En la balanza del COVID, la obesidad tiene un peso abrumador. Y es que los kilos de más no solo aumentan el riesgo de infectarse con el SARS-CoV-2 y de transmitirlo, sino que además disparan la posibilidad de desarrollar enfermedad grave, acabar en la UCI y evolucionar peor. El jefe de la Cuidados Intensivos del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), David Freire Moar, reconocía recientemente en este diario que la obesidad es la característica común de los enfermos, sin otras patologías previas, que precisaron ventilación mecánica y medidas de soporte vital durante la tercera ola de la pandemia. Y sobre esta realidad llevan meses alertando los especialistas de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo), que reclaman priorizar la vacunación de los afectados por su evidente vulnerabilidad frente al virus.

“La obesidad es, después de la edad, el factor más importante en cuanto a la incidencia y la gravedad del COVID, pues condiciona tanto el contagio como la evolución de la enfermedad. Las personas con exceso de peso tienen más facilidad de infectarse y de transmitir el virus a los demás, al emitir más aerosoles. Además, presentan dificultades de la función respiratoria de base, es decir, tienen probablemente problemas ventilatorios, más predisposición a sufrir apnea del sueño y también de afectación pulmonar. Todo esto los hace más susceptibles a desarrollar neumonía grave”, advierte Diego Bellido, jefe de la Sección de Endocrinología y Nutrición del Complexo Hospitalario Universitario de Ferrol (CHUF) y destacado miembro de la Seedo (hasta hace poco era el vicepresidente de esta entidad), quien especifica que los pacientes con obesidad suelen “resistir mejor” la neumonía común, algo que no sucede con la infección respiratoria causada por el SARS-CoV-2. “Tradicionalmente, los pacientes con neumonía común delgados o muy obesos evolucionan peor en la UCI; sin embargo, los que tienen un exceso de peso medio —con un índice de masa corporal (IMC) entre 30 y 35—, no resultan mucho más difíciles de recuperar que los no obesos. Pero frente al COVID todos los enfermos con obesidad tienen peor pronóstico para la ventilación mecánica y el desarrollo de la infección”, subraya.

Los problemas derivados de la obesidad, advierte el doctor Bellido, no acaban ahí. “Estudios recientes avalan que la obesidad abdominal aumenta aún más el riesgo de complicaciones por COVID. Es decir, las personas con exceso de grasa abdominal son mucho más susceptibles que el resto”, apunta el endocrino gallego, quien añade, como otro factor a considerar, “la edad en relación a la obesidad”. “Un paciente obeso joven se comporta respecto a la morbilidad y a la mortalidad de la infección por COVID como si fuera un anciano. Esto significa que, cuanto más joven es el enfermo con exceso de peso, más riesgo tiene de sufrir complicaciones”, recalca.

Otro condicionante, agrega este especialista, sería la asociación entre obesidad y diabetes, una “amistad peligrosa”. “La diabetes de tipo II es el tercer de riesgo más importante respecto a la gravedad del COVID, y el 85% que sufren esta enfermedad son obesos”, señala.

Pese a que los endocrinos han percibido, casi desde el inicio de la pandemia, la relación existente entre el peso y la gravedad por COVID, esto “no se ha reflejado en las estadísticas”. “Cuando uno quiere analizar series de pacientes amplias para llevar a cabo un estudio, y busca el dato del peso al ingreso, en muchos casos no aparece. Ahora es prácticamente obligatorio incluirlo en las historias clínicas, pero en la primera ola, e incluso en la segunda, se menospreció ese valor en los registros”, sostiene el doctor Bellido, coordinador de los tres estudios realizados hasta ahora por la Seedo sobre la relación entre la obesidad y la pandemia, el último, publicado ayer. “Una de las conclusiones que extraemos de esos trabajos, sobre todo del primero, es que la mitad de la población española ganó peso durante el confinamiento domiciliario. Más aún, quienes ya sufrían obesidad. Los condicionantes de esa ganancia de peso son, fundamentalmente, la disminución de actividad física y alteraciones del comportamiento alimentario asociadas al estrés derivado de la situación. Esto es muy preocupante, teniendo en cuenta que el exceso de kilos aumenta el riesgo de infectarse con el SARS-CoV-2 y evolucionar peor”, destaca el endocrino del CHUF, quien explica que, en paralelo a esos estudios, la Seedo ha elaborado un “decálogo” con recomendaciones para el mantenimiento del peso, tanto en niños como en adultos. Entre otros consejos, la sociedad científica recoge que se incluya el control del peso entre las medidas de protección frente al COVID, “junto con el uso de mascarillas, el lavado de manos frecuente y la distancia social”. “Y queremos llamar la atención, también, sobre la necesidad de priorizar la vacunación frente al COVID de las personas solo con obesidad, o con obesidad asociada a diabetes de tipo II, por su mayor vulnerabilidad frente al virus”, expone.

La obesidad, insiste Diego Bellido, es “un gran problema de salud pública”, por eso debe ser considerada como una enfermedad por parte de las administraciones públicas. “Hasta ahora no ha sido así. Los fármacos para la obesidad no están financiados, y tampoco se han puesto en marcha medidas administrativas ambiciosas para combatir esta emergencia sanitaria y fomentar los hábitos saludables. Las pandemias de nuestro entorno son la obesidad, el sedentarismo y ahora también el COVID, por mortalidad. De hecho, obesidad y sedentarismo, unidos, son un factor determinante en todas las patologías metabólicas crónicas que hoy padecemos. Diabetes de tipo II, hipertensión, lipemia, dolencias reumáticas, e incluso el cáncer y trastornos psicológicos asociados, son consecuencia del exceso de peso”, advierte.

Diego Bellido.  | // SEEDO

Diego Bellido. | // SEEDO

Investigadores coruñeses estudiarán el impacto de la pandemia en la cirugía de la obesidad

Fernando Cordido. | // INIBIC

El grupo de Enfermedades endocrinas, nutricionales y metabólicas del Instituto de Investigación Biomédica de A Coruña (Inibic), coordinado por Fernando Cordido, estudiará el impacto del COVID en la cirugía bariátrica, “el último recurso para el tratamiento de la obesidad grave”, cuando ya no se puede manejar con intervenciones sobre la dieta o fármacos. “La repercusión de la pandemia sobre este tipo de operaciones ha sido mayor, obviamente, en los hospitales más castigados por el COVID, y en algunos centros se llegaron a paralizar”, reconoce Cordido, a quien también preocupa la repercusión de la emergencia sanitaria sobre la prevención. “La pandemia ha agravado el problema de la obesidad —en el confinamiento, un porcentaje importante de población ganó hasta 3 kilos—, echando por tierra el trabajo de prevención de años”, subraya.