Hace apenas una semana, la Comisión de Salud Pública, dependiente del Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (SNS), acordó seguir con el intervalo actual de dosis de las vacunas frente el COVID, tras reunirse de urgencia para analizar la posibilidad de retrasar hasta 8 semanas la administración de las segundas inyecciones de Pfizer y Moderna (basadas en el ARN mensajero) en menores de 80 años, y así aumentar la población a la que se inocula la primera. La estrategia, propuesta inicialmente por el Ministerio de Sanidad y que contaba con el apoyo de algunas comunidades autónomas (encabezadas por Andalucía y Cataluña), serviría para avanzar en la inmunización de los grupos más jóvenes. Encuentra su máximo exponente en la campaña de Reino Unidos, y ha sido adoptada también en otros países europeos, como Francia o Italia.

Cataluña volvió a poner este miércoles sobre la mesa esa posibilidad, con la finalidad de hacer “un estudio observacional”. “Es una buena estrategia”, insistió el secretario de Salud Pública de la Generalitat, Josep Maria Argimon, en su intervención semanal para actualizar la situación epidemiológica y hacer seguimiento de la campaña de vacunación en esa comunidad. Argimon volvió a destacar las “ventajas” de retrasar las segundas dosis de las vacunas basadas en el ARNm, y aseguró que esa medida reduciría las infecciones por COVID “entre un 22% y un 26%”. “Ahora tenemos 10.500 casos semanales. Cuenten ustedes mismos: tendríamos 2.500 casos menos a la semana “, defendió.

Expertos gallegos consultados por este diario ven viable esta alternativa, especialmente si hay escasez de vacunas por fallas en los suministros. La jefa del Servicio de Medicina Preventiva del área sanitaria de A Coruña y Cee, María José Pereira, recuerda que la estrategia “ha sido efectiva” para el control de la enfermedad en países como Reino Unido o Israel, que se decantaron por esta pauta “de forma muy temprana”. No obstante, “en estos momentos, en que la disponibilidad de vacunas de ARNm es mayor que en enero/diciembre, y tras valorar de forma conjunta cuánto supondría en la práctica el incremento de vacunas para poblaciones de menos de 70 años, así como la protección real de una dosis en la población mayor, parece que no hay resultados que apoyen ese retraso”, sostiene.

Sobre la efectividad que tendría una sola dosis, la doctora Pereira, integrante del subcomité clínico que asesora a la Xunta en la pandemia, apunta varios aspectos “a tener en consideración”, como “el tipo de vacunas (ARNm o vectores virales) o las cepas circulantes”. “Los datos de Galicia, de los que informó recientemente la Consellería de Sanidade, hablan de una disminución de la positividad de un 47,2% con la primera dosis. No obstante, creo que es importante señalar que si hablamos de casos graves o que requieran ingreso, este porcentaje de efectividad seguro que es algo superior, similar a los resultados obtenidos en países de nuestro entorno, que hablan de más de un 70% de hospitalizaciones evitadas con una sola inyección de las vacunas”, expone la jefa de Medicina Preventiva del área sanitaria coruñesa.

Claramente a favor de la estrategia de espaciar la administración de las segundas dosis de las vacunas de ARNm se manifiesta el profesor emérito de Medicina Preventiva y Salud Pública Juan Gestal, quien consideraría una decisión “muy acertada” retrasar “a 6 y 8 semanas” las segundas inyecciones de Pfizer y Moderna. “No afectaría, prácticamente, a la protección de las personas vacunadas, que con una sola dosis de estas vacunas producen ya una elevada cantidad de anticuerpos neutralizantes, y permitiría administrar más primeras dosis a un número mayor de población, aumentando la inmunidad colectiva y dificultando la circulación del SARS-CoV-2”, afirma Gestal, quien además sostiene que, “al igual que ocurre con otras vacunas, al distanciar la segunda dosis, la respuesta a esta será, con toda seguridad, mayor que la que se obtenía antes”. “Todo beneficios”, proclama, contundente.

En sintonía con el profesor Gestal, la catedrática de Inmunología África González respalda también esa estrategia, y aunque asegura que lo más óptimo, siempre que haya vacunas suficientes, es seguir la pauta estudiada en los ensayos clínicos, “estamos en una situación anómala”, con “escasez de dosis, la limitación que se ha puesto en la edad de administración de algunas vacunas (como la de AstraZeneca, en España y otros países), el frenazo que se produjo en la distribución de la de Janssen, y a la espera de la aprobación de otras (Novavax, Curevac y Sputnik)”. “Y dado que hay una gran parte de la población vulnerable (mayores de 60 años) aún a la espera, es preferible agilizar el proceso e inocular la primera inyección, lo antes posible, al mayor número de ciudadanos de ese colectivo. Hay que priorizar a los más vulnerables. Esto permitirá disminuir enfermedad, secuelas y muerte, a mucha más gente, en el menor tiempo posible”, destaca González, quien respalda esta afirmación en que “algunos estudios muestran eficacia de 70% tras una única administración”, que se incrementa al “90-95%, tras las segunda”. “Lo que no se ha analizado son pautas con distinto espaciamiento de dosis —Pfizer es de 21 días y Moderna, de 28—, excepto en la de AstraZeneca, que pospuesta a 12 semanas, mostró mejor respuesta que a menor tiempo”, señala.

Varios estudios apuntan hacia esa estrategia


Un estudio publicado recientemente en la revista científica PLOS Biology y liderado por la Universidad de York en Toronto (Canadá), sugiere que retrasar las segundas dosis para vacunar a más ciudadanos frente al COVID podría ser una buena estrategia de salud que ayudaría a mejorar la eficacia de la vacunación. La investigación apunta a que dar prioridad a la inoculación generalizada con las primeras dosis disponibles puede reducir las nuevas infecciones, las hospitalizaciones y las muertes por coronavirus. Para comparar el impacto epidemiológico de las diferentes estrategias de vacunación, los investigadores construyeron un modelo matemático que simulaba la transmisión de COVID y varios calendarios de vacunación con la segunda dosis retrasada. Así, descubrieron que espaciar la segunda inyección entre 9 y 15 semanas evitaba más hospitalizaciones, infecciones y muertes en comparación con seguir los calendarios recomendados para las vacunas basadas en el ARN mensajero, es decir, las de Pfizer y Moderna. También observaron que los niveles de protección de la primera dosis eran estables si se retrasaban las segundas dosis, y que el nivel de protección tras retrasar las segundas dosis era idéntico a la protección general de los que reciben dos dosis según el calendario. Aún así, los investigadores advierten de que se necesitan más estudios para determinar el tiempo óptimo entre las dosis para cada tipo de vacuna. No obstante, aseguran que “cuando se compite contra un brote incipiente”, los resultados de su trabajo muestran que dar prioridad a la cobertura de la vacuna con la distribución rápida de las primeras inyecciones es “fundamental” para mitigar los resultados adversos y permitir que el sistema sanitario pueda atender otras necesidades médicas de la población que no sean el COVID”.