, en nuestro fuero interno, los profesionales sanitarios sintamos cierto temor y desazón.

¿El uso de la mascarilla en los encuentros familiares entre no convivientes es una norma innegociable?

Siempre que rompamos el núcleo de convivencia —y el núcleo de convivencia no es la familia, son las personas que comparten casa— hay que considerarse, a nivel práctico, como si todos estuviésemos infectados. Afortunadamente, en la mayoría de los casos no es así, pero hay que jugar con eso. Si queremos compartir las fechas navideñas con nuestros seres queridos, por favor, reuniones entre el menor número de núcleos familiares posible y cumpliendo siempre con todas las medidas de protección. Y esto incluye, por supuesto, el uso de mascarilla.

En los últimos días ha disminuido, progresivamente, la cifra de enfermos con COVID hospitalizados en el Chuac. ¿Cuántas áreas del edificio principal de As Xubias se destinan, en la actualidad, a esos pacientes?

Todavía hay bastantes enfermos con COVID ingresados en el Hospital Universitario, [ayer eran un total de 120, de los cuales una veintena estaban en la UCI], pero sabemos que esa cifra va a continuar descendiendo en los próximos días. El jueves teníamos reservadas para estos pacientes cinco áreas (unidades de enfermería), pero hoy [por ayer] las redujimos a cuatro y nos manejamos bien. Siempre hay que tener recursos asistenciales preparados. No nos podemos permitir que enfermos con COVID estén esperando por un ingreso. Eso ya lo hicimos muy bien en las dos primeras olas de la pandemia, y ahora también, pese a que supone un esfuerzo de gestión tremendo.

En otra entrevista publicada en este diario a finales de octubre, en plena escalada de contagios y hospitalizaciones, reconocía que el avance del SARS-CoV-2 había “frenado” ya “algunas operaciones de prioridad 2 y 3 que se realizaban en el turno de tarde”. Ahora que los ingresos parecen ir a la baja, ¿se ha recuperado la actividad quirúrgica habitual?

A medida que disminuye la cifra de hospitalizados por COVID y recuperamos recursos humanos y espacio para otros ingresos, la actividad quirúrgica se incrementa. De momento, no estamos en condiciones de poder llevar a cabo todas las cirugías que realizaríamos a estas alturas del año en circunstancias normales, pero la gran mayoría sí se están llevando a cabo sin ningún tipo de problema.