Evaluar durante un año la situación inmunológica de usuarios y trabajadores de residencias sociosanitarias vacunados frente al COVID y, al mismo tiempo, analizar la utilidad de los test rápidos de anticuerpos para extender su uso en esos centros es el doble objetivo que persigue un estudio puesto en marcha, recientemente, en el Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac). La enfermera de la Unidad de coordinación y apoyo a residencias del área sanitaria Mercedes Domínguez Fernández, y el farmacéutico y microbiólogo Alejandro Seoane Estévez, del Servicio de Microbiología del Chuac, lideran esta investigación, en la que participan 400 usuarios y trabajadores de dos residencias de mayores coruñesas, Padre Rubinos y Orpea, a los que se hará un seguimiento cada tres meses. Los datos obtenidos en los sucesivos análisis servirán para conocer el nivel de protección de unos y otros. A partir de ahí, se podrá determinar, entre otras cuestiones, si es preciso administrar a estos colectivos una tercera inyección, como ha sugerido ya la farmacéutica estadounidense Pfizer.

“La vacunación frente al COVID en las residencias sociosanitarias de nuestra área sanitaria arrancó el 29 de diciembre, y finalizó a principios de febrero, aunque a los nuevos residentes, y a los trabajadores que se incorporan, obviamente, se les continúa administrando la inyección. La decisión de poner en marcha este estudio se tomó, precisamente, al concluir esa campaña, con la idea inicial de evaluar si tanto los usuarios, como los profesionales, habían generado inmunidad”, explica Mercedes Domínguez, quien especifica que “la principal forma” de hacerlo es “mediante una serología de tipo Elisa, que permite detectar anticuerpos en la sangre de los pacientes con una elevada sensibilidad”. “Frente a esta prueba, que se realiza en el laboratorio de Microbiología del Chuac, están los test rápidos de anticuerpos, que se llevan a cabo mediante un simple pinchazo en el dedo, y cuyo resultado se obtiene en apenas 15 minutos. Son rápidos y sencillos, pero su sensibilidad no es la mejor. De hecho, a veces determinan que no hay inmunidad, sin que necesariamente sea así. Esto ocurre porque pueden estar enfocados a detectar anticuerpos frente a la proteína S (los que se generan tras la vacunación), o frente a la proteína N”, señala.

A las palabras de la enfermera de la Unidad de coordinación y apoyo a residencias, el microbiólogo Alejandro Seoane, agrega: “Los usuarios de las residencias son una población de alto riesgo, de ahí que aunque estén vacunados sea necesario hacer un seguimiento muy cercano de su protección frente al SARS-CoV-2. Ahora disponemos de técnicas rápidas que permiten, por así decirlo, detectar de forma indirecta ese escudo inmunológico. Estas pruebas pueden ser muy útiles, porque facilitarían que cada residencia, con el paso del tiempo, pudiese ir haciendo las suyas. Llevar ellos mismos el control. El problema es que su sensibilidad no es la mejor, y por eso surge esta investigación: para comparar esos test rápidos con la prueba de referencia que hacemos en nuestro laboratorio de Microbiología”, detalla Seoane.

Para llevar a cabo el estudio, los investigadores del Chuac seleccionaron una “muestra representativa” de la población diana. En total, 400 usuarios y trabajadores de los cerca de 7.000 que suman las residencias de mayores del área sanitaria coruñesa. “Elegimos dos centros en concreto, Padre Rubinos y Orpea, porque nos permitían tener la población necesaria, y están muy cerca del Chuac, lo cual facilita el transporte de las muestras de sangre. Además, cumplían el perfil que buscábamos: usuarios que pasaron el COVID, y otros que no han tenido la infección”, apunta Domínguez, quien asegura que la respuesta por parte de ambas residencias fue “muy buena”. “Como Unidad de coordinación y apoyo, tenemos una relación estupenda con los centros, que siempre aceptan muy bien nuestras propuestas. De hecho, en algunas residencias ya nos habían preguntado si íbamos a hacer algo así. Ellos mismos nos lo demandaban, la pena es no poder hacerlo en más. En cualquier caso, les agradecemos a todos su colaboración”, subraya.

Las primeras extracciones para el estudio se realizaron los días 23, 24 y 25 de marzo, “alrededor de tres semanas después” de que los participantes recibiesen la segunda dosis de la vacuna de Pfizer. La siguiente toma de muestras tendrá lugar “hacia finales de junio o principios de julio”, y las sucesivas se harán a los “seis, nueve y doce meses” del comienzo. “Iremos comparando los resultados obtenidos mediante la prueba de referencia y el test rápido, y si observamos que hay concordancia entre los dos métodos, se podrá concluir que los test rápidos pueden ser útiles en las residencias, como una forma rápida y sencilla de hacer el seguimiento de la protección frente al virus. Y si además vemos que todos los participantes en el estudio continúan cubiertos a los tres, seis o nueve meses, quizás se pueda determinar que no es preciso administrarles más dosis. Aunque esto habrá que ir viéndolo en las sucesivas mediciones”, expone Alejandro Seoane.

La fotografía de la que parten los investigadores del Chuac, a raíz de los datos obtenidos tras las primeras extracciones, es que “el 94% de los usuarios, y todos los trabajadores que participan en el estudio”, tenían anticuerpos 21 días después de completar su pauta de vacunación. “En ese primer análisis, detectamos que las personas que pasaron la infección y recibieron la vacuna tienen, en general, niveles más altos de anticuerpos, aunque esto es muy variable. Y también constatamos que la respuesta inmunitaria depende mucho de la edad, ya que ese 6% de residentes que no generaron anticuerpos (inmunidad humoral) rondan los 90 años. Por otro lado, el test rápido que realizamos tuvo una sensibilidad del 85%, que aumenta casi al 100% en el caso de los trabajadores. De nuevo se verifica el peso de la edad”, detalla Mercedes Domínguez. En relación con la eficacia, recalca que “ninguno de los participantes en el estudio se ha contagiado de COVID tras la vacunación”.

“Hay que mantener las medidas de protección; la vacuna no impide la circulación del virus”

Al margen de los resultados que se extraigan del estudio de seroprevalencia en residencias del área sanitaria coruñesa, sus investigadores principales, la enfermera de la Unidad de coordinación y apoyo a esos centros, Mercedes Domínguez, y el farmacéutico y microbiólogo Alejandro Seoane, insisten en que la vacunación frente al COVID “no nos puede llevar a bajar la guardia”.

“Las medidas de protección tienen que ser las mismas; la vacunación protege ante el riesgo de desarrollar enfermedad grave, pero no impide la circulación del virus. Tener anticuerpos no cambia nada, hay que seguir como hasta ahora. No queremos más brotes”, subraya Domínguez.

En la misma línea, Seoane recuerda: “Habrá que seguir llevando mascarilla, restringiendo aforos en espacios cerrados, etc... Ahora que estamos con un pie fuera del estado de alarma, es importantísimo destacarlo. Perder la tensión y dejarse llevar por el hecho de que se esté vacunando, puede dar una falsa sensación de seguridad”, avisa.