La respuesta del sistema inmune ante las vacunas o una infección varía en cada persona. Que el ejército que conforman las células y factores solubles que trabajan de forma coordinada para proteger al organismo frente a cualquier patógeno o agresión externa funcione al 100% depende de factores como la edad, el sexo o la genética, pero también de los hábitos que lleve esa persona. “El estrés, el consumo de alcohol o tabaco, las horas de sueño o ciertos fármacos influyen en la respuesta inmune de una persona”, sostiene la expresidenta de la Sociedad Española de Inmunología, África González, de los expertos aseguran que una persona que lleve “una vida sana” no precisa reforzar su sistema inmune, dan las claves sobre cómo mantenerlo a raya en plena pandemia de coronavirus y qué factores influyen más en su correcto o inadecuado funcionamiento.

-¿Qué factores del propio individuo influyen en la respuesta inmunitaria? “La edad es lo más importante. La edad avanzada se asocia a una desregulación del sistema inmunitario, denominada inmunosenescencia. Los mayores responden peor a las vacunas, a patógenos nuevos y tienen mayor respuesta inflamatoria”, explica González. Y en una guía publicada por la Sociedad Española de Inmunología (SEI) recuerdan que ocurre lo mismo en el otro extremo de la vida: los bebés, sobre todo hasta los dos o tres años, son más susceptibles a sufrir infecciones ya que “no tienen un sistema inmunitario todavía completamente maduro”. Pero además también influye el sexo — “las mujeres producen más anticuerpos, tienen doble cromosoma X, donde hay algunos genes del sistema inmunitario que pueden ser favorables para una mejor respuesta ante las infecciones”, explica González— y la genética tiene mucho que decir. Los inmunólogos recuerdan que hay personas que debido a ciertas mutaciones son más predispuestas a sufrir ciertas infecciones y resaltan también el papel que juega la previa exposición a un determinado patógeno. “La historia de cada individuo es diferente, dependiendo de la exposición que tuvo, el número de infecciones, la respuesta inmune generada, si tiene memoria inmune, etc...”, señalan.

-¿Afecta tener alguna patología de base? Sí. Más allá de quienes tienen alguna enfermedad que afecte directamente al sistema inmunitario, otras patologías como la diabetes, la hipertensión o las enfermedades cardiovasculares hacen que ese paciente “sea más susceptible a sufrir infecciones” y que su respuesta a ellas sea más grave. También reducen la capacidad de respuesta del sistema inmune ciertos tratamientos como los inmunosupresores o los anticuerpos monoclonales que reciben pacientes trasplantados o con enfermedades autoinmunes y que limitan la “actividad del sistema inmunitario” y por tanto, les hace más susceptibles de sufrir infecciones.

-¿Hay factores psicológicos que influyan en la respuesta inmune? Sí, uno de los aspectos que más afecta, según los expertos, es el estrés continuado en el tiempo. “El estrés induce la formación de cortisol. Si el estrés es agudo, es una señal de alerta rápida, pero luego vuelven los niveles normales. Sin embargo, si el estrés es crónico, se produce un nivel mantenido alto de cortisol que produce inmunosupresión”, sostiene González, coautora de una guía de la SEI en la que también se refleja que la depresión pude afectar y al contrario, que llevar una vida relajada con buenas relaciones sociales es positivo para las defensas. “El estado de satisfacción ayuda a liberar hormonas inmunopotenciadoras”, aseguran.

-¿Qué hábitos son perjudiciales? Los inmunólogos recuerdan que el consumo de tabaco y alcohol tiene un efecto inmunodepresor en el organismo similar al experimentado si se vive una situación de estrés prolongado en el tiempo. Por otra parte, alertan de lo negativo que es el sedentarismo, pero también el deporte extremo — “los deportistas de élite terminan la temporada inmunodeprimidos”, resaltan— y aconsejan realizar ejercicio de forma moderada.

-¿Qué se puede hacer para mantener a raya al sistema inmunitario? Además de evitar el consumo de alcohol y tabaco, reducir el nivel de estrés y practicar deporte de forma moderada, los expertos añaden la importancia de dormir bien. “Se requiere un sueño adecuado para tener un correcto ritmo circadiano, con producción de hormonas que son necesarias para el desarrollo de los leucocitos (melatonina). Los más saludable es dormir entre siete y ocho horas diarias”, explican los inmunólogos y recuerdan también que es clave ponerse las vacunas que se indican en los calendarios oficiales y seguir una dieta sana y equilibrada.

-¿Qué papel juega la alimentación? Tanto desde la Sociedad Española de Inmunología como desde el Consejo General de Colegios de Farmacéuticos aseguran que el déficit de ciertos nutrientes —especialmente de las vitaminas C y D o de zinc— pueden hacer que el sistema inmunitario no funcione correctamente. La vitamina C —presente en las fresas, el melón, el tomate o el brécol— es antioxidante (bloquea radicales libres expulsados durante la respuesta inflamatoria) y ayuda a la formación de colágeno (que permite que las mucosas y la piel ejerzan su papel protector ante posibles agresiones externas); la vitamina D —presente en el atún, la caballa o el salmón, pero que sobre todo se adquiere por la exposición a la luz solar— “estimula la inmunidad innata” y tener bajos niveles de zinc — mineral que se encuentra en las ostras, los frutos secos o los cereales integrales— puede hacer mermar el número de anticuerpos. Los farmacéuticos aseguran que, salvo quienes sigan ciertas dietas que eliminan algunos alimentos o quienes padecen ciertas enfermedades, lo habitual es que nadie presente déficit de estos nutrientes y recuerdan que de nada sirve apostar por un extra de estas sustancias en la dieta si no hay una carencia previa ya que el sistema inmune no saldrá reforzado sino que funcionará con normalidad.

-¿Es posible reforzar el sistema inmune? Más que reforzar se trata de que funcione los más cerca al 100% que se pueda y para ello, lo inmunólogos recuerdan que el individuo puede modificar ciertos hábitos (a la hora de dormir, reducir el estrés o no consumir tabaco y bebidas alcohólicas), pero otros factores que influyen en la respuesta son intrínsecos a cada uno (edad, sexo o patologías previas) y poco puede hacerse en este sentido.

-¿Es necesario hacerlo? “Haciendo una vida sana podemos tener un sistema inmunitario sano”, asegura tajante la catedrática gallega África González.

-¿Es adecuado recurrir a suplementos que prometen aumentar las defensas? “No es conveniente. Con una dieta variada y rica no es necesario, solamente si hay algún déficit de elementos esenciales, pero siempre bajo supervisión médica. El déficit de vitamina D, por ejemplo, es frecuente en España, y si se confirma se pueden dar suplementos de esta vitamina. Si tenemos déficit de hierro, se pueden dar aportes de hierro, pero insisto, siempre con supervisión. La mayoría de lo que necesitamos está en la dieta mediterránea, y si tenemos una nutrición rica y variada, no se necesita ningún aporte adicional”, sostiene González, quien deja claro que lo adecuado es una dieta equilibrada ya que si no se cubren las necesidades diarias de los diferentes nutrientes “el sistema inmunitario no funciona adecuadamente”, pero también es negativo el otro extremo, la obesidad. “Se asocia a un estado inflamatorio del organismo, ya que las células grasas (adipocitos) producen citocinas proinflamatorias. Debemos evitar las dietas restrictivas y los excesos”, indica.

-¿Estos suplementos son realmente eficaces? Los expertos alertan de la publicidad engañosa tanto en los suplementos — “indican que potencian los defensas o el sistema inmunitario cuando no se ha hecho ningún ensayo clínico que lo demuestre”, sostiene esta especialista— como de los bautizados como superalimentos. “Se llama así a alimentos ricos en ingredientes funcionales, pero hay muy pocos datos que avalen que realmente sean preventivos o curativos de enfermedades. En la mayoría de los casos pueden ser sustituidos por otros convencionales mucho más baratos”, sostiene la expresidenta de la Sociedad Española de Inmunología que recuerda además que el consumo de suplementos conlleva el riesgo añadido de que al final el paciente tenga un exceso de algún nutriente como ciertas vitaminas, lo que puede ser negativo para su salud. “Las cosas en exceso pueden ser también perjudiciales. Hay vitaminas que se acumulan en nuestro organismo y por tanto hay que tener mucho cuidado con automedicarse”, concluye González.