Tras nueve meses de subidas, picos, bajadas, mesetas, olas de diferente intensidad y el tsunami de enero, que dejó tras de sí un reguero de fallecimientos, hospitalizaciones y contagios por COVID y a punto estuvo de colapsar los hospitales de A Coruña, el SARS-CoV-2 consolida su repliegue en el área sanitaria, arrinconado por el avance de la vacunación. Con menos de 500 infecciones activas ( ayer 487 y hoy exactamente 483), la situación epidemiológica de la demarcación coruñesa es ya similar a la de principios del pasado agosto, en plena escalada de contagios tras el brote originado en un centro deportivo de Arteixo. De hecho, no se registraba una cifra tan baja de casos desde el día 11 de ese mes. Con respecto a hace una semana, el área coruñesa resta 118 infectados y, en lo que va de mes, son 234 menos.

Según el balance del Sergas de este martes, en 24 horas solo se detectaron 11 nuevos positivos en el área sanitaria de A Coruña y Cee, donde la cifra de hospitalizados desciende también lentamente. Según el balance diario de Sanidade, ayer había 36 pacientes con COVID ingresados en centros hospitalarios coruñeses, dos menos que el lunes. Siete de esos enfermos permanecían en unidades de cuidados intensivos (UCI) y 29, en planta. Hoy la cifra de hospitalizados ha bajado a 33, la mitad de los que había a principios del mes de mayo, y bajan a 5 los pacientes en UCI.

“PRUDENCIA”

La evolución de la pandemia en el área sanitaria de A Coruña y Cee invita a la esperanza, pero los expertos insisten en la necesidad de “no bajar la guardia” y seguir cumpliendo, a rajatabla, las medidas de protección individual que todos deberíamos tener más que interiorizadas: uso de mascarilla, lavado frecuente de manos y respeto de aforos, tanto en espacios cerrados, como en lo referente a las reuniones sociales. Seguir cercando al virus, insisten, está en nuestras manos.

“Podemos hablar de cierto control del COVID, pero hasta la normalidad faltan meses, incluso algún año”, advertía hace apenas quince días, en estas páginas, la jefa del Servicio de Medicina Preventiva del área sanitaria coruñesa, María José Pereira, e instaba a “no retroceder ni un paso en lo alcanzado hasta ahora”. Con todo, la doctora Pereira, miembro también del subcomité clínico que asesora a la Xunta desde el inicio de la pandemia, reconocía entonces que la demarcación coruñesa no se mantenía tan regular “casi desde el mes de agosto”.

En la misma línea, y ante el inminente cese del segundo estado de alarma, el responsable del Servicio de Medicina interna del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), Fernando de la Iglesia, manifestaba un deseo: “Que gracias a la suma de responsabilidad y vacunación solo haya casos y brotes aislados, se detecten pronto, se actúe rápido y se frene la transmisión”. Para lograr que ese anhelo se cumpla, el doctor De la Iglesia reiteraba un mensaje, “corto y claro”, a la población: “Vacunación y prudencia”. También la jefa de Neumología, Carmen Montero, apelaba entonces a la “sensatez” y el “sentido común”. “Nos corresponde más que nunca ejercer nuestra responsabilidad y actuar con máxima prudencia”, remarcaba.

De la ola de agosto al ‘tsunami’ de enero

El área sanitaria de A Coruña y Cee no bajaba del medio millar de infecciones activas por COVID desde el pasado 11 de agosto, en plena escalada de contagios tras haberse registrado un brote en un centro deportivo de Arteixo. Ante el avance de la transmisión, el Sergas obligó entonces al cierre del ocio nocturno, prohibió las fiestas y verbenas, clausuró de nuevo los centros de día y limitó las reuniones en la ciudad coruñesa y su comarca. Eran las primeras restricciones desde la desescalada de mayo. El 19 de agosto, con 960 infectados por COVID en toda la demarcación sanitaria, y tras detectar el Sergas que tres de cada cuatro contagios se producían en jóvenes, se inició el primer cribado masivo, al que fueron convocados 62.000 coruñeses de entre 18 y 40 años. Duró más de dos meses, pero solo se dieron resultados de la primera semana.

El primer cierre perimetral llegaría a finales de octubre, cuando el Sergas decidió prohibir los desplazamientos entre algunos concellos, incluidos A Coruña y Arteixo, para evitar un incremento de los contagios durante el puente de Todos los Santos. Poco después, todos los municipios de la comarca se convertirían en una “almendra”, de la que la ciudad de A Coruña no volvería a salir hasta finales de febrero. Las navidades dispararon los contagios, hasta el punto de que enero fue el mes en que se pulverizaron todos los récords de la primera ola de la pandemia. La demarcación coruñesa llegó a registrar hasta 549 nuevos positivos en solo un día, y hubo varias jornadas en las que estuvo por encima de los 400. En paralelo, arrancaba la campaña de vacunación. Su primera parada, las residencias sociosanitarias.

Ante el imparable aumento de contagios, hospitalizaciones y decesos, echaron a andar también los cribados en los concellos del área sanitaria. Arteixo, Cerceda, A Coruña, A Laracha, Carral, Sada, Oleiros Betanzos o Miño son algunos de los municipios donde se llevaron a cabo esos testeos masivos. El pico de infectados se alcanzó el 31 de enero, cuando la demarcación coruñesa rebasó los 6.000 casos activos de COVID. En este contexto, la gerencia del área sanitaria se vio obligada a habilitar una nueva UCI en el área quirúrgica de la tercera planta del Chuac. Las unidades de críticos del complejo coruñés llegaron a rozar el centenar de ingresados con COVID, lo que llevó al Sergas a plantearse trasladar de enfermos de A Coruña a Lugo, aunque al final no hubo que hacerlo.

El pico máximo de hospitalizados de toda la pandemia (427) se registró en el área sanitaria el 1 de febrero. 25 días después, y tras mejorar las cifras de contagios, el Sergas puso en marcha la nueva desescalada, permitiendo reabrir la hostelería y la movilidad en el área.