Desde el inicio de la pandemia, el foco mediático ha estado puesto en el desarrollo y administración de las vacunas frente al SARS-CoV-2. No obstante, en todo el mundo, y también en A Coruña, se trabaja contra reloj en la búsqueda de posibles tratamientos para la infección causada por ese coronavirus. Y es que un año y medio después de la detección de los primeros casos en la ciudad china de Wuhan, no hay ningún fármaco específico, y el único antiviral aprobado contra el COVID es el remdesivir, creado para combatir el ébola. Corticoides, profilaxis antitrombótica con heparinas de bajo peso molecular y medidas de soporte respiratorio —desde el oxígeno convencional hasta la ventilación mecánica, pasando por el aporte de alto flujo de oxígeno y la ventilación no invasiva—, fundamentalmente, completan el abordaje terapéutico de la enfermedad que ha puesto en jaque nuestro sistema de salud.

Aunque se ensayan más de 2.000 posibles opciones terapéuticas a lo largo y ancho del planeta, las mayores expectativas están puestas, ahora mismo, en dos líneas de investigación. Por un lado, el desarrollo de anticuerpos monoclonales dirigidos a la proteína S (spike), en la que se basan la mayor parte de las vacunas contra el SARS-CoV-2. Por otro, la búsqueda de nuevas vías de administración de los fármacos, como una formulación de remdesivir para ser inhalado. Así lo expuso la doctora Marina Blanco Aparicio, neumóloga del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) y coordinadora del área de Asma de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), en el II Congreso Nacional de COVID, celebrado la semana pasada, de manera virtual. En ese encuentro, la especialista coruñesa detalló los cambios terapéuticos que se han producido en el abordaje de esa infección, desde la primera ola de la pandemia, hasta la actualidad.

“Al principio, al tratarse de una enfermedad nueva, se lanzó, por así decirlo, una red al mar, y prácticamente todo lo que entró en esa red se utilizó contra el COVID. Ahora sabemos, de hecho, que muchísimos fármacos que se administraron a los pacientes en la primera ola, como el lopinavir o la hidroxicloroquina, no son eficaces, y eso es un paso muy importante, porque algunos de esos medicamentos no están exentos de efectos secundarios”, apunta la doctora Blanco Aparicio, quien insiste en que, en aquel momento, se actuó “ante una situación desesperada”. Con el paso de los meses, sin embargo, “todos esos peces pequeños se han ido cayendo de la red”, y solo han quedado en ella el remdesivir, que es el único antiviral de acción directa aprobado para el tratamiento del COVID , y los corticoides, que “han pasado de estar contraindicados, a ser el fármaco que, ahora mismo, está salvando vidas”.

“Para combatir al SARS-CoV-2, actualmente solo está indicado el remdesivir. Para tratar las consecuencias de ese virus en el sistema inmune del paciente —en algunas personas, la infección produce una respuesta inflamatoria muy exagerada que causa daños en el organismo—, se recurre, fundamentalmente, a corticoides. Pero también están los anticuerpos monoclonales, de los que ya se tiró en la primera ola. De todos ellos, el más refrendado por los estudios es el tocilizumab, un fármaco que ya utilizaba para ciertas dolencias autoinmunes, como la artritis reumatoide. En realidad, todos los medicamentos que se han administrado desde el inicio de la pandemia estaban ya ahí. El único que no se había utilizado, hasta ese momento, en nuestro entorno, era el remdesivir, pues su indicación era para el tratamiento del ébola”, señala la experta.

Ensayos prometedores

Aunque, a día de hoy, no se utilizan fármacos inhalados específicos para combatir el SARS-CoV-2, sí se investigan varias opciones de tratamiento con esa vía de administración. “Se está trabajando seriamente en buscar una formulación para la administración del remdesivir por esa vía. La idea es que se pueda administrar ese antiviral en fases más precoces, para controlar al virus al principio y evitar que progrese la enfermedad. Se ha completado ya un estudio para evaluar su seguridad y eficacia, y ahora habrá que analizar la farmacocinética, porque administrar un fármaco por vía inhalada tiene muchísimos matices. Requiere que se libere un tamaño de partículas adecuado para que el medicamento llegue a donde va dirigido”, apunta la neumóloga del Chuac, y especifica: “Los fármacos que utilizamos, hasta el momento, por vía inhalada —para el abordaje de la EPOC o en ciertos casos de asma—, van dirigidos a los bronquios, por tanto, el tamaño de las partículas que liberan es el adecuado para que lleguen a esa localización. El COVID, sin embargo, es una enfermedad que se caracteriza porque afecta a los alvéolos pulmonares, situados más abajo, e interesa que los medicamentos lleguen hasta ahí. Se está trabajando con formulaciones de nanopartículas, consistentes en introducir el fármaco en una especie microesferas, pero habrá que ver cómo se depositan, a qué nivel y cómo se toleran, porque otro de los puntos cruciales en la terapia inhalada es la tolerancia. Ciertos fármacos no se pueden administrar así porque, debido a su osmolaridad, provocan lo que llamamos broncoespasmos, es decir, irritación en la vía aérea”, expone.

El remdesivir no es el único fármaco objeto de estudio para su posible administración, por vía inhalada, frente al SARS-CoV-2. También se investiga esa formulación en medicamentos dirigidos a la inflamación desencadenada por ese coronavirus. El Chuac ha sido incluido, de hecho, en un ensayo clínico en fase III, todavía no iniciado, para probar el uso de la molécula SNG001 (interferón beta) por esa vía. “El interferón beta se utilizó en la primera ola de la pandemia por vía subcutánea, pero los resultados no fueron buenos. Lo que se investiga ahora es su posible administración con un nebulizador que genera aerosoles. Hay algún estudio en fase de reclutamiento, pero de momento sin resultados que puedan respaldar su uso”, sostiene la especialista coruñesa, quien reconoce que la nebulización es un sistema que se desaconseja, a priori, por el riesgo de propagación del virus. “En neumología recurrimos desde hace muchos años a fármacos nebulizados para combatir bacterias y otras enfermedades, no obstante, en época de pandemia, hemos intentado evitar ese modo de administración siempre que ha sido posible por ese motivo”, remarca la doctora Blanco Aparicio, quien sin embargo aclara que, para patología respiratoria, la vía inhalada tiene significativas ventajas. “La principal es que provoca menos efectos secundarios, porque los medicamentos que se administran así prácticamente no se absorben, de manera que queda todo su efecto en la vía respiratoria”, sostiene.

La neumóloga Marina Blanco Aparicio. L. O.

Marina Blanco Aparicio | Neumóloga del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) y coordinadora del área de Asma de la Separ

“Se buscan fármacos que eviten el progreso de la enfermedad en pacientes de riesgo”

En la carrera científica para el desarrollo de tratamientos contra el SARS-CoV-2, algunos fármacos están muy bien posicionados, hasta el punto de que se ha solicitado su aprobación rápida en ciertos países. De hecho, la FDA estadounidense, que es la agencia encargada de regular el uso de medicamentos en ese país, dio luz verde recientemente a un anticuerpo monoclonal, y ya se pidió autorización para otros fármacos de ese tipo, como el CT-P59, en cuyo estudio ha colaborado el Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac).

Marina Blanco Aparicio, neumóloga del centro coruñés y coordinadora del área de Asma de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), explica que los anticuerpos monoclonales son fármacos “muy específicos, dirigidos a dianas concretas”, en el caso del COVID, a la “proteína S (spike)”. “Con uno de ellos, el otilimab, se han realizado ensayos en fase II, y aunque aún no se han publicado los resultados, me consta que son muy buenos, hasta el punto de que los promotores se plantean, incluso, parar antes el reclutamiento para intentar aprobarlo por la vía de emergencia”, avanza la especialista del Chuac, quien especifica que los anticuerpos monoclonales se administran, en la actualidad, a enfermos en fases avanzadas del COVID, pero la investigación “va dirigida al revés”. “El objetivo es intentar que la enfermedad no progrese en pacientes con factores de riesgo”, señala la doctora Blanco Aparicio. En ese sentido, augura, "no tardarán en salir novedades".