Los usuarios y los trabajadores de las residencias de mayores fueron los primeros en vacunarse en Galicia y los datos demuestran que ya se notan los efectos. De ser uno de los sectores más afectados —con cientos de contagios y hasta 790 fallecidos desde el inicio de la pandemia— se ha pasado a que desde hace varias semanas no hay ningún usuario contagiado y desde el pasado viernes, tampoco trabajadores. Pese a los buenos datos, estos centros todavía cuentan con grandes restricciones, pero para la vocal de Enfermería de la Sociedade Galega de Xerontoloxía y directora de la residencia DomusVi Lugo, Marta Ulloa, la vacunación les ha dado “un respiro”, tras un año que define como “muy duro”.

¿Qué ha supuesto la vacunación para las residencias de mayores?

Supone ver la luz al final del túnel después del año que llevábamos que fue muy duro. El hecho de que todos estemos vacunados te permite respirar y empezar a retomar ciertas actividades de la vida diaria. En mi centro, por ejemplo, hemos vuelto a hacer talleres de cocina y otras actividades que habíamos dejado porque no se podía debido a las restricciones. Lo más importante es que puedan volver a sociabilizar en estas actividades o cuando vienen las familias, que salgan al exterior, que aprovechen para hacer cosas al aire libre y puedan recuperar el tiempo perdido.

¿Cómo afrontan la desescalada, el volver a recibir visitas?

Han estado mucho tiempo sin poder ver a sus familias porque cuando se aliviaron las restricciones, a veces, tampoco pudieron encontrarse por los cierres perimetrales y ellos están deseando volver a la normalidad. El jueves, por ejemplo, no había visto las noticias por el trabajo y ellos ya sabían que a partir del viernes iban a poder recibir más visitas y ya venían todos preguntando, hubo una revolución tremenda. Hay que tener en cuenta que lo más duro de esta pandemia fue para la gente de las residencias, fueron los más perjudicados y lo siguen siendo porque nosotros ya tenemos cierta libertad social pero ellos son todavía los más restringidos por el afán de protegerlos. Nuestro papel es complicado, estás entre dos aguas. Sabes que hay que cumplir la normativa y que es para protegerlos, pero por otra parte estamos hablando de personas válidas, con derecho a tomar decisiones y, a veces, me cuestiono si no los estaremos sobreprotegiendo.

¿Cómo fue el momento de poder retomar las salidas al exterior?

Estamos todavía intentando normalizar la nueva situación, intentando pasar página porque es cierto que muchos tenían miedo a volver a salir. Se trabajó con ellos sobre qué hacer cuando salieran porque ellos no habían estado fuera y se les informó del tema de cómo son ahora las colas, el uso del gel hidroalcohólico, etc... Trabajamos con ellos para que se sientan seguros y salgan aún sabiendo que por estar vacunados no deben dejar de extremar las precauciones. Es importante para ellos que puedan volver a salir porque muchos tenían gestiones pendientes como renovar el carnet, por ejemplo.

En el interior de los centros siguen los protocolos antiCOVID pese a estar todos vacunados.

Sí, hay que usar mascarilla en todo momento, se mantienen los turnos para ir al comedor y los grupos burbuja como marca el protocolo. Además, se realizan test al personal cada semana y cada quince días a los usuarios. Y para las familias igual, hay unos protocolos y les decimos que mejor salgan con ellos al exterior. De hecho, dentro de las restricciones estamos preparando el jardín para celebrar alguna actividad con las familias de cara al Día de la Madre.

¿Cómo se vivió la pandemia en su centro?

Ha sido un año muy duro, donde vivíamos con la tensión de tener un brote y esto se rebajó algo después de que lo tuvimos. Tuvimos a 54 usuarios y 37 trabajadores afectados y hubo 23 fallecidos. Ellos son unos campeones, es una generación que está hecha de otra pasta, con una gran resiliencia, tenían que estar encerrados en sus habitaciones y no se quejaban...

¿Por qué cree que la pandemia se cebó tanto con las residencias?

Por una parte porque son centros que concentran a la población más sensible al virus, en donde suelen estar agrupados y donde socializan un gran número de personas, muchas que entran y salen todos los días del centro. Al principio además no se sabía que los aerosoles eran la vía más importante de contagio. Por otra parte, las residencias no son hospitales, no están preparadas para tener a pacientes aislados. Los centros grandes, por ejemplo, cuentan con médico, enfermeros y fisioterapeutas y se puede atender a los mayores como si se tratase de un ambulatorio de Atención Primaria, pero esto no es lo que se nos pedía con pacientes COVID, que es una enfermedad infecto-contagiosa. Nosotros tenemos una organización para ser su casa y podemos hacer un seguimiento médico, pero no para ser un hospital.

¿Se ha aprendido algo de lo vivido? ¿Vamos hacia un cambio en el modelo asistencial?

La Xunta trabaja en un nuevo modelo para proteger a las personas mayores si volvemos a vernos en una situación de contagio como esta pandemia. Hay que centrarse en la atención centrada en la persona y cubrir las necesidades individuales del usuario. Imagino que la tendencia será que las personas autónomas vayan a centros pequeños y los grandes dependientes estén en centros donde hay personal sanitario.