“Al principio tuvimos muchísimo miedo. La pandemia de SARS-CoV-2 nos cogió totalmente por sorpresa, como al conjunto de la sociedad. Teníamos previsto iniciar el acondicionamiento de un trasplante de médula ósea el 8 de marzo, pero tras darle muchas vueltas, decidimos retrasarlo. Dimos de alta a la paciente, y le dijimos que estuviese atenta al teléfono porque la llamaríamos en algún momento para continuar con el procedimiento. No obstante, tras unos primeros días de incertidumbre, la sociedades científicas nacionales, a las cuales pertenecemos, empezaron a manifestar un planteamiento muy razonable, y es que contraer la infección por COVID es una posibilidad, pero la enfermedad oncohematológica está ahí, y no va a pedir una prórroga. Cuando un paciente necesita un trasplante de médula hay que hacerlo, no queda otro remedio”. Quien habla es Guillermo Debén, hematólogo del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) con más de tres décadas de profesión a sus espaldas, toda una autoridad en su especialidad (es uno de los profesionales en activo que participó en el primer trasplante de médula en Galicia, realizado en diciembre de 1992) que “jamás” pensó en tener que hacer frente a una situación como la vivida durante este 2020.

“Fue algo insólito. Los primeros días vivimos una gran incertidumbre, pero nos ayudó el hecho de estar ante un problema de escala mundial. La comunicación constante con nuestros compañeros de China, que nos llevaban un tiempo de ventaja, nos favoreció muchísimo a la hora de decidir cómo actuar. Hicimos muchas webinar con ellos, y en concreto con los especialistas del Hospital de Wuhan, y nos animaron a tirar para adelante con los trasplantes de médula ósea. Ellos habían continuado a su ritmo habitual, y no habían tenido problemas extra. Y eso que allí se realizan muchas más intervenciones, porque aunque la incidencia de la enfermedad oncohematológica es similar a la nuestra, la población es muchísimo mayor y hay más centros hospitalarios. Su experiencia nos sirvió para tener un espejo en el que reflejarnos, y a partir de mediados de marzo, retomamos el programa de trasplantes de médula y no lo hemos tenido que interrumpir en ningún momento”, destaca.

Los especialistas del Servicio de Hematología del Chuac contabilizaban, cada año, una media de entre 50 y 60 trasplantes de médula ósea, y este 2020 cerrarán “en cifras similares”, según el doctor Debén. La pandemia no ha repercutido, asegura, en la cifra total de procedimientos realizados. “Lo que sí ha aumentado es la complejidad de los procesos, porque ahora hacemos muchos más trasplantes de donante no familiar y también utilizamos una tecnología un poco diferente, lo cual nos ha permitido realizar más procedimientos y ampliarlos, también, a un mayor número de patologías”, señala.

A lo que sí ha obligado el COVID es a blindar, si cabe todavía más, ese tipo de intervenciones. “En el área de Oncohematología siempre hemos sido muy meticulosos con esta cuestión, pero este año extremamos si cabe aún más las precauciones, y lo cierto es que hemos tenido pocos o prácticamente ningún disgusto. Dos pacientes se infectaron por SARS-CoV-2 en pleno proceso de trasplante de médula ósea, y estuvimos muy temerosos sobre cómo iba a ser su evolución, pero al final todo se resolvió de manera satisfactoria. Superaron el trasplante y el COVID, y están en sus casas. Sin mayor problema. Un contratiempo que también nos sirvió para reafirmar que los procedimientos se tienen que seguir realizando, y que es fundamental extremar las cautelas”, apunta el hematólogo del complejo hospitalario coruñés.

Los trasplantes de médula ósea, subraya el doctor Debén, son “procesos muy complejos y muy largos”, con estancias hospitalarias que se pueden prolongar durante varios meses. “Aún yendo todo bien, con el paquete de complicaciones estándar para este tipo de procedimientos, los pacientes suelen pasar unos dos meses en el hospital. Y si se complican un poco las cosas, que no es nada difícil, las estancias se pueden prolongar bastantes semanas más. Durante ese periodo, los enfermos no reciben visitas, pero sí que hay un apoyo familiar, de manera que la pareja, uno de los padres o un hijo están prácticamente ingresados con ellos”, explica el especialista del Chuac, quien reconoce que esos acompañamientos han disminuido durante la pandemia, por recomendación de los propios médicos, pero también porque “se ha creado una situación nueva”. “Las personas que no están enfermas tienen menos ganas de ir al hospital por temor al contagio del coronavirus, y a los pacientes también les apetece menos que vayan sus familiares, por el mismo motivo”, señala.

Habrá que esperar un tiempo para saber si ese miedo a visitar los centros de salud por el COVID se traduce en un descenso de las donaciones de médula, aunque Guillermo Debén se muestra esperanzado y piensa que no va a ser así. “El hecho de que haya sonado la campana de una enfermedad como el COVID ha despertado mucho más la solidaridad. A mi modo de ver, eso va a hacer que la cifra de donantes de médula ósea no solo no baje, sino que incluso aumente un poco más. En ese sentido, no estoy preocupado”, asegura.

Sí le inquieta, sin embargo, que el temor a la infección causada por el SARS-CoV-2 lleve a algunos ciudadanos a “abandonar otros problemas médicos que no descansan”. “Rogamos encarecidamente a nuestros pacientes que no dejen de acudir a sus revisiones periódicas. En los últimos meses, sí hemos notado una disminución de la asistencia a este tipo de controles, que son importantísimos, e incluso alguna falla en los tratamientos, aunque afortunadamente pocas. Por favor, les pedimos que por temor al COVID no se olviden de que sus enfermedades están o han estado ahí, por tanto, deben hacerse las revisiones en tiempo y forma”, subraya el doctor Debén, quien insiste en que al coronavirus hay que tenerle “respeto”, y eso implica “cumplir a rajatabla con todas las recomendaciones de las autoridades sanitarias (básicamente uso de mascarilla, distanciamiento social y lavado de manos frecuente con agua y jabón)”. “Respeto sí, pero miedo no. No sea que por ese miedo al COVID nos vayamos a ver después con otro problema de salud muy serio y de difícil solución”, reitera.