La paralización de toda la actividad no urgente en la primera ola de la pandemia ha provocado que la espera para someterse a algunas pruebas diagnósticas se haya disparado en el último año. Los pacientes del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) aguardan ahora de media casi siete meses para someterse a una endoscopia digestiva (50 días más que en diciembre de 2019), casi cinco para una resonancia después de que la espera se incrementase en 65 días y cuatro para un TAC (mes y medio más en un año), según los datos de la Consellería de Sanidade, correspondientes a diciembre de 2020. Pero no todos los datos han empeorado. Quienes precisen una endoscopia urinaria, una ecografía o una radiografía de mama esperan ahora —al menos al finalizar el año y sin tener en cuenta la demora que puede producirse por la presión asistencial de la tercera ola— menos que si la solicitasen hace doce meses.

El ecocardiograma —que permite detectar enfermedades cardíacas o revisar el estado del corazón tras sustituir una válvula, por ejemplo— es la prueba diagnóstica con mayor demora en el Chuac al multiplicarse ésta casi por seis en solo un año. Si en diciembre de 2019 los pacientes apenas esperaban un mes (36 días), se cerró 2020 con una demora media de 208,4 días (172 más). Esto se traduce también en más enfermos a la espera de la prueba. Se pasó de 343 en 2019—y ninguno en lista desde hacía más de tres de meses— a 970 a finales de 2020, el 71% a la espera desde más de un trimestre e incluso 126 que hacía más de un año que aguardaban por la prueba.

La endoscopia digestiva ocupa el segundo puesto en el podium de pruebas con mayor demora en el Chuac. A finales de 2020 la espera era de seis meses y medio (201, 4 días), después de haber sumado 50 jornadas más a la demora media en el último año. Hay casi 350 pacientes menos pendientes de ir a hacerse la prueba (en total son unos 5.000) pero se ha duplicado la cifra de quienes esperan desde hace más de un año: de 361 a 941. La alta espera en esta prueba choca con la que se registran en otro tipo de endoscopias. En el caso de la urológica apenas se aguarda un día después de que la espera bajase en 18 jornadas en un año y una ginecológica se realiza en solos dos días, cinco menos que a finales de 2019.

Otras de las pruebas con más demanda y en donde la espera media se ha disparado son la resonancia magnética y el TAC. Para la primera hay que aguardar una media de cuatro meses y medio (139,8 días, frente a los 74,6 de un año antes) y la demora se reduce a los cuatro meses para los TAC aunque también aumentó (de 67 a 117 días). Mientras el número total de enfermos a espera de hacerse un TAC ha bajado —de 2.119 a 1.708—, lo cierto es que mientras ningún paciente llevaba más de un año pendiente de esta prueba al cierre de 2019, el diciembre pasado eran 134. Algo parecido ocurre con las resonancias, donde hay ahora más pacientes en espera (de 1.727 a 2.573) y además suben los que llevan más de doce meses: de solo 34 a 224.

La demora también aumentó en el último año para someterse a una ecografía abdominal (50 días más hasta los 100), una musculoesquelética (de 46, 5 a 72,1) o una ecografía de tiroides (de 52,9 a 88,3). Pero también hay pruebas que ahora tienen una menor lista de espera. Se aguardan doce días menos (12,3) para una radiografía de mama, otros doce menos de media para una ecografía de este tipo y se desploma la demora para un estudio otorrinolaringólogo —si en diciembre de 2019 se esperaba de media 55 días, ahora solo cinco— o para un estudio cardiológico: de 48 a 28 días de media.

Pese a los vaivenes de la pandemia que obligaron al hospital a reprogramar en algunos momentos del año los procesos no urgentes aunque siempre se atendió lo prioriario o con riesgo vital para el paciente, desde la gerencia resaltan que en el último año se realizaron más de 54.370 TAC, unas 234.500 radiografías y más de 15.150 resonancias magnéticas.

Dos meses y medio para entrar en quirófano

El aluvión de pacientes COVID en las diferentes olas de la pandemia obligó incluso a aplazar todas las cirugías que no fuesen urgentes, lo que hace que la espera para entrar en quirófano también aumentase el pasado año en el Hospital de A Coruña. El centro cerró 2020 con una demora media de 79,6 días, lo que supone casi dos semanas más que en diciembre de 2019, pero un gran descenso si se compara con junio de 2020 (justo después del confinamiento que paralizó toda la actividad no prioritaria) y donde la espera se había disparado hasta los 124,4 días. Estos son los datos del informe que acaba de publicar la Consellería de Sanidade, correspondientes a 31 de diciembre y que no incluyen a pacientes que se les suspendió la cirugía y no tienen todavía fecha para ella. Con los datos a cierre de año —ahora previsiblemente cambiarán ya que de nuevo se aplazan cirugías no urgentes por la tercera ola— era Neurocirugía no solo la especialidad en donde los pacientes tienen que aguardar más para operarse (134,9 días, es decir, más de cuatro meses) sino donde más se incrementó la espera (53 jornadas más de media en un año). Le sigue de cerca Cirugía Plástica (con 122 días, tras subir 48) y Traumatología (104, doce más). Además, los pacientes aguardaban hasta un mes más que en 2019 para una cirugía cardíaca o pediátrica y hasta 25 días más en Ginecología u Otorrinolaringología. En el lado contrario, Dermatología y Oftalmología, las únicas que lograron rebajar ligeramente —uno y cinco días— la espera. Cirugía Torácica (44) y Dermatología (47) eran las especialidades con menor demora al finalizar el año. La lista oficial del Sergas, que no incluye a quienes no tienen reprogramada la cirugía, indicaba que el Chuac cerró el año con 1.500 pacientes menos a la espera de una operación. Eso sí, en un año se duplicó el número de quienes aguardaban entre seis y doce meses. En prioridad 1 y 2 bajaron los enfermos en lista de espera.