El teniente general Carlos Palacios Zaforteza fue el responsable de la actuación de las unidades del Ejército de Tierra durante la operación Balmis, que se puso en marcha hace un año para intentar salvar el mayor número de vidas posible desde la declaración de la pandemia y del estado de alarma. Estuvo al frente del Mando Componente Terrestre durante la misión. Durante más de tres meses, 187.000 profesionales de las Fuerzas Armadas realizaron tareas de presencia y seguridad, descontaminación, apoyo logístico y sanitario, así como instalación de campamentos

¿En qué consistió la operación?

Ha sido, sin duda, el mayor esfuerzo militar llevado a cabo en tiempo de paz en España; no ha habido jamás una operación en tiempo de paz en territorio nacional con tal envergadura, con un objetivo claro: salvar el mayor número de vidas posible. En los 98 días que duró el estado de alarma, desde el 14 de marzo al 20 de junio, las Fuerzas Armadas desplegaron 187.000 militares, de los que más de 115.000 fueron del Ejército de Tierra y la Guardia Real. Se llevaron a cabo actuaciones en cuatro ámbitos. El primero consistió en la ejecución de actividades de presencia y seguridad en casi 3.000 municipios en España para transmitir tranquilidad en esos duros momentos y aconsejar a la ciudadanía que cumpliera lo dispuesto en el estado de alarma. En el ámbito de seguridad, apoyamos a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en el control de fronteras con Francia, Portugal y Marruecos, así como en infraestructuras críticas, como, por ejemplo, en el puerto y el aeropuerto de Fuerteventura. El segundo ámbito fue la descontaminación de instalaciones de todo tipo para erradicar el virus y evitar contagios. El tercero se basó en el apoyo logístico y sanitario, a través de múltiples actividades, como traslados de enfermos y fallecidos, distribución de alimentos, suministro de agua o transporte de material sanitario. Y el cuarto fue la instalación de campamentos, como hospitales de campaña, centros de acogida o apoyo a triajes en hospitales para descongestionar la red sanitaria.

¿Cómo se organiza un despliegue de tales características?

Para explicarlo de una forma sencilla, el Ejército de Tierra tiene unidades desplegadas en casi todas las provincias. Para implementar las peticiones de apoyo que se nos asignaban, distribuimos el territorio nacional en áreas de responsabilidad de unidades tipo Brigada (3.000 hombres y mujeres) y les ordenábamos las actuaciones para realizar cada día. Si la pandemia se declaró el 11 de marzo, ya al día siguiente hubo una reunión de trabajo en el Cuartel General del Ejército de Tierra.

¿Cuánto tiempo requirió la preparación previa de medios materiales y recursos humanos?

El Ejército de Tierra dispone de una gran gama de capacidades de todo tipo, con personal y material, que puso desde el primer momento a disposición de sociedad. Intentamos adaptarnos con flexibilidad a lo que nos requerían y, además, con muy poco tiempo, pues las peticiones eran todas con carácter urgente. El mismo 15 de marzo, por la tarde, ya la Unidad Militar de Emergencias estaba reconociendo instalaciones sensibles en la calle para determinar qué acciones podía llegar a efectuar, así como para transmitir el mensaje a la población de que había que quedarse en casa.

¿Para que sirvió el proyecto Atila?

También hubo tiempo para la innovación. El Ejército de Tierra, en coordinación con el Instituto Tecnológico de la Marañosa, del Ministerio de Defensa, desarrolló una lámpara ultravioleta, que se comprobó en el laboratorio que neutralizaba el coronavirus en una habitación de unas dimensiones determinadas, tras una exposición de tiempo calculada y a una distancia concreta. Ahora mismo, cada batallón de Ingenieros del Ejército de Tierra dispone de uno de estos dispositivos. Se utilizaron en algún centro de salud y en alguna residencia de mayores, generalmente los fines de semana. Se introducía en cada sala instalado sobre el mismo vehículo usado por los desactivadores de explosivos.

¿La operación ha servido para que los ciudadanos vean a unas Fuerzas Armadas más cercanas?

La operación Balmis ha permitido que la sociedad española se dé cuenta de que dispone de unas Fuerzas Armadas preparadas y totalmente comprometidas para darle apoyo, con capacidad de respuesta inmediata y gran eficacia.

¿Cuántos edificios se desinfectan, cuántos hospitales de campaña se levantaron y cuántos servicios de transporte estratégico se realizaron?

En total, se llevó a cabo la desinfección de 11.000 instalaciones, de las que 5.300 fueron residencias de mayores. Se levantaron veinte hospitales de campaña; hubo un total de 4.800 actuaciones de apoyo sanitario y se realizaron 70 transportes aéreos, en los que se desplazaron 160 toneladas de material de lugares tan distantes como Alemania, Lituania, República Checa y China.

¿Considera que la sociedad valora y reconoce ese despliegue de carácter humanitario y sanitario?

Las mayores satisfacciones que tuvimos durante la operación fueron las muestras de cariño y apoyo de la sociedad. En cualquier actuación que realizábamos, a lo largo de la geografía española, los ciudadanos se asomaban a las ventanas y nos agradecían nuestro trabajo con aplausos, palabras o gestos.

¿Habría algún aspecto de la intervención que se pueda mejorar de cara al futuro?

Uno de los asuntos a los que dedicamos especial atención a lo largo de las operaciones son las llamadas lecciones aprendidas, por las que una nueva solución práctica u operativa se incorpora al conocimiento general de las Fuerzas Armadas. En este caso, se obtuvieron más de 500 anotaciones en nuestra base de datos, en aspectos de mando y control o de descontaminaciones bacteriológicas o químicas (NBQ), que ya incorporamos a la misión Baluarte.

¿Cree que esa suma de recursos debería ser más frecuente en casos donde los cuerpos de seguridad del Estado no sean suficientes para controlar una situación excepcional?

No es la primera vez que nos desplegamos en apoyo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Aún recuerdo que en 1992, siendo capitán, participé en la vigilancia de la línea del AVE de Madrid a Sevilla, con multitud de unidades del Ejército, en el marco de la Expo ‘92.

La ‘operación Balmis’ ha tenido continuidad en la operación Baluarte con los rastreadores de casos positivos de COVID-19.

Las Fuerzas Armadas son una herramienta del Estado para actuar dentro y fuera de nuestras fronteras cada vez que sea necesario. En enero, la tormenta Filomena arrasó el centro de España. Las Fuerzas Armadas, lideradas por la Unidad Militar de Emergencias y con una amplia participación del Ejército de Tierra, se desplegaron por Madrid, Toledo y Guadalajara para despejar carreteras y accesos a hospitales, así como para trasladar enfermos o controladores aéreos al aeropuerto de Madrid-Barajas; en definitiva, para ayudar de nuevo a la sociedad.

¿Qué efecto ha tenido el desarrollo de Balmis entre los profesionales que la hicieron posible, calle a calle y centro a centro?

Para los profesionales de las Fuerzas Armadas que hemos tomado parte ha sido una de las experiencias más gratificantes de toda nuestra vida militar. No debe perder de vista que nuestros militares se desplegaban en sus pueblos y ciudades, apoyando a vecinos, familiares y amigos. Todos iban muy motivados para ayudar a la sociedad y deseaban contribuir al objetivo el mayor número de veces posible. Y lo más gratificante, el agradecimiento, el cariño o la mirada de nuestros mayores cuando acudíamos a las residencias para descontaminar y a intentar liberarles del coronavirus.