La activista trans y exdiputada de la Asamblea de Madrid, Carla Antonelli, imparte el próximo 5 de junio una ponencia en el marco de la iniciativa Visibles nas redes, promovida por la asociación ALAS A Coruña. Estos días, ha tenido que abandonar su despacho en la Asamblea de Madrid, de la que se queda fuera al haber sido relegada a un puesto que define como “imposible”. Paralelamente, la proposición de la Ley Trans, debatida ayer en el Congreso, no ha salido adelante debido a la abstención de su partido, el PSOE, que manifestó hasta el momento discrepancias con el proyecto, elaborado por el Ministerio de Igualdad.

Impartirá, el próximo 5 de junio, la ponencia Visibles nas redes, organizada por ALAS A Coruña. En términos materiales, ¿cómo repercute el ser visibles en la calidad de vida de las personas trans?

De lo que no se habla, no existe. Si no hubiésemos sido visibles, y no hubiésemos utilizado esa poderosa herramienta a lo largo de todo este tiempo desde el activismo, el exponer tu propia vida y tu propio cuerpo, no estaríamos hablando de ninguno de los derechos conseguidos. La visibilidad es la toma de conciencia de la propia existencia para el conjunto de una sociedad.

El proceso de visibilización de las realidades trans se ha acelerado en el último lustro. Hoy se sitúa en el centro del debate público. ¿A qué se debe?

Es el efecto de una botella llena de agua con gas, que cuando la sacudes, al final sale todo. El colectivo de las personas trans siempre hemos arrastrando más tardíamente nuestros derechos. Aquel 28 de junio de 1969 se resumió como el power gay, cuando, en realidad, toda esa revolución de Stonewall se inició en un pub de mayoría de personas trans. Siempre hemos quedado relegadas. En España salió lo del matrimonio igualitario, y años después, con mucho dolor y sufrimiento a título personal, salió una Ley de Identidad de Género pionera en el mundo, desde la no necesidad de una cirugía genital para poder cambiar la documentación, que 14 años después necesita una reforma intensa, desde la despatologización y la autodeterminación. Ese auge de visibilidad de las personas trans es la acción-reacción del hecho de no haber estado en primera línea de los derechos fundamentales del colectivo.

Es un arma de doble filo. El colectivo recibe mucho más apoyo a raíz de ser visible, pero también más violencia.

Es un arma de doble filo siempre. Es el caro peaje de la visibilidad: te expones más, y al exponerte, eres centro de diana de los intolerantes. Es de triple filo, porque cuando sucede eso, lo que pretenden es que te vuelvas a meter debajo de una piedra, pero cuando se inicia un proceso revolucionario de este tipo ya no se puede dar marcha atrás: estamos aquí, hemos llegado, y no nos vamos a ir, no vamos a dar ni un paso atrás. Miradas al frente y hacia delante.

A usted la visibilidad la ha convertido en el referente que no tuvo.

Yo no tuve ninguno. Yo en los 60 no existía, había una dictadura y una censura. Cuando salgo de mi casa en el 77 sí, Bibiana Fernández ya tenía papeles en cine y ya había sido portada de Interviú. A mí la película Cambio de sexo me llenó de esperanza. Hoy vemos que tiene muchos estereotipos, pero en ese momento, para mí, una persona de 17 años que acaba de salir de su casa, esa película cuenta una historia muy similar de rechazo y desarraigo. He sido visible a pesar mía. Yo ni me imaginaba antes de salir de mi casa que quería ser activista, eso te lo planteas hoy en día, en ese momento era una cuestión de supervivencia y de resistencia ante lo que parecía que estábamos predestinadas: la esquina, el espectáculo, y, sobre todo, la represión y la brutalidad policial. Te revuelves contra todo eso, estás defendiendo tus propios intereses y de repente estás hablando no solo por ti, sino por cientos de personas.

Una de las herramientas es el lenguaje inclusivo, que suscita controversia incluso en sectores a priori afines, como el feminismo, que lo defendió durante años.

Creo que son excusas espúreas para lo que la verdad esconde. Hay que rascar un poco para ver lo que hay debajo, que es el rechazo, la misoginia, y la transfobia. Siempre hemos abogado por un lenguaje inclusivo y cuando toca, en este caso, con las personas trans, se habla de neolenguaje. No deja de ser una contradicción que defiendas una cosa para tus propios intereses pero la rechaces para otras personas. Las palabras evolucionan a medida que pasa el tiempo: se pasa de travesti a transexual, de ahí a personas trans.

Ayer se debatió el borrador de la ley trans en el Congreso. No se va a tramitar por la abstención de su partido, el PSOE. ¿Se siente traicionada?

A mí lo que me avergüenza es que se haya torpedeado el borrador de la Ley Integral Trans como proyecto de ley del gobierno para ser llevado al Consejo de Ministros. Me preocupa que incluso con una proposición no de ley, casi de idénticas características, no salga. También me preocupaba que saliera y se inflara a enmiendas al no ser un proyecto de ley del propio gobierno y que se dejara morir en el Congreso. Quien ha manejado esos hilos a mí no me representa. Me representa el PSOE del 39º Congreso y el programa electoral del presidente Pedro Sánchez, o del corazón de ese borrador del que ahora se reniega, que no es más que un copia y pega de la ponencia final de un texto registrado por el PSOE en el Congreso. A mí me representa ese PSOE. Otra cosa son las personas, con nombres y apellidos propios. El 39º Congreso dejó claro cuál era su postura, también en 11 comunidades Autónomas de este país. Yo he sido ponente en la Ley de Transexualidad de la Comunidad de Madrid, que nosotros impulsamos. Canarias ayer mismo dio el penúltimo paso y en el próximo pleno la aprueba definitivamente, basada en los principios de la autodeterminación. Ese es el PSOE también. Habrá que delimitar los nombres y las personas.

Como dice, el borrador que ayer no prosperó es casi idéntico a una propuesta registrada por el PSOE en 2017. ¿A qué se debe este viraje?

El problema no es, en sí mismo, la ley que hoy se ha debatido en el Congreso, el problema es que no se ha llevado al Consejo de Ministros por su orden y su causa natural, los compromisos que se tenían en el Gobierno. Estos son iniciativas de colectivos con formaciones políticas debido a que lo otro no daba curso. Habrá que analizar que aquí hay muchos intereses personales y guerras de poder y cuotas de espacios. A mí eso no me importa tanto, pero me preocupa mucho más que entre medias se esté sacudiendo a cerca de 50.000 personas de este país, en estos tiras y aflojas de un lado y de otro, asumiendo posiciones extravagantes y extremistas, que están provocando mucho dolor y sufrimiento. Se está vapuleando a un sector de la población de este país ya con un estigma y una trayectoria histórica de discriminación. Parece que cuando se habla de personas trans no somos siquiera personas, parece que somos un debate, una teoría.

Los detractores del borrador apelan a la “inseguridad jurídica”.

Por inventar, podemos inventar lo que queramos. Cuando no es una cosa, es otra. Ahora es la inseguridad jurídica. La seguridad nos la da que no somos el primer país en el mundo en hacerlo. Hay países que llevan con este proyecto desde hace nueve años. No podemos compararnos con países con normativas a la baja. Comparémonos con países que tienen los derechos de las personas trans al alza, como los Países Bajos o Dinamarca. ¿Cómo vamos a pedir seis meses de reflexión, si cuando Gallardón propuso una semana de reflexión para las mujeres que querían abortar, nos echamos las manos a la cabeza? Al final, pedir una reflexión es cuestionar nuestra propia autodeterminación, que es un sinónimo de emancipación. De esto en la historia de los derechos de las mujeres sabemos bastante, de depender del criterio de los padres, de los maridos, de ser cuestionada, de pedir permiso para tener cuentas en los bancos. Siempre dudando sobre nuestra propia capacidad. Aquí se está poniendo en tela de juicio lo mismo, se duda de nuestra libre voluntad y de nuestra capacidad. Se nos trata como a niños y a niñas, se nos pretende tutelar de por vida. Yo soy autónoma e independiente, no necesito ningún juez o médico que me diga “sí, eres una mujer.” Ya está bien.

Cualquier ley conlleva cierta inseguridad, a fin de cuentas.

Claro. Eso es. Si cualquier ley vigente de España se deroga por la posibilidad de vulneración de esa ley no existiría ni una sola normativa. Para perseguir ese mal uso ya está el Código Penal. A día de hoy no se podría casar una persona española con una extranjera porque hay gente que vulnera esa ley y lo utiliza para obtener la residencia. Imagínate, hubiéramos derogado la Ley de Violencia de Género por ese 0,06 de denuncias falsas. Por un caso de mal uso no tumbas una ley. Son argumentaciones tan simplistas que lo intentan con una, se desmonta y van a otra: ahora son las cárceles, que si violan, o no sé qué. Hasta Instituciones Penitenciarias tuvo que salir a desmentir que en una cárcel de Cataluña hubiera 20 mujeres trans encarceladas por violar a otras mujeres. O la otra barbaridad delirante de que un hombre se va a convertir en mujer para entrar en los baños. ¿Vas a cambiar una documentación, los títulos, la partida de nacimiento, las cuentas del banco, para entrar en un baño de mujer?

Un discurso que se ha asentado y difundido bastante es el del “borrado de mujeres”.

Eso es como cuando las mujeres blancas pensaban que al reconocerse derechos a las mueres negras se los iban a quitar. Nadie borra a nadie, y, en todo caso, habría que hablar de borrado de mueres trans. Una de las cabecillas, Ángeles Álvarez, es firmante de esa ponencia de 2019 donde declara la autodeterminación y la libre voluntad, y ahora dice que no. Si dices eso en un espacio de dos años es que en alguna de las dos mentiste, porque son cosas opuestas. Yo toda mi vida defendí lo mismo. Hice lo que tenía que hacer y ahora también. Si eso significa que haya tenido que ir en un puesto imposible a la candidatura de la Asamblea de Madrid y me haya quedado fuera, pues nunca con la cabeza tan alta y con la mirada tan al frente.