Familias a kilómetros de distancia, comidas y cenas limitadas en número de participantes y con toque de queda, abuelos que no pueden achuchar a sus nietos, felicitaciones y brindis a través de la pantalla de un teléfono móvil... No es fácil gestionar las emociones ante la situación, sin precedentes, que se vive estos días, marcados en el calendario como las primeras navidades bajo las restricciones derivadas de la pandemia de SARS-CoV-2. Máxime para las personas que en el último año dijeron adiós a un ser querido, por causa del COVID o en cualquier otra circunstancia. Sentimientos de tristeza, rabia, añoranza y el deseo, verbalizado unas veces y silenciado otras, de amanecer a mediados de enero, cuando las luces navideñas, los villancicos y las imágenes de Papá Noel y los Reyes Magos hayan desaparecido, oprimen sin compasión a quienes cuentan las horas que faltan para enfrentarse, con el corazón tiritando, a sus “primeras navidades sin”.

“Las fechas navideñas son difíciles para las personas que han perdido a un ser querido. Un hecho al que, este año, tenemos que sumar las complicaciones provocadas por la pandemia de coronavirus. Para ellos, la Navidad pasa de ser una época bonita y familiar a convertirse en un momento duro, porque suelen sentir tristeza, nostalgia y una especie de vacío relacionados con la ausencia del familiar o el amigo que falleció”, explica Rosa Trillo, psicóloga de la Junta Provincial de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en A Coruña. Esta entidad celebró, recientemente, un taller [que se pudo seguir de manera presencial y online] para familiares de personas fallecidas durante los últimos meses a causa de esa enfermedad, pero también por el COVID o cualquier otro motivo. “En el contexto actual, nos parecía importante dar un espacio, desde nuestra experiencia en duelo, a todos los que sufrieron pérdidas de seres queridos en los últimos meses”, remarca Trillo, encargada de impartir la actividad.

A la hora de trabajar el duelo, insiste esta especialista de la AECC, “no hay una manera correcta o incorrecta de afrontar” la situación, “algo que esté bien o mal”. “Las fórmulas mágicas no existen. Cada persona tiene unos sentimientos muy concretos, que son suyos y que están muy relacionados con el tipo de relación que tenía con el fallecido: el cariño que se profesaban, las circunstancias en que se produjo la muerte (si fue repentina o por una enfermedad), cómo fue la despedida... Todo esto va a repercutir en el duelo y a generar una serie de sentimientos diferentes en cada persona”, explica Rosa Trillo, quien apunta a que el primer paso del proceso pasa por “normalizar” ese torrente de emociones. “Muchas veces, desde fuera nos trasladan mensajes que no suelen ayudar: ‘Anímate’, ‘a ella no le gustaría verte así’, ‘hazlo por él’, ‘tienes que salir de casa’… Aún siendo bien intencionadas, este tipo de expresiones pueden resultar contraproducentes. Por eso, lo que acostumbramos a hacer para quitar la presión que los participantes en este tipo de talleres traen ya de sus casas a la hora de experimentar ciertos sentimientos es normalizar y darles un espacio en el que se puedan expresar libremente y se sientan comprendidas. Y hacerlo en grupo es muy positivo, porque les ayuda a ver que no están solos y que lo que sienten no es único. Estar rodeados de gente que está viviendo algo similar ayuda a sentirse comprendido”, subraya.

En relación a la Navidad, la psicóloga de la Junta Provincial de la AECC en A Coruña indica que el mensaje es “más o menos el mismo.” “No hay una manera correcta de celebrar estas fiestas: da igual si la intención es hacerlo como siempre, si no se van a celebrar o si se va a hacer de una manera diferente. Todo está bien, aunque fingir que no pasa nada hará que, al año siguiente, nos volvamos a encontrar ante la primera Navidad sin ese ser querido fallecido. En algún momento va a haber que afrontar esa situación, pero si uno no se siente preparado para hacerlo ya, está bien”, reitera. No obstante, si se opta por celebrar, una buena idea —apunta Trillo— puede ser “planificar esas fechas más de lo normal”. “Evaluar bien qué quiero hacer este año y cómo lo quiero hacer, de qué tareas me quiero encargar y de cuáles no, qué tareas hacía la persona que ya no está y cuáles van a faltar, quién se va a encargar de esas tareas concretas ahora... La clave está en sentirse cómodo, y organizarlo un poco antes puede ayudar”, remarca. En esa planificación “puede tener sentido programar una reunión familiar, antes incluso de la propia Navidad, para evaluar entre todos qué queremos hacer y de qué manera, cómo vamos a recordar a la persona fallecida, si es que lo vamos a hacer… Hablarlo antes nos puede ayudar a enfrentarnos de una manera más natural a la fiestas”, señala la experta. Y es que “fingir que no pasa nada cuando todos estamos por dentro con una sensación extraña y diferente a la habitual” puede generar “ciertas barreras de comunicación”. “Si por ejemplo, a alguien le apetece llorar y no puede hacerlo, es probable que se produzcan emociones negativas”, insiste.

En los días clave, como Nochebuena o Navidad, a la hora de sentarse a la mesa, ocupar el lugar del fallecido puede resultar difícil para los miembros de la familia. “Simbolizar de alguna manera” al ser querido que ya no está, apunta Rosa Trillo, puede contribuir a hacer más llevadera esa situación. “Si quien falta es nuestra madre, por ejemplo, una forma sencilla de recordarla es haciendo una comida que ella preparaba siempre ese día, para tenerla aún más presente. También se puede poner alguna fotografía de la persona en cuestión, en el árbol de Navidad o en la mesa, o dedicar un minuto a recordarla contando alguna anécdota de las celebraciones a su lado. Cada uno tiene que buscar aquello que le haga sentir bien para llevar a cabo ese pequeño homenaje. Eso nos ayudará a sentirnos más relajados y a que esa silla vacía no lo esté tanto”, sostiene la psicóloga de la Junta Provincial de la AECC en A Coruña.

Las navidades de este año “van a ser más raras y más difíciles para todos”, reconoce Rosa Trillo, quien recuerda que la pandemia de SARS-CoV-2 “nos va a impedir reunirnos con nuestras familias como lo hacíamos habitualmente o de una manera más extensa”, e incluso “muchas personas van a pasar estas fiestas solas”. “Puede que a todos se nos hagan un poco más cuesta arriba estas fechas, pero quienes seguramente lo van a pasar peor son las personas que han perdido a algún ser querido durante este año, ya sea por el COVID o por cualquier causa”, reitera esta experta, y hace especial hincapié en el sufrimiento añadido de quienes no han podido decir adiós a sus familiares, u organizarles un funeral o cualquier otro tipo de despedida —“en un entorno como Galicia, donde la muerte es tan ritualizada socialmente”— por las restricciones sanitarias. Circunstancias que, advierte, pueden complicar todavía más los procesos de duelo.

Duelos ‘complicados’

“Cuando hablamos de duelos complicados nos referimos, sobre todo, a procesos que se alargan mucho en el tiempo, en los que el afectado de retomar su vida, por así decirlo, de una manera seminormalizada. Las circunstancias de la muerte de nuestro ser querido (inesperada o muy traumática) pueden ser factores de riesgo para que un duelo se complique. El no poder despedirse de esa persona también, al quedar ‘cuentas pendientes’, refiere Trillo. En esos casos, “aparte de manifestar nuestra empatía y de no culpabilizar a estas personas”, la recomendación de esta experta es que “siempre que haya algo que nos haga sentir mal o que veamos que las cosas no están yendo bien, pidamos ayuda” . “Si es un duelo normalizado, sin complicaciones, no pasa nada por hacerlo, porque quizás nos podamos sentir más acompañados; y si estamos viviendo un duelo complejo, la ayuda profesional nos va a ayudar a poder salir mejor de esa situación”, destaca la psicóloga de la Junta Provincial de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), quien recuerda que esa asociación cuenta con un teléfono gratuito de atención permanente, las 24 horas del día ( 900 100 036), en donde están dispuestos a “acompañarles en todo el proceso”.