“Aquí tenemos, ni más ni menos, la primera novela policíaca escrita por una mujer”. El catedrático José María Paz Gago se muestra tajante en su apreciación sobre la última novela de cuya edición es responsable bajo el sello Ézaro. Los misterios de Selva, de Emilia Pardo Bazán, no es únicamente el resultado de aunar en un mismo todo La gota de Sangre, única novela policíaca publicada en vida de la escritora, y Selva, un mecanoscrito inédito traspapelado durante años entre los efectos personales de la literata; sino toda una declaración de intenciones, pues el propio escrito había sido un misterio casi indescifrable hasta el momento.

En la obra se narran las peripecias del detective Ignacio Selva, “un Sherlock Holmes castizo”, en palabras de Paz Gago, “que vuelve de Inglaterra a Madrid y se da cuenta de que lo suyo no es el té, sino el chocolate con buñuelos”. Una figura que la condesa introduce en La gota de sangre y a cuya continuidad da pie al final de la obra. El mecanoscrito Selva supone, de este modo, la pieza inédita que faltaba en el puzzle.

Fechar el documento es crucial, pues evidencia que Emilia Pardo Bazán se adelantó, con Selva, en al menos diez años a una de las grandes figuras de la novela negra y policíaca, Agatha Christie. “Se puede fechar porque en el libro se hace alusión al robo de la Gioconda, en 1912, pero no al momento en el que se recupera”, explica Paz Gago. Una novela que ve la luz 110 años después de su concepción, en el centenario del fallecimiento de la condesa y 50 años después de la llegada del original a la ciudad. Una efeméride redonda.

“El escrito estaba entre sus papeles. Su última hija viva dona la casa familiar de la calle Tabernas a la Real Academia Galega. En enero de 1971 llega a A Coruña un camión con todos sus muebles, obras de arte y manuscritos en maletones”, refiere Paz Gago. El borrador, entonces, se encontraba en un estado impracticable: páginas entremezcladas, anotaciones a mano entre las letras mecanografiadas, tachones, borrones y manchas de todo tipo. Un estado de conservación que obstaculizó cualquier intento de edición previo. No fue por no intentarlo. “El profesor Benito Varela Jácome descubre el inédito y dice que es la novela más comercial de Emilia Pardo Bazán”, asegura Paz Gago.

Aunque hubo sucesivos conatos de editar el escrito por parte de académicos como Carlos Martínez Barbeito, que desiste en su reconstrucción, tuvieron que pasar 50 años para que este tomara forma. “Xosé Ramón Barreiro, desde la presidencia de la RAG, encarga al investigador Ricardo Axeitos, un tipo tan modesto como brillante, reordenar Selva. Axeitos encuentra páginas traspapeladas. El conjunto final es de 170 cuartillas”, relata Paz Gago. Un trabajo previo al que hay que agradecer que hoy posible que Los misterios de Selva sean una realidad tangible para los muchos admiradores de la condesa. El resultado conforma una novela policíaca con todas las letras cuya escritura hay que achacar a la personalidad ambiciosa e inquieta de Pardo Bazán, que veía triunfar en el género a Conan Doyle y quería demostrar que ella “podía hacerlo mejor”, pues, a ojos de la escritora, los personajes de Conan Doyle “carecían de profundidad psicológica”. Este reto que la condesa se autoimpuso podría ser, juzga el catedrático, una de las razones por las que el escrito nunca llegó a publicarse. El estado del documento, que revela la insatisfacción de la escritora para con su producto, propone una pista. “Dice: voy a hacer la novela policiaca perfecta. Se lanza a darle profundidad al detective, lo intenta, pero se da cuenta de que no lo ha logrado, de que el resultado no está a la altura de su obra”, concluye el catedrático, que recomienda su lectura también para indagar, un poco más si cabe, en la complicada y sorprendente psicología de la escritora.