Leer un periódico que antes ha manipulado otra persona no conviviente, una costumbre en bares y cafeterías, puede considerarse un hábito prácticamente seguro, si atendemos a las evidencias científicas. La probabilidad de transmisión del coronavirus SARS-CoV-2, el patógeno que causa el COVID-19, después de tocar un objeto contaminado, es de menos de uno entre 10.000, según el informe publicado el pasado 5 de abril por los Centros de Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés). Además, la alta porosidad del papel de prensa reduce aún más esa exigua probabilidad de contagio.

Año y medio después de la irrupción de este virus, el conocimiento de los mecanismos de contagio ha avanzado mucho. Las imágenes de consumidores desinfectando los envases de comida antes de guardar la compra del supermercado forman parte del pasado. La comunidad científica ha comprobado la importancia del contagio por aire, algo que la Organización Mundial de la Salud negó al principio de la pandemia y que aún genera resistencias. En lo que los científicos coinciden totalmente es en la escasa relevancia de la transmisión por fómites —objetos y superficies— del SARS-CoV-2.

Según los estudios citados por los CDC estadounidenses, la existencia de virus viable es mayor en superficies no porosas como metales, plástico y cristal, pero se reduce a minutos en las porosas, como el papel de periódico, donde el virus se inactiva más rápidamente. Esto podría atribuirse a la acción capilar de los poros —el efecto de absorción que observamos cuando sumergimos el extremo de un papel de cocina en un líquido y vemos que se mueve a través de él— y a la evaporación más rápida de las gotas de aerosol. Y todo esto en condiciones de laboratorio. En la vida real, los hábitos normales de higiene, el calor, la ventilación y la luz solar contribuyen a degradar todavía más este virus.

Ya en julio de 2020 Emanuel Goldman, profesor de Microbiología de la Rutgers University (EEUU), opinaba en The Lancet que “la posibilidad de transmisión a través de superficies inanimadas es muy pequeña, y solo en los casos en que una persona infectada tosa o estornude en la superficie y alguien más toca esa superficie poco después”. En septiembre, un estudio publicado en la misma revista científica y realizado en un entorno hospitalario por investigadores italianos indicaba que existe un bajo riesgo de transmisión de este coronavirus por fómites en condiciones de la vida real, siempre que se cumplan los procedimientos de limpieza.

Como ha recordado en diversas ocasiones José Luis Jiménez, catedrático de Química de la Universidad de Colorado (EEUU) y referencia mundial en aerosoles, otros virus que, como el SARS-CoV-2, tienen una cubierta de lípidos, no sobreviven mucho tiempo en nuestras manos, por lo que para infectarnos con este coronavirus deberíamos tocarnos los ojos, las fosas nasales o la boca poco después de tocar una superficie contaminada, un gesto que impide en gran medida el uso de la mascarilla.

Los expertos remarcan que lavarse las manos es un hábito de higiene muy recomendable para evitar una amplia variedad de enfermedades infecciosas, aunque su capacidad para reducir los contagios de COVID-19 se considera mucho menor que otras medidas, como la distancia social, el uso de mascarillas bien ajustadas y una buena ventilación. Por ejemplo, un programa intensivo de lavado de manos en el Reino Unido redujo el contagio un 16%.

Un reciente artículo científico publicado en The Lancet y firmado por el español José Luis Jiménez y otros científicos aportaba hasta una decena de pruebas de la importancia de la transmisión aérea del nuevo coronavirus, y una de ellas es la escasa evidencia existente a favor de las gotas grandes y fómites. Por tanto, hojear un periódico o un libro leído antes por otras personas no se puede considerar una práctica de riesgo.

Los sobres de papel reducen la viabilidad microbiana

Un ejemplo de la menor viabilidad que tienen los microbios sobre el papel es la recomendación de los científicos de guardar las mascarillas que vayamos a reutilizar en sobres de papel y no en bolsas de plástico o envases de acero o cristal. Entre los organismos de referencia mundial que recomiendan guardar las mascarillas en sobres están los Centros de Control de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, que señalan que la viabilidad del virus SARS-CoV-2 se reduce considerablemente sobre superficies porosas como el papel.