Evaluar durante un año la situación inmunológica de usuarios y trabajadores de residencias sociosanitarias vacunados frente al COVID y, al mismo tiempo, analizar la utilidad de los test rápidos de anticuerpos para extender su uso en esos centros es el doble objetivo que persigue un estudio puesto en marcha, el pasado mes de marzo, en el Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac). La enfermera de la Unidad de coordinación y apoyo a residencias del área sanitaria Mercedes Domínguez, y el farmacéutico y microbiólogo Alejandro Seoane, del Servicio de Microbiología del Chuac, lideran esta investigación, en la que participan unos 400 usuarios y trabajadores de dos residencias de mayores coruñesas, Padre Rubinos y Orpea, a los que se hará un seguimiento durante un año, cada tres meses. Los datos obtenidos en los sucesivos análisis servirán para conocer el nivel de protección de unos y otros.

Las primeras extracciones para el estudio se realizaron el 23, 24 y 25 de marzo, tres semanas después de que los participantes recibiesen la segunda dosis de Pfizer. Con los datos obtenidos entonces, la fotografía de la que partían los investigadores del Chuac era que el 94% de los usuarios, y todos los trabajadores objeto de estudio, tenían anticuerpos 21 días después de completar su pauta de vacunación. “En ese primer análisis, detectamos que quienes habían pasado la infección y recibieron la vacuna presentaban, en general, niveles más altos de anticuerpos, y también constatamos que la respuesta inmunitaria dependía mucho de la edad, ya que el 6% de residentes que no generaron anticuerpos rondaban los 90 años”, expone Mercedes Domínguez.

Esos resultados iniciales acaban de ser sometidos a una primera revisión por parte de los investigadores del Chuac, en la que verificaron que el 89% de los mayores participantes en el estudio conservaban anticuerpos cuatro meses después de completar su pauta de vacunación —esta segunda toma de muestra se llevó a cabo entre el 21 de junio y el 5 de julio—, aunque en la mayoría había disminuido su cantidad. En el caso de los trabajadores, los mantenían el 100%, pero también en menor nivel. “Partíamos de que, en la primera recogida de muestras, el 100% de los trabajadores y el 94% de los usuarios tenían una serología positiva. En el primer grupo, el dato se mantuvo, pero en el segundo bajó un poco, al 89%. Ahora mismo son 25 los mayores objeto de estudio sin anticuerpos frente al SARS-CoV-2, y todos cumplen el mismo perfil que los que ya no presentaban inmunidad tres semanas después de recibir la segunda dosis de la vacuna de Pfizer: tienen una edad muy avanzada —89 años, de media— y no sufrieron el COVID con anterioridad”, indica Domínguez, quien puntualiza que, en esta ocasión, la muestra de participantes ha sido “un poco más pequeña”, al producirse “alguna pérdida”, tanto de usuarios, “porque fallecieron o se trasladaron a otra residencia fuera del área sanitaria coruñesa”, como de profesionales, “porque dejaron de trabajar o se cambiaron a otro centro”, en cuyo caso “muchos acudieron igual a la toma de muestras”. “La pérdida que tuvimos fue de nueve trabajadores. Con el movimiento que hay, tampoco es una cifra muy significativa”, señala.

La enfermera Mercedes Domínguez y el farmacéutico y microbiólogo Alejandro Seoane lideran el estudio. L. O.

Eficacia de los test rápidos

El “principal método” para evaluar la inmunidad frente al SARS-CoV-2 es mediante una serología de tipo Elisa que, apunta esta enfermera de la Unidad de coordinación y apoyo a residencias del área sanitaria, “permite detectar anticuerpos en la sangre de los pacientes con una elevada sensibilidad”. “Frente a esta prueba, que se realiza en el laboratorio de Microbiología del Chuac, están los test rápidos de anticuerpos, que se llevan a cabo mediante un simple pinchazo en el dedo, y cuyo resultado se obtiene en apenas 15 minutos. Son rápidos y sencillos, pero su sensibilidad no es la mejor. De hecho, a veces determinan que no hay inmunidad, sin que necesariamente sea así. Esto ocurre porque pueden estar enfocados a detectar anticuerpos frente a la proteína S (los que se generan tras la vacunación), o frente a la proteína N”, detalla Mercedes Domínguez, quien explica que el estudio que lidera junto al farmacéutico y microbiólogo del Chuac Alejandro Seoane busca también analizar la utilidad de estas pruebas rápidas para valorar la posibilidad de extender su uso en las residencias de mayores.

En el 85% de los participantes en el estudio disminuyó el nivel de anticuerpos

“En esta primera revisión de datos hemos visto que el test rápido falla más. En el análisis inicial hubo trece casos en los que el resultado de esta prueba no concordaba con el de la serología Elisa, y ahora fueron 25. A falta de un estudio analítico más completo —que ya iniciamos con la Unidad de apoyo a la investigación del Chuac—, creemos que puede haber una relación entre la cantidad de anticuerpos y la eficacia del test rápido. Es decir, que esta prueba detecta los anticuerpos del paciente frente al SARS-CoV-2 cuando la cantidad es bastante elevada. Y, tras esta segunda toma de muestras, hemos descubierto que en un 85% de los participantes en nuestra investigación disminuyó el nivel de anticuerpos”, reitera Domínguez. Frente a esta mayoría, los investigadores encontraron “un 6% de usuarios y trabajadores que mantienen los niveles más altos de anticuerpos que ofrece el laboratorio”, y “un 1% (seis casos) cuya cantidad de anticuerpos, sorprendentemente, aumentó”. “Esto puede deberse a que tengan una respuesta inmunitaria más lenta”, refiere.

"Sin vacunas, la actual situación en las residencias de mayores sería impensable"

Mercedes Domínguez - Enfermera de la Unidad de coordinación y apoyo a residencias del área sanitaria de A Coruña y Cee

En relación con la eficacia de la vacunación —cuestión que el estudio coruñés contempla también—, hasta el análisis inicial ninguno de los participantes se había infectado con el SARS-CoV-2 tras completar su pauta. Cuando se realizó esta primera revisión de los datos, “los usuarios participantes seguían sin haberse infectado”, no así un 2% de los trabajadores objeto de la investigación, que sí se contagiaron tras recibir el antígeno. “En realidad, hablamos solo de cuatro profesionales”, puntualiza Domínguez, quien considera “importante reseñar” que esos trabajadores “tienen una serología positiva, pero se infectaron y están con síntomas leves”. “Más que el número de anticuerpos que tengamos, la clave está en que los haya. Vacunarse es fundamental, luego ya se verá cómo evolucionan los acontecimientos. Se habla mucho sobre la posibilidad de administrar una tercera dosis. Pfizer ya lo recomienda, tras publicar estudios que sugieren que a los seis meses disminuye un poco la efectividad de su vacuna, y países como Israel ya han empezado a administrársela a grupos vulnerables, como mayores de 60 años, personas inmunodeprimidas, etc. No obstante, habrá que esperar al pronunciamiento de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) y de la FDA americana sobre esta cuestión”, subraya Domínguez.

En cualquier caso, esta enfermera de la Unidad de coordinación y apoyo a residencias del área sanitaria coruñesa insiste en que el efecto de la vacunación “es más que evidente” en el actual devenir de la pandemia de COVID. “Esta quinta ola está siendo totalmente distinta en las residencias. Hay positivos en estos centros, sobre todo entre profesionales que vuelven de vacaciones o por contactos estrechos, pero la situación no tiene nada que ver con lo vivido hasta hace cinco meses. Sin vacunas, estaríamos lamentando una nueva tragedia”, concluye.