Hace apenas cuatro meses que Bárbara Blanco empezó a ejercer como voluntaria haciendo compañía a Marialuisa, usuaria de 88 años de una residencia de mayores de A Coruña. Hablan por teléfono con frecuencia y, una vez a la semana, quedan para tomarse un café, ir juntas a algún recado o, simplemente, para pasear. “Marialuisa me aporta otra forma de pensar, perspectivas diferentes. Conversando con ella aprendo muchísimo sobre cómo han cambiado los tiempos, sus vivencias me hacen ver todo lo que ha avanzado la sociedad en múltiples cuestiones y eso, a su vez, me ayuda a valorar más lo que tengo”, resume.

Bárbara colabora en el programa de acompañamiento a personas mayores de Asdegal (Acción Solidaria de Galicia), entidad con presencia en cinco localidades gallegas, incluida A Coruña, donde cuenta con una nómina de “unos sesenta voluntarios”, especifica Tereta Berbel, delegada de la ONG en la urbe coruñesa. Entre ellos, subraya, “mucha gente joven, activa y con ganas de ayudar”. Y es que, con la pandemia de SARS-CoV-2, “se ha disparado la demanda para participar en este tipo de voluntariado”, y hubo también “un cambio generacional”. “Antes, la mayoría de nuestros voluntarios tenían entre 55 y 70 años; ahora, la edad media oscila entre 18 y 20, o entre 35 y 40 años, principalmente. Sin embargo, y pese a que la soledad de los mayores ha crecido exponencialmente también, percibimos una carencia de solicitudes para este servicio”, apunta Berbel, quien atribuye esta situación, por un lado, “al temor al COVID” y, por otro, a la “comprensible desconfianza” que puede generar en ese colectivo el hecho de haber sido objeto de numerosos engaños por parte de personas que se hacían pasar por miembros de ONG para cometer estafas. “Esa es una barrera que tenemos que vencer. Por eso, en la primera entrevista que hacemos a los posibles usuarios del programa, tratamos que estén siempre acompañados por un familiar, vecino u otra persona de su confianza, para que vean que somos de fiar, y se firma un documento en el que nos hacemos responsables de su atención. Nuestro único objetivo es que los mayores puedan estar mejor atendidos”, subraya.

La delegada de Asdegal en A Coruña explica que el programa de acompañamiento a mayores de esa entidad echó a andar en la ciudad centrado, sobre todo, en residencias. “Trabajábamos con Padre Rubinos y con La Obra de La Señora, donde hacíamos muchas actividades presenciales con nuestros voluntarios. La pandemia nos obligó a paralizar todo eso, aunque mantuvimos uno de los proyectos, denominado Cartas solidarias y consistente en que voluntarios y usuarios mantengan contacto mediante correspondencia”, detalla Berbel, quien insiste en que el incremento de la soledad entre los mayores les llevó a tratar de potenciar “mucho más”, desde agosto de 2020, el acompañamiento a domicilio. “Hemos contactado con los servicios sociales del Ayuntamiento, y también con el Sergas, para ofrecernos a realizar con ellos esta labor. Y hacemos un llamamiento a la ‘zona barrio’, porque en la farmacia, el bar o la parroquia se pueden detectar primero esas situaciones de soledad. Nuestro objetivo es que nos conozcan, nos vean y sepan que estamos ahí. Hasta ahora hemos crecido así, gracias al boca a boca”, señala.

"Nuestro objetivo es que nos conozcan, nos vean y sepan que estamos ahí"

Tereta Berbel - Delegada de Asdegal (Acción Solidaria de Galicia) en A Coruña

Aunque en el ámbito de los mayores, el objetivo principal de Asdegal es “acompañar soledades”, la entidad desarrolla otros proyectos, enfocados a cubrir necesidades de la infancia o a promover la educación para la salud. También trabaja en el ámbito de la mujer con iniciativas como Mujeres mucho que decir, que prevé poner en marcha en A Coruña “este curso”. Los voluntarios, explica Tereta Berbel, les llegan por varias vías. “Muchos, a través de la plataforma virtual hacesfalta.org o de nuestra página web, asdegal.org. Y también recibimos voluntarios de la Universidade da Coruña (UDC), pues tenemos un convenio con esa institución”, apunta la coordinadora de la entidad en A Coruña, quien especifica que a todos esos voluntarios se les ofrece formación, “indispensable” para desempeñar su labor.

Ana Usero, en una calle del barrio de Peruleiro. Carlos Pardellas.

Ana Usero | Usuaria del programa de acompañamiento a personas mayores de Asdegal

“Aunque tengo a mi gente, las voluntarias han mejorado mi vida”


Ana Usero tiene 74 años y una discapacidad del 55% derivada de un accidente de tráfico sufrido en 2006, que le ha dejado problemas de movilidad (tuvo que ser intervenida de ambas rodillas y se ayuda de una muleta para desplazarse) y audición (utiliza audífonos), entre otras secuelas. “Hasta ese momento era una persona muy activa, disfrutaba haciendo planes con mis amigas, pero a raíz del accidente estoy mucho más limitada”, reconoce Ana. A través de Matilde, una de esas “amigas que son como hermanas” y que la ayudan “muchísimo”, supo de la existencia de Asdegal (Acción Solidaria de Galicia). Desde entonces, forma parte, como usuaria, del programa de voluntariado de acompañamiento a mayores de esa entidad.

“Actualmente, tengo asignada una voluntaria, Carmen, que es un encanto. Viene a mi casa todos los jueves para hacerme los recados, porque yo, por mis circunstancias, no puedo cargar con pesos. Es una persona estupenda, muy cariñosa”, cuenta Ana, quien insiste en que la visita semanal de Carmen le facilita enormemente su día a día. “Empezó conmigo como voluntaria ya en época de pandemia de COVID, por eso, al principio, solo hablábamos por teléfono y no podíamos salir. En casa no me ayuda, porque me voy defendiendo bien, pero me trae todo lo que necesito de fuera. Es maravillosa. Incluso un día, cuando se fue a hacerme los recados, sufrí un episodio de vértigos tremendo, y cuando llegó estaba tirada en el suelo. No sé ni cómo conseguí abrirle la puerta. Ella misma me hizo las curas y pasó muchísimo tiempo conmigo hasta que me recuperé”, destaca.

Antes de que Carmen llegase a su vida, en plena emergencia sanitaria, Ana tuvo asignada otra voluntaria de Asdegal, Susana, “encantadora también”. “Ella solía venir los fines de semana, el sábado o el domingo, y bajábamos a pasear. El problema es que sufrió una caída, se rompió el coxis y tuvo que ser operada. Entre eso y la pandemia, llevo un tiempo sin verla, pero me llama por teléfono prácticamente a diario. Es una chica joven, está muy pendiente de mí y la quiero mucho también”, señala esta coruñesa, quien asegura que “compartir tiempo y conversar” con personas de otras generaciones “es muy enriquecedor”.

“Durante muchos años, fui profesora de clases particulares, y siempre he estado rodeada de jóvenes. Para mí no es una novedad. Además, soy bastante sociable, y tengo un círculo de amistades importante. Bajo muchas veces a pasear con mi amiga Matilde, mi amiga María Jesús me acompaña al médico... y tengo familia también. Lo que ocurre es que mi hermano vive en Salamanca, donde yo residí durante algún tiempo. Antes bajaba mucho a verlo en coche, pero desde que sufrí el accidente, me resulta imposible. No estoy sola en el mundo, ni mucho menos. Tengo a mi gente, pero el programa de Asdegal ha mejorado mi vida. Desde que vienen las voluntarias, todo es mucho más fácil”, concluye.

Bárbara Blanco, en la plaza de España de A Coruña. Víctor Echave.

Bárbara Blanco | Voluntaria del programa de acompañamiento a personas mayores de Asdegal

“Los mayores tienen bagaje vital tremendo y muchísimo que aportar”


Justo antes de la pandemia de COVID, e inspirada por el ejemplo de una amiga que hacía “algo similar” en Barcelona, Bárbara Blanco empezó a darle vueltas a la posibilidad de realizar voluntariado de acompañamiento a personas mayores. “Me sentía mucho más identificada con esa opción que con cualquier otra, porque creo que los mayores tienen un bagaje vital tremendo y muchísimas enseñanzas que aportar”, cuenta esta vallisoletana residente en A Coruña, quien decidió entonces contactar con varias ONG que desarrollan proyectos de ese tipo en la ciudad. “En aquel momento, solo me respondió Asdegal (Acción Solidaria de Galicia), pero irrumpió la pandemia en nuestra vidas, y el tema quedó un poco aparcado. Durante las pasadas navidades, decidí retomarlo. Volví a escribir a varias entidades, y tras conocer un poco más la labor que desarrolla Asdegal, finalmente me decanté por colaborar con ellos. Un par de meses después, me asignaron a Marialuisa, que vive en una residencia, y estoy encantada”, subraya.

Bárbara reconoce que al principio “resulta un poco raro” llamar por teléfono o quedar con una persona a la que no conoces de absolutamente nada, pero asegura que Marialuisa, una mujer “súper extrovertida, con un montón de ganas de hablar y de compartir vivencias”, se lo puso siempre “muy fácil”. “Hablamos por teléfono, con frecuencia, de cuestiones cotidianas. Ella me cuenta su día a día, yo el mío... sin tener un previo, y tampoco una expectativa. Y también nos vemos una vez a la semana. La pandemia dificultó un poco nuestros inicios, por así decirlo, porque Marialuisa vive en una residencia y hasta hace bien poco, tanto las visitas a esos centros, como las salidas de los usuarios, estaban bastante restringidas. De hecho, para ir a verla tenía que pedir cita previa y no podíamos pasar juntas más de 35 minutos, a cierta distancia y, por supuesto, con mascarilla. Era muy gracioso, porque teníamos que hablar en un tono elevadísimo, y cuando coincidíamos en la sala con otro residente y su visitante, las conversaciones se cruzaban y acabábamos charlando los cuatro”, relata.

Desde que Marialuisa puede salir de la residencia, Bárbara y ella aprovechan sus encuentros semanales para dar un pequeño paseo, tomarse un café o hacer juntas algún recado. “Lo que nos apetezca cada día”, señala esta vecina de A Coruña, quien reconoce que las personas de su entorno desconocían la existencia de este tipo de voluntariado, y al principio les sorprendía un poco su participación. “Ahora ya lo ven de otra manera. Además, piensan en sus abuelos o en otros mayores de su entorno que quizás viven en otros lugares, y se dan cuenta de lo necesario que es este voluntariado. Porque no estamos hablando solo de acompañar a personas que estén solas en el mundo, que también. A veces es gente que simplemente tiene a su familia en otra ciudad”, remarca.