El paciente solo se queda con el positivo o negativo, pero detrás de una PCR hay mucha más información que permite a los médicos conocer la capacidad de contagiar que tiene un enfermo, ajustar su cuarentena o saber la variante del coronavirus con la que se ha infectado. Gracias al aprendizaje sobre la enfermedad conforme pasaban los meses y una mejora en algunos tipos de pruebas diagnósticas, los laboratorios de Microbiología ofrecen ahora un informe personalizado de cada paciente que se somete a una PCR ya sea porque está el hospital, ha sido un contacto estrecho o se somete a un cribado.

Los profesionales del laboratorio de Microbiología del Complexo Hospitalario de A Coruña (Chuac) —donde cada día se analizan de media 2.000 PCR, pero hay jornadas que rebasan con creces esa cifra— conocen bien cómo ha evolucionado la interpretación de datos que aportan este tipo de pruebas conforme avanzaba la pandemia. Ellos fueron los que detectaron el primer caso en Galicia —en marzo de 2020 — y también fueron pioneros en darle una vuelta a la interpretación de estas pruebas que permitió “grandes avances” a la hora de saber, por ejemplo, cuando un paciente ya deja de contagiar y, por tanto, puede abandonar el aislamiento obligatorio.

“En la primera ola básicamente nos limitábamos a un resultado de si era positivo o no y era muy valioso para detectar casos, pero conforme evolucionó la pandemia fuimos viendo que, en ocasiones, desaparecía la clínica, es decir, el paciente ya no tenía síntomas pero seguía dando positivo en las PCR y lo que hicimos fue intentar entender qué sucedía ahí porque el paciente estaba perfectamente pero con una PCR positiva era obligatorio el aislamiento”, indica el jefe de Microbiología del Chuac, Germán Bou, quien explica que la clave está en la carga viral del paciente.

La PCR, la prueba diagnóstica de referencia y con una sensibilidad que supera el 90%, se encarga de detectar material genético del virus en el organismo. Mediante lo que se conoce como el umbral de ciclos de amplificación permite saber la cantidad de virus que tiene un contagiado. “Este umbral es inversamente proporcional a la carga de virus, es decir, cuanto menor umbral de amplificación, mayor es la carga viral y al revés”, indica Bou, quien explica que gracias a estos datos pudieron empezar a “catalogar a los pacientes” entre quienes tenían capacidad todavía para transmitir el virus y quienes ya no eran contagiosos aunque su PCR siguiese siendo positiva. “Por ejemplo, si un paciente tiene un umbral por encima de 30 y además tiene un estudio serológico positivo, es decir, había generado anticuerpos, aunque la PCR fuera positiva, ya consideramos que ese paciente ya no es contagioso o probablemente no lo sea ya que las probabilidades son mucho menores que quienes tienen una carga viral alta”.

Esta nueva forma de interpretar los datos, que comenzó ya el verano pasado, permitió “un gran avance” a la hora de gestionar las cuarentenas. “Cuando se comenzó a aplicar, el verano de 2020, teníamos a muchos mayores en residencias que permanecían aislados porque sus PCR continuaban siendo positivas. Así, sabiendo que la carga viral era baja, se pudo levantar la cuarentena a quienes se consideraba que no eran contagiosos”, explica Bou, quien recuerda que esto solo es posible con las PCR pero no con los test de antígenos que solo indican si el paciente está infectado o no.

La PCR determina la capacidad de contagiar de un paciente, pero no aclara la vía por la que se infectó y tampoco es clave a la hora de saber el tratamiento que debe dar el médico aunque, como explica Bou, es un dato más a tener en cuenta en el abordaje del paciente.

“El tratamiento no depende únicamente de la carga viral. Hay jóvenes con carga viral alta y están leves. Tiene más que ver con la sintomatología”, indica este microbiólogo que asegura que en el Chuac apenas han notado variaciones en la carga viral de los pacientes en las diferentes olas. “Hay un poco de todo y siempre fue así”, sostiene.

Más allá de lo que el aprendizaje de la enfermedad permite analizar en los resultados de la PCR, este tipo de pruebas diagnósticas también han evolucionado a lo largo de estos meses y ya hay modelos que permiten realizar un cribado inicial para detectar las variantes británica, brasileña y sudafricana al detectar ciertas mutaciones presentes en ellas. Eso sí, para confirmar que realmente se trata de una cepa distinta a la original hay que hacer finalmente una secuenciación, algo que al principio obligaba a enviar las muestras a otros laboratorios, pero que ahora puede hacerse en el propio Chuac.

El pasado mes de marzo, el servicio de Microbiología —que mantiene el laboratorio que funciona las 24 horas y que se creó por la pandemia—, abrió su propio laboratorio de secuenciación genómica con técnicos especializados en esta materia. “Logramos secuenciar unos 36 o 40 genomas a la semana y enviamos a Salud Pública del Sergas en Santiago el resultado de entre 100 y 150 muestras cada siete días”, indica Bou, quien explica que esta secuenciación “es muy importante para ver las variantes que circulan en el área y conocer también si ciertos casos son reinfecciones o no”. Pese a tener ya la posibilidad de secuenciar aquí cualquier muestra, no se hace con todas porque es un proceso muy complejo. “Cada semana se realiza un muestreo aleatorio para ver qué variantes circulan por la zona y además desde Medicina Preventiva o Salud Pública nos remiten casos que tienen alto valor epidemiológico, pacientes con sospecha de que pueden ser cierta variante o cuando se precisa un estudio más exhaustivo, por ejemplo, con un paciente que ya tuvo el virus y vuelve a infectarse y hay que ver si se trata realmente de un reinfección”, indica.