“Cuando se aproxima el verano, y empieza el calor, tiemblo”. Así de rotundo se manifiesta el jefe de la Unidad de Lesionados Medulares del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), Antonio Rodríguez Sotillo, al explicar cómo afrontan los profesionales del servicio que dirige la llegada del buen tiempo, teniendo en cuenta que, entre junio y septiembre del pasado año, atendieron a cinco pacientes con lesión medular por zambullida, la “peor cifra” registrada desde 1991. “Tirarse al agua de cabeza es una temeridad; la primera vez, siempre de pie”, advierte este especialista, quien asegura que en sus 40 años de profesión, “jamás” ha visto a una mujer con lesión medular por un accidente de ese tipo. “Esa temeridad es masculina y se da, sobre todo, en la segunda y la tercera década de la vida”, subraya.

Menudo verano el de 2020.

Fue terrible. Registramos cinco ingresos de pacientes con lesión medular por zambullida. Dos o tres de ellos, con un pronóstico desolador. Una pequeña lesión medular ya es mucho para quien la sufre, aunque yo como especialista pueda adjetivarla de otra manera, pero si encima es grave... estamos ante un auténtico drama. Sobre todo, porque evitar ese tipo de accidentes es bien sencillo: con solo pensar en que por tirarte de cabeza al agua te puedes quedar tetrapléjico, ya has hecho la prevención.

¿A qué atribuyen esas cifras?

No hay una causa concreta. La única circunstancia diferente, con respecto a veranos anteriores, es que salíamos del confinamiento domiciliario de la primera ola de la pandemia de COVID. Esto, por decir algo, porque no existe ninguna otra razón para el sinsentido.

¿Cuál es el perfil del paciente que ingresa en su Unidad con lesión medular por zambullida?

Hay un perfil claro: hombres jóvenes. Es más, en mis cuatro décadas de profesión, jamás he visto a una mujer con lesión medular por zambullida. Esa temeridad es masculina y se da, sobre todo, en la segunda y la tercera década de la vida, aunque el año pasado atendimos también a algún paciente que no tenía, precisamente, 20 años.

Informar a pacientes de que sufren paraplejia o tetraplejia tiene que ser un trance durísimo. ¿Cómo les plantean la situación?

Las estrategias de afrontamiento pasan por comunicar a los pacientes su situación siempre en presencia de sus familiares directos, cuando el pronóstico está claro, han sido valorados por el psicólogo de la Unidad y pueden asumir la información que van a recibir, pues nunca es buena ni la que ellos esperan, lógicamente. Durante los dos primeros años, la lesión medular pesa muchísimo en los pacientes. A partir de ahí, es cuando empiezan a ver la vida con cierta normalidad, dentro de lo que les ha cambiado, puesto que antes caminaban, y ahora van en silla de ruedas, posiblemente eléctrica. Pero ese proceso de asimilación lleva un tiempo.

"Tirarse de cabeza al agua es una temeridad; la primera vez, siempre de pie"

¿Qué papel juegan las familias en ese proceso?

El apoyo de las familias, cuando las hay, es absolutamente clave. Por eso trabajamos con ellas también. En pacientes que están entre la segunda y la tercera década de su vida, el núcleo familiar suele estar muy organizado. No obstante, cuando la lesión medular se da en personas de mayor edad, y las familias están menos estructuradas, suele haber más dificultades.

¿Cómo trabajan con esos pacientes?

Procuramos recibir a los pacientes agudos lo más precozmente posible. De hecho, muchas veces son trasladados por los compañeros del 061 directamente al Chuac, y a partir de ahí a nuestra Unidad, desde el propio punto del accidente o desde los servicios de Urgencias de otros hospitales del Sergas. Afortunadamente, cada vez atendemos a más pacientes con lesión medular incompleta, porque la buena recogida y el adecuado tratamiento de la fase hiperaguda en el lugar del siniestro, así como la correcta movilización y traslado, minimizan las secuelas a largo plazo. Y eso aumenta el margen de mejora en el proceso de rehabilitación.

¿Cómo ha impactado la pandemia de COVID en el funcionamiento de su Unidad?

Nos ha condicionado muchísimo. Yo soy un enamorado de mi profesión, pero hubo un momento en que me vi muy agobiado por la situación, porque el proceso de rehabilitación cambió por completo. Tuvimos un brote de COVID en nuestra planta, los pacientes estaban confinados en sus habitaciones y la tan necesaria socialización no se producía. Además, durante su proceso rehabilitador, los afectados por lesión medular deben ir con ropa deportiva y cómoda, y no con el pijama del hospital, como exigían las normas de la planta...

"La pandemia de COVID ha sido, sin lugar a dudas, la etapa más complicada de mi carrera profesional"

Y todo ello, con la visitas de los familiares muy restringidas.

Así es. Fue terrible. Para mí, personalmente, volver a la “normalidad” significa haberme quitado un peso de encima porque, durante el último año y medio, el proceso de rehabilitación de los afectados por lesión medular fue absolutamente distinto. Que los pacientes estuviesen en sus habitaciones confinados era casi como tenerlos recluidos.

¿Ha sido la etapa más complicada de su carrera profesional?

Sin lugar a dudas. Yo soy un médico vocacional, y siempre he dicho que voy a trabajar hasta los 70 años, que es cuando te obligan a jubilarte, pero unos meses atrás llegué a pensar: “Cuando cumpla 65, me voy”. No obstante, ahora que hemos vuelto a renacer de nuestras cenizas, seguiré aquí para lo que haga falta.

Antes de la emergencia sanitaria, tenían previsto incorporar un nuevo equipo robótico dirigido a la rehabilitación de pacientes con tetraplejia. Su instalación iba a coincidir con la ampliación de la Unidad. ¿En qué punto están esos proyectos?

Ambos temas quedaron paralizados por la pandemia de COVID, y habrá que retomarlos donde se dejaron.