Cuando seguimos inmersos en la tercera ola —y lo que queda hasta llegar hasta los 50 casos de incidencia acumulada que fija como objetivo el Gobierno—, gran parte de los epidemiólogos y estadísticos dan por hecho que habrá una cuarta onda de COVID-19. En lo que no se ponen de acuerdo es en su intensidad. En ella pesarán dos factores que empiezan por “v”: las nuevas variantes (británica, sudafricana y brasileña), el viento que impulsará esta 4ª ola; y la vacunación, que ejercerá como dique. Los mayores expertos de Italia y Alemania auguran un grave aumento de contagios en marzo por la variante inglesa. Por el contrario, en Israel, el país del mundo más avanzado en la vacunación, cae la mortalidad y reabren los negocios. ¿Debemos ser alarmistas, optimistas o simplemente cautelosos?

El debate entre los expertos lo avivó hace unos días la prestigiosa viróloga del CSIC Margarita del Val, que auguró una cuarta ola grave e intensa e incluso le puso fecha: finales de marzo. Su vaticinio ha sido cuestionado por algunos epidemiólogos y también por matemáticos que siguen la evolución de los datos y realizan proyecciones. Justo un año después de que llegaran de Italia las primeras voces de alarma sobre el coronavirus en Europa, vuelve a utilizarse el calificativo de “alarmista” para descalificar a quienes alertan sobre una situación potencialmente muy grave.

“Se producirá una ola tan fuerte como esta, con muchas personas mayores muriendo”, dijo Margarita del Val en una entrevista publicada el pasado viernes en 20 Minutos. La viróloga cree que esta nueva onda se producirá “quizás a finales de marzo”. “Es posible que unas seis semanas después del pico de contagios de la ola actual, que se produjo en torno al 20 de enero, alcancemos el valle y comience a subir de nuevo el número de casos. Si hemos hecho planes para Semana Santa, no los cambiaremos, nos reuniremos con gente, seguirá haciendo frío y habiendo actividad en interiores”, augura la experta.

Uno de los expertos que ha cargado contra los que llama “apocalípticos” es el matemático Javier Álvarez Liébana, que asesora al Gobierno de Asturias en la epidemia. Cree que habrá cuarta ola, pero matiza que no hay evidencias de que será peor que la tercera, sino al contrario. “¿Podría serlo? Podría, si cambian los factores”, apunta en su cuenta de Twitter.

Otras proyecciones, como la publicada por expertos de las universidades de Vigo, Santiago y Coimbra a principios de este mes, arrojan, sin embargo, previsiones “realmente pésimas”, según Iván Area, de la UVigo. Este modelo matemático, publicado en la revista Chaos, Solitons & Fractals, aborda la evolución de los datos a tenor del impacto de la variante inglesa y tiene en cuenta a los denominados supercontagiadores.

Otras voces de alerta inquietantes llegan de Italia, donde hace un año comenzó a manifestarse la epidemia en Europa y se ha reabierto en cierto grado la hostelería. El virólogo Andrea Crisanti, respetado por su aportación al control del COVID en la región del Véneto en la primera ola, ha alertado de que, si no se adoptan medidas de contención, Italia y otros países podrían llegar de nuevo a los 40.000 casos diarios a mediados de marzo. El experto urge a anticiparse, ya que si se producen brotes de la variante brasileña o sudafricana no serán suficientes las medidas quirúrgicas y habrá que confinar de forma estricta. El pasado lunes, Crisanti y Walter Riccardi, asesor del ministro de Sanidad de Italia, pidieron que el nuevo Gobierno del economista Mario Draghi aplicase al menos un mes de confinamiento total para reducir la incidencia y frenar el avance de la variante británica. Cristanti rogó “un bloqueo duro e inmediato para evitar que la variante inglesa se vuelva predominante y que tenga efectos devastadores como en Inglaterra, Portugal e Israel”.

Otro de los virólogos más prestigiosos del continente, Christian Drosten, director del Instituto de Virología del hospital Charité de Berlín y principal asesor del gobierno alemán en esta crisis, ha vaticinado en Der Spiegel que la cuarta ola se caracterizará por que “una gran cantidad de personas se infectarán en poco tiempo, más de lo que podemos imaginar en este momento”. Argumenta que, una vez hayan sido vacunados los ancianos y otros grupos de riesgo, la presión popular por eliminar restricciones provocará que haya “hasta 100.000 casos al día”. Los infectados serán más jóvenes, pero los números llegarán tan alto, explica Drosten, que habrá igualmente una elevada mortalidad. “Cuando muchas personas jóvenes se contagien, las unidades de críticos se llenarán de todos modos y muchas personas fallecerán. Solo que serán personas más jóvenes”, advierte Drosten.

Los datos epidemiológicos han empeorado en el país germano, donde se han incrementado los contagios, la incidencia y el factor de reproducción. Las autoridades sanitarias alemanas notificaron ayer 7.676 nuevas infecciones en las últimas 24 horas —frente a 6.114 del domingo pasado— y 145 víctimas mortales —218 hace una semana—, según datos del Instituto Robert Koch (RKI) de virología actualizados hasta la medianoche del sábado.

El presidente del RKI, Lothar Wieler, advirtió el pasado viernes que Alemania se encuentra probablemente ante un punto de inflexión al confirmar la ralentización del descenso de nuevos contagios, y advirtió que, con las nuevas variantes, el coronovarius ha recibido un nuevo impulso.

Las restricciones en Alemania, implantadas a principios de noviembre y endurecidas a mediados de diciembre, se mantendrán hasta el 7 de marzo, aunque escuelas y guarderías están abriendo gradualmente y las peluquerías podrán hacerlo en breve.

En Estados Unidos, el virólogo oficial de la Casa Blanca, Anthony Fauci, ha insistido en que “tenemos que preocuparnos de los mutantes”, y el epidemiólogo Michael Ostherholm, asesor de Joe Biden, ha expresado su preocupación por que en las próximas semanas veamos “una situación diferente a todo lo que hemos conocido hasta la fecha” por estas variantes virales.

Aunque no es virólogo ni epidemiólogo, el profesor de Química de la Universidad de Colorado (EEUU) José Luis Jiménez, autoridad mundial en aerosoles, está en contacto con los mejores expertos del país norteamericano y constata que lo que dicen los epidemiólogos de primer orden es que “estamos en una carrera entre las variantes y las vacunas”. “En Dinamarca lo tienen claro, saben que la variante antigua baja al tiempo que la inglesa no sólo sube, sino que se duplica cada diez días. Y esto es como una pandemia dentro de una pandemia”, ha señalado a Libertad Digital.

Dentro de España, han sido varias las comunidades que han admitido que la variante inglesa es ya la predominante. Entre ellas Galicia, aunque el Sergas no revela el porcentaje concreto. En la Comunidad de Madrid, el viceconsejero de Salud Pública y Plan COVID-19, Antonio Zapatero, apuntó el pasado viernes que el “peso” de la variante británica en dicho territorio se eleva al 30% de media sobre los casos de coronavirus diagnosticados en la comunidad, y que este avance está ralentizando la caída de la incidencia en Madrid: el último dato de Sanidad es de 427 casos por 100.000 habitantes a 14 días, la mayor incidencia acumulada de España, con la única excepción de Melilla.

En el conjunto de España, la variante inglesa representa ya entre el 20 y el 25% de los diagnósticos, según las estimaciones hechas públicas el jueves por el Ministerio de Sanidad.

En lo que coinciden todos los expertos es en la importancia de acelerar el proceso de vacunación. El ejemplo es Israel, que con 9,2 millones de habitantes ya tiene a 2,9 millones, casi un tercio, con la pauta completa de la vacuna de Pfizer, y más del 45% ha recibido al menos una dosis. La mortalidad cayó un 98,9% entre los que recibieron la segunda dosis de la vacuna tras al menos 14 días. Por eso ya pudo abrir gran parte de los negocios y mostrando que la la nueva ola se puede surfear gracias a la ciencia.