Antes de que el COVID irrumpiese en nuestras vidas, y de que el término pandemia pasase a formar parte de nuestro vocabulario habitual, otra epidemia de escala global convivía entre nosotros, silente, pese a afectar a más de 350 millones de ciudadanos en todo el mundo, casi 6 millones solo en España. Pese a lo abrumador de los datos, la diabetes continúa siendo una gran desconocida, según se desprende de la II Encuesta de creencias y actitudes sobre la diabetes, realizada por la Alianza Boehringer Ingelheim y Lilly en Diabetes. Un sondeo que revela que casi 9 de cada 10 pacientes con diabetes de tipo 2 ignoran, entre otras cuestiones, el alto riesgo cardiovascular asociado a esta enfermedad. “Sorprende muchísimo que sea así, al tratarse de una patología con una carga sociosanitaria elevadísima, no solo porque sea muy frecuente, sino por las consecuencias que acarrea. La esperanza de vida de un paciente con diabetes de tipo 2 diagnosticado a los 50 años se va a ver acortada en unos 5 o 6 años”, subraya el presidente de la Sociedad Española de Diabetes y director de Unidad del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital de Santa Creu i Sant Pau, el doctor Antonio Pérez Pérez, especialmente preocupado por las consecuencias del parón asistencial provocado por la pandemia de COVID en ese colectivo de enfermos. “Es posible veamos durante años las repercusiones de la falta de continuidad asistencial de estos meses”, advierte.

¿Por qué siendo una enfermedad tan común, la diabetes es todavía una gran desconocida?

Porque no se ha hecho suficiente para darle la visibilidad que debería tener y equipararla a otras dolencias de similares características, como la hipercolesterolemia o el tabaquismo, con una percepción social, y dentro del sistema asistencial y de la administración, muy diferente. ¿La razones? Probablemente que la mayoría de los afectados sufren diabetes de tipo 2, y ni ellos mismos a veces dan a su enfermedad la importancia que tiene. Piensan que consiste en dejar de tomar algo de azúcar, y poco más.

Pero es mucho más...

Y tanto. Hace ya tiempo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) tipificó la diabetes como la pandemia del siglo XXI, reconociendo la gravedad de la situación. Pero el mensaje no ha calado aún en la población, por eso urge planificar acciones concretas para visibilizar lo que representa esta enfermedad. Máxime cuando sabemos que la incidencia de esta dolencia aumenta día a día, y la previsión es que continúe creciendo.

¿De qué incidencia estaríamos hablando en la actualidad?

El último gran estudio realizado establece que el 14% de la población española adulta sufre diabetes, unos 6 millones de ciudadanos, y que otro 10% estaría en fase de riesgo de desarrollarla. Y sabemos que estas cifras van a ir en aumento por el incremento, en paralelo, de la obesidad. Además, la mitad de los casos están sin detectar, y esto también es un problema porque cuanto más tarde llegue el diagnóstico, más lesiones habrá ocasionado la enfermedad.

¿Cuáles son los principales factores de riesgo para desarrollar diabetes de tipo 2?

El principal factor de riesgo para sufrir diabetes de tipo 2 es la obesidad. Son dos epidemias que van de la mano. A la obesidad se llega con un estilo de vida inadecuado, sedentario, y afecta a población cada vez más joven. Esto conlleva que la diabetes se esté diagnosticando en edades más tempranas. Ya no es infrecuente detectar la enfermedad a personas de 30 años o menos.

¿A menor edad, mayor riesgo de sufrir complicaciones?

Por supuesto. No es lo mismo diagnosticar la diabetes de tipo 2 a los 60 o 70 años, cuando el paciente va a estar mucho menos tiempo expuesto a la enfermedad por su esperanza de vida, que padecerla ya con 30 años, con toda una vida por delante para desarrollar complicaciones.

¿Cuáles son las más frecuentes?

Las lesiones específicas de la diabetes son las que afectan a los vasos sanguíneos más pequeños, es decir, a la retina, al riñón y a los nervios. Además, la diabetes es un factor de riesgo para el desarrollo de otras patologías muy graves, como todas las enfermedades cardiovasculares: tanto las del corazón, como las vasculares cerebrales o las periféricas, que son las que afectan a las arterias que van a las extremidades inferiores.

Antes comentó que la obesidad es el principal factor de riesgo para desarrollar diabetes de tipo 2. España es uno de los países de su entorno con mayores tasas de obesidad infantil. ¿Urge educar en nutrición en los colegios?

La prevención de la diabetes está relacionada con el estilo de vida, y cambiar los hábitos es mucho más sencillo a edades más tempranas. Por tanto, todo lo que se pueda hacer en la familia y la escuela resultará muy eficaz a largo plazo. De una manera u otra, urge actuar, ya sea introduciendo contenidos sobre nutrición en las escuelas, modificando los etiquetados de los alimentos, gravando con impuestos específicos los productos menos saludables... Acciones hay muchas, pero tiene que haber voluntad por parte de las administraciones para ponerlas en marcha.

La diabetes es una enfermedad crónica que requiere seguimiento y controles periódicos. ¿Preocupan a los especialistas las repercusiones que pueda tener el parón asistencial provocado por la pandemia de COVID en el estado general de los enfermos?

Nos preocupa mucho. En marzo y abril hubo un parón casi total de la actividad asistencial. A partir de ahí, se intentó recuperar la actividad que no se había podido llevar a cabo, pero somos conscientes de que muchos controles y analíticas no se hicieron y que, por tanto, hay pacientes a los que no se les diagnóstico la enfermedad y que llegarán a consulta en una situación más avanzada y grave. En el caso de la diabetes de tipo 2, hay que diferenciar dos grupos de enfermos. Por un lado, los que están más instruidos y tienen en sus casas herramientas para poder llevar un cierto control de su patología y, si detectan algún problema, consultarlo. Por otro, los que carecen de esas herramientas. En este último caso, el no haberse realizado las analíticas correspondientes ni haber visitado a su médico durante estos meses puede ser un factor de descompensación importante. Teniendo en cuenta, además, que uno de los elementos terapéuticos para el control de la diabetes, la actividad física, se tuvo que reducir por aspectos de prevención del COVID. Otro problema añadido es que también se dejaron de realizar, en gran medida, las exploraciones que se hacen para detectar posibles complicaciones de la diabetes. Por todo ello, es posible que vayamos a ver durante meses y años las repercusiones de la falta de continuidad asistencial en esta pandemia. De ahí que sea fundamental poner los recursos para tratar de recuperar toda la actividad que no se ha hecho y, sobre todo, para mantener la que ya está programada.

Al parón asistencial, sobre todo en los primeros meses de pandemia, se une el temor de algunos enfermos a acudir a los centros sanitarios...

El miedo es irracional, pero hay que dar un mensaje positivo. Las cosas se están haciendo bien, y en las salas de espera de los centros de salud y los hospitales se han establecido sistemas para que no se acumulen pacientes. Sufrir diabetes se ha asociado con un mayor riesgo de mala evolución del COVID, no así de contagiarse. Esto no quiere decir que todos los pacientes con diabetes tengan un riesgo elevado de evolucionar peor. Si una persona está bien controlada y sin grandes complicaciones, su riesgo por padecer diabetes no tiene por qué ser superior al de otros ciudadanos.

La emergencia sanitaria ha impulsado la telemedicina. ¿Tiene cabida este modelo asistencial en el seguimiento de los pacientes con diabetes?

Aquí tenemos que distinguir a los pacientes con diabetes de tipo 2 de los de tipo 1, que ya recurrían a tecnología y plataformas de seguimiento antes de la pandemia. En la primera ola, la telemedicina fue muy eficaz para este último grupo de enfermos, y realmente tenemos algunos estudios en España que demuestran que su control no empeoró durante los últimos meses. Pero hay que tener en cuenta que muchos pacientes con diabetes de tipo 1 no utilizan esa tecnología, al igual que tampoco lo hacen la práctica totalidad de los enfermos de tipo 2. En este caso, la telemedicina se ha limitado a la consulta telefónica, con las complicaciones que eso conlleva, sobre todo en los pacientes de mayor edad, a los que resulta complejo extraer la información. Los propios médicos nos retraemos a veces porque pensamos que no van a entender lo que les estamos diciendo por teléfono. Probablemente se hayan retrasado ciertos cambios en tratamientos, si no eran imprescindibles en ese momento, por ese motivo. La telemedicina es una herramienta útil, siempre que haya una estructura sanitaria sólida que permita sacarle partido. Y no ha sido el caso.

“Es el momento de reivindicar la educación en diabetes”

“La mejor fórmula para ver las limitaciones de una herramienta o un sistema, como en este caso el sanitario, es ponerlo en una situación de estrés y de máxima exigencia como ha sido la pandemia de COVID. En el ámbito de la diabetes, este contexto de emergencia sanitaria ha traído a la palestra la necesidad de que los pacientes reciban educación para manejarse con su enfermedad”, subraya el presidente de la Sociedad Española de Diabetes, Antonio Pérez Pérez, quien insiste en que en los últimos meses se ha puesto “más que nunca” de manifiesto “la diferencia entre los enfermos formados y con herramientas para modular la situación (por ejemplo, cuidar un poco más su dieta o aumentar un poco las dosis de insulina ante la imposibilidad de hacer ejercicio)” de los que “no han sido instruidos y, por tanto, están incapacitados para poder hacerlo”. “Es el momento de reivindicar la educación diabetológica y, sobre todo, la figura que realiza esta función dentro del sistema sanitario, que suelen ser los enfermeros/as educadores en diabetes”, recalca.