El Servicio de Urgencias es el principal punto de acceso de los pacientes graves que llegan al Hospital Universitario de A Coruña (Chuac), pero no el único. Once plantas más arriba, en la doce, con una superficie de 784 metros cuadrados y una panorámica impresionante de la ciudad y la bahía de Santa Cristina, el helipuerto del Chuac recibe, cada mes, a una media de cuatro enfermos, procedentes de cualquier rincón de Galicia. En su primer lustro de actividad, la enorme plataforma fue escenario de casi 240 traslados, una cifra que ha sorprendido a la propia comunidad hospitalaria, que tuvo que esperar más de diez años para la puesta en funcionamiento de la pista que corona el edificio oeste del complejo desde su inauguración, en diciembre del 2005.

“Cuanto se puso en marcha el helipuerto, en mayo de 2016, no le veíamos una actividad muy alta, pero el paso del tiempo y las cifras nos han demostrado que los traslados al hospital en helicóptero son bastante habituales. Esto indica que estamos dando un servicio importante, sobre todo en el abordaje de ciertas patologías, como los infartos o los ictus, que necesitan de una atención inmediata”, resalta el responsable de Orden interno y seguridad del Chuac, José Fraga Parafita, quien especifica que esos casi 240 traslados realizados al helipuerto del complejo coruñés (en concreto, 239) en el último lustro suponen “casi 48 vuelos cada año, y unos cuatro al mes”.

Heridos en accidentes domésticos o de tráfico, infartados, grandes quemados o lesionados medulares son solo algunos de los pacientes que, dada la gravedad de su estado, requieren ser trasladados en helicóptero hasta el centro hospitalario coruñés. “Seis de cada diez pacientes que llegan al Chuac a través del helipuerto —un total de 160, en los últimos cinco años— se van directos a los boxes de Urgencias, la mayoría, por politraumatismos derivados de accidentes, tanto domésticos, como de tráfico. Y otra cifra importante de enfermos son derivados a las salas de Hemodinámica, por haber sufrido ictus o infartos de miocardio”, detalla Fraga Parafita. “Además, como nuestro hospital es referente en la atención a grandes quemados, también recibimos a través del helipuerto a pacientes con ese perfil, y lo mismo sucede con los lesionados medulares. De hecho, en el último lustro se realizaron seis traslados en helicóptero al Chuac por esta última causa”, agrega.

La pandemia de COVID, que durante la primera ola prácticamente paralizó la actividad ordinaria en el edificio principal del Chuac, no afectó a la operatividad del helipuerto, que en el último año y medio ha mantenido sus cifras sin apenas variaciones. “En 2020, se contabilizaron 41 traslados en helicóptero a nuestro hospital, y en lo que va de año, 34, con lo cual todavía hay margen para superar el récord de 53, alcanzado en 2017”, expone el responsable de Orden interno y seguridad del complejo coruñés. No obstante, “sí han bajado exponencialmente los traslados por infartos”, puntualiza.

El funcionamiento del helipuerto del Chuac se rige por un procedimiento interno, que establece que los servicios de emergencias (el 112, principalmente) o los compañeros de otros hospitales —en caso de que el paciente sea derivado a A Coruña desde otro centro— han de avisar del traslado “con un mínimo de 15 minutos de antelación”. A partir de ahí, “se pone en marcha todo el dispositivo”, que incluye “el bloqueo de dos de los ascensores centrales”, y la movilización de los celadores encargados del traslado del paciente, desde la azotea, hasta la unidad hospitalaria correspondiente. “Cuando es preciso, también sube hasta la cubierta personal sanitario de Urgencias”, apunta Fraga Parafita, quien explica que la normativa sobre el helipuerto determina que “solo puede funcionar desde el orto al ocaso”. Además, exige un mantenimiento “bastante estricto en cuestiones como la señalización, las balizas o iluminación”, que requiere una determinada dotación de material. Todo corre a cargo del Chuac.

En los cinco años que el actual helipuerto del Chuac lleva en funcionamiento, las escasísimas incidencias registradas se limitan a “dos o tres casos” en los que los helicópteros de emergencias no pudieron aterrizar por el viento. “Hay que tener en cuenta que el helipuerto está situado en la planta doce del edificio oeste del hospital, a una altura cercana a los 90 metros con respecto al suelo, que sería nuestra cuarta planta. Por tanto, los aterrizajes dependen mucho del viento que viene de cola, y son los pilotos quienes deciden si bajar, o no. Y a veces, optan por no hacerlo, dependiendo, insisto, de cómo esté orientado el viento. Cuando esto sucede, el aterrizaje se lleva a cabo en Alvedro, y nosotros enviamos con urgencia una ambulancia hasta allí para trasladar al paciente al hospital”, señala.

Una década de trámites para utilizar la pista actual

Mucho antes de la puesta en funcionamiento del actual helipuerto del Chuac, el complejo hospitalario coruñés ya contaba con una instalación de ese tipo, “en la antigua residencia Juan Canalejo”. Sin embargo, “cuando arrancó el plan director, y se empezó a modificar todo el espacio del edificio oeste” —donde hoy está el helipuerto—, esa actividad fue “trasladada al aeropuerto de Alvedro”, explica el responsable de Orden interno y seguridad del Chuac, José Fraga Parafita, quien reconoce que los 8 kilómetros de distancia que separan ese aeródromo de As Xubias “demoraban bastante” el tránsito de los pacientes, pese a ir “en transporte sanitario y con prioridad de paso”. “Por ese motivo, se solicitó a Puertos del Estado poder aterrizar en la dársena de Oza. Y allí se operó durante un tiempo, hasta que después de la entrega del plan director, hubo una modificación normativa, y resultó un poco farragoso adaptarse a ella”, reconoce. Finalmente, tras una década de trámites, en mayo de 2016 el helipuerto empezó a funcionar en su ubicación actual.