La plantilla de los centros educativos trabajó a destajo el pasado verano para convertir los colegios e institutos gallegos en un fortín frente al coronavirus. Y pese a que ni los propios profesores creían que sería posible afrontar todo el año sin volver a estar cerrados y con clases telemáticas —como ocurrió durante el confinamiento—, a pocos días para que finalice el curso, se ha conseguido y con buena nota. “Las expectativas en septiembre eran bajas, muchos creíamos que en 15 días volveríamos a estar de nuevo en casa y haber conseguido terminar el curso de manera presencial es muy satisfactorio”, señala la presidenta de la Asociación de Directivos de Institutos de Galicia y directora del Eusebio da Guarda de A Coruña, Isabel Ruso. Como ella, otros profesores consultados aseguran que el balance de este curso marcado por los protocolos COVID es “positivo” y que al final fue “más llevadero” de lo que se creía. Eso sí, a las puertas de las vacaciones de verano ya piensan en septiembre y reclaman a la Xunta que mantenga el mismo número de profesores de refuerzo y los desdobles para garantizar las distancias entre alumnos y fortalecer una atención más personalizada.

“Gracias al trabajo realizado por las directivas de los centros en verano y a que la actitud de los alumnos fue ejemplar a la hora de cumplir las restricciones, los contagios en los colegios fueron mínimos y de hecho fue uno de los lugares donde la población mejor respondió”, sostiene el profesor y presidente del sindicato ANPE Galicia, Julio Díaz. Los datos le avalan. El último informe del Sergas revela que hay 269 positivos vinculados a centros educativos y cuatro aulas en cuarentena en toda Galicia y aunque en lo peor de la pandemia llegó a superarse los 2.700, lo cierto es que fue anecdótico el tener que cerrar todo un centro por este motivo.

Cuando el 15 de marzo de 2020 se decretó el confinamiento obligado de la población, se suspendieron las clases presenciales en toda Galicia y no volvieron a recuperarse hasta septiembre. Preparar la vuelta a las aulas supuso meses de dudas, miedos e incertidumbres tanto para las administraciones que tenían que elaborar el protocolo —en el caso de Galicia se cambió en varias ocasiones, incluso cuando ya los colegios se habían organizado con las normas previas— como para los profesores. No se sabía la capacidad de transmisión del virus que tendrían los niños, si cumplirían a rajatabla las normas y el objetivo era evitar por todos los medios que las clases se convirtieran en un polvorín de contagios.

Lo primero fue la cuestión logística. Para guardar la distancia mínima exigida entre alumnos (1,5 metros), cada centro tuvo que intentar estirar unas instalaciones pensadas en la mayoría de los casos para clases más numerosas. “Tuvimos que trasladar alumnos a las aulas de plástica, de tecnología o de música y cuando no era posible guardar la distancia por falta de espacio se instalaron unas mamparas que separan a los alumnos”, explica Isabel Ruso. En otros casos se optó por desdobles y hubo que ampliar y reorganizar los recreos para que los alumnos de diferentes cursos no coincidiesen en el patio.

Pero más allá de la cuestión de espacio o reorganización de las instalaciones, la pandemia obligó a una adaptación constante de cualquier dinámica en los colegios. Por protocolo había que reducir el uso de material en papel que pudiera compartirse, lo que obligó a dejar en cuarentena de 48 horas las fotocopias con ejercicios o los exámenes para corregir. Y lo mismo con lo utilizado en clase de Educación Física. Pero no todo es negativo, algunas nuevas prácticas son positivas y han llegado para quedarse. “Empezamos a trabajar por ámbitos y proyectos y es algo que se va a seguir porque tuvo muy buenos resultados”, indica Sofía Rama, profesora en Rianxo. “Este curso se incrementaron las actividades en el exterior en cualquier asignatura”, añade Rubén Barrán, docente en un colegio de A Coruña.

Y a las medidas antiCOVID establecidas se suma, aseguran, la buena respuesta de los alumnos, especialmente los más pequeños. “Han sido todo un ejemplo, horas sin quitarse la mascarilla y si lo necesitan para algo, te preguntan”, sostiene Barrán. Lo mismo aseguran docentes de instituto, donde reconocen que el único problema era evitar grandes aglomeraciones en las entradas, salidas o cambios de clase.

Con la experiencia de estos meses y a pocos días para que finalice el curso, profesores y familias ya piensan en el siguiente en el que creen que se mantendrán restricciones similares, pero hay cuestiones que mejorar. “No puede ser que los niños pasen tanto frío, tuvieron que ir con mantas a clase y creo que hay que solucionar el tema de la ventilación igual con medidores de CO2 y reducir el tiempo de apertura de ventanas “ indica Julio Díaz. Desde la Federación de ANPAs de A Coruña, Dolores Blanco reclama mejorar la enseñanza virtual y que se instalen cámaras en las aulas para que un alumnos enfermo pueda seguir la clase desde su casa. “No se ha avanzado. Si ahora hacemos muchos trámites online e incluso las reuniones de vecinos son telemáticas ¿por qué no una clase?”, sostiene y demanda también que se mantengan los desdobles. Algo que piden la mayoría de docentes consultados ya que temen que al reducir la distancia entre alumnos a 1,2 metros se despida a estos profesores de refuerzo y se vuelva a la normalidad prepandemia cuando el próximo año, reconocen, no será todavía un curso 100% como antes.