Con solo 25 años, sin saber casi inglés y sin formación previa en cubrir conflictos, el periodista Antonio Pampliega se fue a Irak a cumplir con su sueño de convertirse en reportero de guerra. Trece años después, tras haber cubierto conflictos en Afganistán, Somalia o Sudán del Sur y ser secuestrado por Al Qaeda durante 299 días en Siria, ha dado un giro a su carrera. Sigue en zonas de guerra, pero ya no le interesan “los tiros, la primera línea” de batalla sino “las historias” de quienes viven en estas zonas. Su escala de valores dio un giro de 180 grados durante el secuestro y ahora quiere hacer reflexionar a los más jóvenes, “sobre la suerte que tienen de haber nacido aquí”. Por eso, hoy participa en el XII Congreso Lo que de Verdad Importa que se celebra en A Coruña, en cuya organización colabora la Fundación María José Jove y donde compartirá escenario con Alejandro Gómez, Tuco, un empresario con cáncer y esclerosis múltiple y que explicará su historia de superación y Lola Fernández-Ochoa que fomentará los valores que aporta el deporte y “la importancia de la familia”.

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Arranca en A Coruña el congreso 'Lo que de verdad importa' LOC

¿Qué valores quiere transmitir hoy a los jóvenes con su historia?

Sobre todo la empatía. Vivimos en un mundo demasiado individualista, donde pensamos que somos el centro del universo cuando no es así. Pero también el valor del compromiso, de los sueños y de la familia. No prestamos la atención que merece a la palabra familia porque crees que tus padres siempre van a estar ahí, pero no es así y cuando te das cuenta siempre es demasiado tarde. Nos tiene que pasar algo malo para darnos cuenta de todo lo bueno que teníamos.

¿Qué parte de la importancia que da a estos valores le viene de su profesión y qué parte del secuestro vivido en 2015?

Al principio, cuando te vas a una zona de guerra, lo que quieres es ser Pérez-Reverte, te vas a la aventura, pero una vez en terreno te das cuenta de que te tiene que motivar algo más. Al final comprendes que entras en la vida de otras personas que te acaban regalando su historia porque te sientas con ellos, les escuchas. Ellos, que viven en situaciones desesperadas, muchas veces quieren desahogarse y que tu lo transmitas. Tu trabajo es ese y es una pasión que te puede pasar factura como a mí me ocurrió durante el secuestro. Cuando sales piensas, ¿merece la pena? Pero te das cuenta de que te falta algo, que quieres volver a viajar, que quieres volver a sentarte con la gente y escuchar esas historias.

En la facultad no enseñan a ser reportero de guerra. ¿Cómo fue su primera vez en zona de conflicto?

No me preparé.Los profes no te explican cómo funciona esto, yo no sabía ni que era un freelance. Fui un poco a la aventura y eso es emocionante, pero visto con el tiempo a aquel Antonio le daría una colleja porque no sabía donde se estaba metiendo: casi no hablaba inglés, no sabía la situación real de Irak, no estaba formado para lo que es cubrir una zona de guerra.

¿Se curte uno sobre el terreno?

Sí. El periodista de guerra no se hace en las facultades, se hace sobre el terreno. Puedes ser el mejor en el aula pero tienes que estar preparado para lo que nosotros vemos. Además, en las redes se crean grupos de Facebook donde los periodistas nos vamos ayudando sobre qué hoteles o con quien trabajar en cada zona. Siempre intentas trabajar en terreno con más personas por si acaso.

¿Uno se acostumbra al miedo y a lo que se ve en una guerra?

El problema de que te vayas acostumbrando a trabajar en zonas de guerra es que al final acabas perdiendo ese sexto sentido. Si vas muchas veces a zonas de guerra y pierdes el miedo, cruzas una línea invisible que es lo que me pasó a mi en 2015. Yo había estado varias veces en Siria, en Afganistán,dices ‘nunca me ha pasado nunca nada’, hasta que te pasa. ¿Por qué? Porque te confías y en esta profesión no te puedes confiar porque lo pagas.

¿No pensó que le podía pasar?

Sí,sí, cuando una persona va a una zona de guerra debe tener asumido que puede no volver, porque las guerras son lo que son. Tu lo asumes y vas con todas las consecuencias y si no, quédate en casa.

Imagino que hay un antes y un después al secuestro. ¿Cómo fue ese cambio?

Sí, el Antonio de 2015 era más impulsivo y los reportajes eran lo más importante. Después la cosa cambia, ya no vas con esa necesidad de ir el primero,de ir muchas veces... Me liberan en mayo y en octubre empieza la conquista de Mosul. Podría haber ido pero preferí quedarme en casa porque no era lo que me llamaba, ya he estado muchas veces en zonas de conflicto, donde hay disparos. Ahora tengo otra escala de valores, me importa más hacer otro tipo de reportajes más humanitarios y sociales, no tanto tiro. He estado de nuevo en zonas de conflicto, como Afganistán, pero no en primera línea.He estado en la retaguardia contando historias de gente que tiene mucho más que transmitir que soldados que ni siquiera saben por qué luchan.

El secuestro también le hizo valorar más a la familia.

Hasta que no te quitan algo no te das cuenta de su importancia. En los 299 días de secuestro una de mis preocupaciones más importantes era cómo estaba mi madre, tiene un problema de corazón. Imagínate decirle que su hijo está secuestrado. Te comes la cabeza.

Cuando ocurren casos como los de Roberto Fraile y David Beriain, ¿se le viene todo a la cabeza de nuevo?

Roberto era un gran amigo , estuvimos juntos en Siria, compartimos muchos momentos, le hirieron y yo estaba con él y lo sacamos a Turquía. No te viene todo de nuevo, pero piensas ‘¿Cuántos amigos he perdido y vuelves a preguntarte: merece la pena?’ Yo creo que sí merece la pena.

¿Está la gente anestesiada ante las imágenes de guerra o cada vez hay más conciencia?

La gente no está concienciada, no tiene ni idea de lo que pasa en las guerras porque los medios ya piensan por ellos. No se muestra la realidad de lo que hay allí,la guerra no es solo gente disparando y huyendo. ¿Por qué no mostramos a padres llorando encima de los cadáveres sus hijos o cómo operan los doctores en zonas de guerra? Yo he visto operar con cucharillas para sacar balas y con focos de coche. No soy partidario de mostrar a gente destrozada porque no aporta nada, pero sí el sufrimiento de los demás. Si hemos perdido la empatía con ese sufrimiento ya nos podemos extinguir, no tenemos sentido como sociedad. Pero por ejemplo, yo he enviado piezas del hospital en Siria a Londres y me dicen ‘hay mucha sangre, esto no lo podemos meter’. ¿Cómo no quieres que haya sangre si es un hospital y a veces la sangre nos llegaba al tobillo?

Durante la actual pandemia se comparó en ocasiones esta situación con una guerra, se hablaba en términos belicistas. ¿Qué le parece?

Todo depende del prisma con que lo veas. Para un español la pandemia ha sido como la bomba atómica, pero un sirio se descojona de nosotros. Aquí podemos ir al súper, salir de casa y en Alepo si ibas a una panadería te jugabas la vida porque el régimen bombardeaba panaderías, cruzabas una calle y no sabías si había un francotirador esperando. Es cierto que aquí faltaban EPI, camas, pero solo ahí solo puedo hablar de mi experiencia en Alepo. El mayor hospital que había, con ocho plantas, no tenía ni material ni nada para tratar a los pacientes, se atendía en suelos sucios. Si era urgente se le operaba, es decir, se la amputaba, daba morfina y se le mandaba en un taxi a un hospital del régimen para que lo tratasen allí. La pandemia tiene importancia porque han muerto muchas personas, pero es incomparable.

Al menos, ¿cree que los países ricos han aprendido que también pueden ser vulnerables o esto es algo que se olvidará con el tiempo?

Ya nos hemos olvidado, no ha servido para nada. ¿Recuerdas las imágenes del 8 al 9 de mayo en Madrid como si fuera fin de año? No hemos aprendido nada. Somos individualistas, pensamos solo en nosotros, ni siquiera en tu familia porque tú sales a emborracharte el 8 de mayo, pillas el COVID y tu madre se muere por eso y da igual. ¿Por qué? La culpa, de nuevo, de los medios de comunicación. Si tu no enseñas la consecuencia del COVID no tienen miedo, la gente se cree que es una mentira. Yo no trabajé en pandemia, pero según mis compañeros era más fácil meterse en hospitales en zona de guerra que meterte en uno de aquí.

Grabó un documental para Cruz Roja A Coruña sobre la pandemia. ¿Qué fue lo que más le sorprendió?

Me sorprendió que yo no pensaba nunca en trabajar en mi país, lo vulnerables que podemos ser. Fue una experiencia bonita. De las historias, la que más me sorprendió fue la de Manuel que vivía en la calle y de un día para otro, estaba como quien dice solo en la ciudad.

Asegura que el periodismo tiene que hacer autocrítica. ¿Cómo ve el futuro de la profesión?

Los corresponsables de guerra vamos a extinguirnos, cada vez se apuesta menos por nosotros porque somos muy caros. Vivimos en una sociedad donde parece que lo que importa son otras cosas.

Y si ya le parecía que se hablaba poco de estos temas...

¿Qué sabes de Yemen o de Siria? De Gaza y porque están todos allí. Sin corresponsales de guerra el mundo es mucho más opaco y puedes hacer lo que quieras, y es cuando ganan los malos. Si nadie sabe lo que estoy haciendo...

¿Qué consejo daría a un alumno de periodismo que sueñe con ser corresponsal de guerra?

Que es una carrera de fondo, donde no llega el más rápido sino el que aguanta más y que vaya por la gente, que no lo haga por su ego o por los premios… y que lo disfrute porque es una experiencia que te cambia la vida para siempre.