El debate sobre la reducción de la jornada laboral está de plena actualidad, una vez que el Ministerio de Trabajo ha admitido que valora la posibilidad de implantar los cuatro días de trabajo semanal.

Salvo pocas excepciones, los países de la UE aplican una jornada semanal máxima de 40 horas excepto Bélgica (38 horas) y Francia (35 horas), aunque hay también un reducido grupo de estados que adoptan como límite el establecido por la Directriz Europea del Tiempo de Trabajo (48 horas), entre los que se encuentran Holanda, Alemania, Dinamarca, Malta y Chipre. Como excepciones, Suiza tiene un límite de entre 45 y 50 horas, dependiendo del sector y la ocupación, y destacar que en Alemania también se ha abierto ya el debate entre tiempo de trabajo y/o productividad.

Probablemente haya sido esta coyuntura actual de crisis económica y social, que ha traído la pandemia, lo que ha favorecido que la sociedad empiece a cuestionar el hasta ahora inamovible principio protestante de que no hay mejor vía que el trabajo duro para conseguir los sueños. Pero en este escenario en el que se han trastocado tantas cosas, expertos como el economista catalán Joan Martínez Alier denuncian la insensatez de perseguir un crecimiento infinito; académicos como Tim Jackson y Kate Raworth, e incluso agencias oficiales de la UE, apuntan ya la necesidad de diseñar una economía poscrecimiento, aceptando la idea de que una sociedad puede prosperar sin tener que aumentar su producción y consumo de forma indefinida.

Es en este contexto que en nuestro país se plantean cambios en la vida laboral, lo que podría convertirlo en pionero en la implantación de la semana de cuatro días laborables (32 horas). El gobierno ha dado el visto bueno a un proyecto piloto para empresas dispuestas a adoptar este tipo de jornada. Una iniciativa que según el diario británico The Independent, coloca a España a la vanguardia en la búsqueda de soluciones para la mejora de la productividad, la salud mental y el medioambiente.

El debate 

Desde Más País, el partido que lanzó la propuesta, se precisa que se trata de la reducción de horas laborales, trabajar un día menos, pero sin una reducción proporcional del sueldo y sin aumentar las horas de trabajo los cuatro días restantes. Aunque la propuesta ha cuajado entre la mayoría de trabajadores, el sector empresarial muestra sus dudas y escepticismo, afirmando que la semana laboral de 4 días tiene consecuencias y provocaría bajadas de la pensión y de las prestaciones.  

Los estudios disponibles muestran tanto los casos de éxito como los de fracaso, en los primeros se alaba la conciliación familiar y en los otros se apuntan las quejas de los ciudadanos por las deficiencias de los servicios. Entre los defensores de la medida, se afirma que el disfrutar de una jornada laboral más corta daría la posibilidad de más tiempo libre para tener una mejor vida, contribuiría en la salud y bienestar personal, disminuiría los efectos del cambio climático y resultaría más rentable, ya que aumentaría la productividad pues los trabajadores estarán más descansados. Se citan ejemplos como Japón, donde algunas empresas ya han implementado la semana laboral de 4 días, y cómo las filiales de Yahoo y Microsoft han visto su productividad incrementada hasta un 40% en comparación con el mismo período de ejercicios anteriores.

Experiencias

En España se han iniciado algunas experiencias que parecen funcionar sin problemas destacados. La empresa Software Delsol, ubicada en Jaén, ha sido pionera en la implantación la jornada de 4 días semanales. Fuentes de esta sociedad aseguran que el cambio ha sido muy positivo, tanto en productividad como en el ánimo de los empleados, con una reducción del absentismo laboral del 28% y un crecimiento de la facturación del 20%. En Madrid, el restaurante La Francachela tiene hoy más personal con menos horas de trabajo y con el mismo sueldo mensual. Presume de que hay una óptima conciliación laboral de los trabajadores y mayor satisfacción en el puesto de trabajo, con más tiempo para el ocio y la vida.