Juanjo Castrillón, de 45 años y con síndrome de Down, es un claro ejemplo de que tener una discapacidad intelectual no siempre equivale a vivir una compleja madurez. “Sabemos que puede sufrir un envejecimiento prematuro, pero de momento no ha experimentado ningún cambio. Se mantiene perfectamente, es totalmente autónomo y no tiene ni problemas de visión, ni de oído”, explica su madre, Celia Pérez, quien asegura que su hijo es muy activo y además de trabajar desde hace años acude cada semana dos días a la asociación Teima Down Ferrol “para hacer manualidades y asistir a diferentes tipos de actividades”.

Este usuario de Teima Down se encuentra ahora mismo en ERTE, pero lleva trabajando en diferentes empleos desde hace una década. “Hasta hace unos meses estaba en el Colegio de Abogados de Ferrol, pero con la pandemia están en ERTE hasta el 15 de agosto y después no se sabe si continuará”, indica Celia. Allí, Juanjo realiza labores de ordenanza y se encarga principalmente del ropero, donde están las togas que usan los letrados durante los juicios. Según explican en Down Galicia, él se encarga de su custodia y de registrar —con la petición del DNI— las entradas y salidas de las togas en las instalaciones del colegio de abogados. Un puesto de trabajo conseguido a través del programa Empleo con apoyo, promovido por Down Galicia con el objetivo de facilitar la inserción laboral en personas con discapacidad intelectual.

Pero este no es ni mucho menos el primer empleo de Juanjo. “Estuvo en la Cámara de Comercio, en la Autoridad Portuaria e hizo prácticas en el Ayuntamiento de Narón. Ahora en el Colegio de Abogados lleva tres años”, relata orgullosa su madre, Celia, quien reconoce que cuando trabaja su hijo “parece más feliz”. “Es muy sociable y le encanta tratar con la gente”, explica esta vecina de Narón.

Feliz porque su hijo envejezca con buen estado de salud, reconoce que igual influye que “es muy activo” y resalta que desde la asociación a la pertenecen “todos los años les hacen una evaluación” para ver si han experimentado algún cambio o evolución.

Y a las familias, pide que apuesten desde bien pequeños por su integración e inclusión en la sociedad. “Que no les encierren y los tengan en casa que ellos son muy capaces de hacer muchas cosas”, indica Celia Pérez, que recuerda que en su caso, su hijo Juanjo —que ahora tiene 45 años— “siempre estuvo integrado y acudió a un centro escolar convencional” además de ir a una asociación varias horas dos días a la semana a realizar diferentes tipos de actividades junto a otros compañeros.