“Urge conseguir dosis y acelerar la vacunación para inmunizar a la mayor parte de la población lo más rápido posible. Esa tiene que ser, ahora, la máxima prioridad”, advierte la presidenta de la Sociedade Galega de Medicina Preventiva e Saúde Pública, Rosa Fungueiriño, visiblemente preocupada por el retraso en la inmunización frente al SARS-CoV-2. “En el caso de AstraZeneca, el exceso de precaución, que quizás en otras circunstancias sería el indicado, ha ido en contra del riesgo-beneficio, desfavoreciendo la prevención de un virus que continúa entre nosotros y que sigue produciendo mortalidad a diario”, subraya.

¿Considera que hay una especial sensibilidad a todo lo relacionado con las vacunas COVID?

Como sustancias que se administran a población sana, las vacunas están sujetas, ya de manera general, a unas regulaciones y unas medidas de control muy estrictas, de las mayores a las que se somete cualquier tipo de medicamento. Las exigencias son máximas, y esto hace que, en la mayoría de las ocasiones, tarden años en salir al mercado. Quizás uno de los primeros escollos que han tenido que sortear las vacunas frente al SARS-CoV-2 es la desconfianza que ha generado en la población el hecho de que esa demora haya sido mucho más corta de lo habitual. No obstante, hay que tener en cuenta que esto ha sido posible porque los trámites administrativos se han acelerado como nunca. Todos los demás controles de seguridad se han mantenido.

Las vacunas son los productos sanitarios sometidos a los controles de seguridad más exhaustivos y rigurosos, por encima incluso del resto de medicamentos, pero parte de la población no lo percibe así. ¿Por qué cree que sucede esto?

Muchos medicamentos que utilizamos a diario como, por ejemplo, las quinolonas (un tipo de antibióticos de uso común) pueden producir efectos adversos, a largo plazo, que obliguen a restringir su consumo. Con las vacunas es mucho menos habitual que esto suceda, por lo que antes comenté. Sin embargo, puede que buena parte de la población no lo vea así porque no recibe esa información.

La polémica ha rodeado a la vacuna de AstraZeneca, prácticamente, desde su salida del laboratorio.

La puesta en el mercado de esta vacuna vino precedida de una serie de incidencias, que fueron publicitadas y generaron ya cierta desconfianza hacia esa inyección. Incluso por el tema de la edad, pues primero se recomendó a ciudadanos de entre 50 y 55 años, y ahora esa horquilla se ha ampliado hasta los 65. Es cierto que, si tuviésemos vacunas suficientes, deberíamos utilizar aquellas que, de momento, están siendo más efectivas, porque sabemos que los pacientes con enfermedades asociadas o con las defensas limitadas por determinados tratamientos u otras dolencias, seguramente van a generar una respuesta menor que los voluntarios que participaron en los ensayos clínicos.

Cuanto mayor sea la efectividad de un producto, mejor.

Obviamente. Pero si no hay ninguna limitación para el uso de las tres vacunas que actualmente se están administrando en España (Pfizer/BioNTech, Moderna y AstraZeneca), salvo ser alérgico a alguno de sus excipientes, acotar su uso a ciertas poblaciones, y autorizarlas posteriormente para otras sin ofrecer ningún dato nuevo, puede generar también cierta desconfianza.

¿Cree que hubo problemas, por así decirlo, de comunicación?

Sobre la vacuna de AstraZeneca, en concreto, sí creo que hubo ciertos problemas de ese tipo. Es verdad que partía con unas tasas de efectividad más bajas en los ensayos clínicos, pero una vez que se ha empezado a administrar —y llevamos ya millones de dosis en todo el mundo—, se ha visto que su eficacia es mayor de lo esperado inicialmente, y se acerca bastante a la de las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna. Se está viendo, por tanto, que no había razones para las limitaciones que se establecieron en un primer momento, pecando, quizás, de un exceso de prudencia. La desconfianza, sin embargo, ya está generada.

Desconfianza que, en apenas un mes, se ha disparado 27 puntos, según una encuesta de esta misma semana, que cifra en un 52% el porcentaje de ciudadanos que cuestionan la seguridad de la vacuna de AstraZeneca. ¿Qué diría a quien sean llamados a recibir la inyección y duden en acudir?

En los hospitales vacunamos a los colectivos a los que se está citando ahora para recibir la vacuna de AstraZeneca (profesores, miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad, etc...). Muchos son ciudadanos sanos, pero otros tienen enfermedades asociadas. Hemos recibido, de hecho, consultas de personas convocadas a la vacunación preguntándonos si, teniendo en cuenta su situación patológica de base, podrían o no recibir esta inyección. Nosotros insistimos a todo el mundo en que la de AstraZeneca es una buena vacuna y (lo más importante) segura, con una efectividad que va en aumento a medida que disponemos de más datos. Por tanto, deben ponérsela, y lo más pronto posible, porque las vacunas son la única herramienta que tenemos ahora mismo, junto con las medidas de protección individual (uso de mascarilla, distancia social y lavado de manos frecuente), para limitar las posibilidades de infectarnos con el SARS-CoV-2. El virus sigue entre nosotros, no se ha ido, aunque los datos de las últimas semanas sean un poco mejores.

Pese al paulatino descenso de las infecciones activas y las hospitalizaciones por COVID en Galicia, estamos con un pie en la Semana Santa, y la posibilidad de una cuarta ola se vislumbra en el horizonte. Imagino que los especialistas en Salud Pública estarán preocupados por lo que pueda pasar en los próximos días...

Sí lo estamos, y nos inquieta, sobre todo, el retraso en la inmunización. Entendemos que no había razones suficientes para paralizar un proceso de vacunación, como sucedió con AstraZeneca, en el contexto actual. Es cierto que cuando se produce una asociación temporal hay que investigar qué está pasando, pero no existía ningún dato que estableciese una causalidad entre los episodios de trombosis venosa cerebral referidos y la administración de la vacuna. El exceso de precaución, que quizás en otras circunstancias sería el indicado, en este caso ha desfavorecido la prevención de un virus que continúa entre nosotros y que sigue produciendo mortalidad a diario.

En el actual contexto, ¿cuál debe ser la máxima prioridad?

Urge conseguir dosis y acelerar la vacunación para inmunizar a la mayor parte de la población lo más rápido posible. Esa tiene que ser, ahora, la máxima prioridad. Ya no es que podamos entrar en la cuarta ola de la pandemia de COVID, es que llegará la quinta, la sexta, la séptima... y así continuaremos, por muchas restricciones que se establezcan, porque hay una actividad económica que mantener, y ciertas interacciones sociales que son inevitables. Mientras no tengamos esa herramienta de inmunidad, a poco que se abra la mano, aumentará el riesgo de que se disparen los contagios. Y si ahora ya estamos agotados, dentro de unos meses lo estaremos mucho más.