La distancia entre el mercado de marisco de Huanan, en Wuhan, y el Instituto de Virología de esta ciudad china, considerada la zona cero del COVID, es de apenas 15 kilómetros, con el río Yangtzé en medio. Un enclave simboliza el origen zoonótico del coronavirus: de los murciélagos pasó a los humanos, probablemente a través de una especie intermedia. El otro, la teoría de que escapó de un laboratorio. Aunque la mayoría de la comunidad científica continúa considerando mucho más probable la primera hipótesis, la segunda ya no se desecha, en un debate complejo y airado, casi más político que científico, que ha provocado que los investigadores se desesperen, EEUU encargue su propio informe, dejando a un lado a la Organización Mundial de la Salud (OMS), y que China, reacia a la colaboración y nerviosa ante este nuevo vuelco, comience a propagar, sin pruebas y echando mano de grupos de rap y expertos imaginarios, la teoría de que el virus surgió, en realidad, de un laboratorio norteamericano.

Casi dos años después del inicio de una pandemia que ha provocado al menos cuatro millones y medio de muertes en todo el mundo, su origen continúa siendo desconocido. No se sabe dónde empezó todo, ni cuándo, ni quién fue el paciente cero. No es una cuestión puramente teórica. Para prevenir otra emergencia sanitaria de este tipo, sería muy útil conocer cómo empezó la actual. Pero la investigación no avanza.

A principios de 2020, cuando comenzó el azote del coronavirus, el origen natural del patógeno suscitaba consenso. Así habían surgido, por ejemplo, el ébola y el SARS. Casi las únicas voces críticas provenían de los propensos a las teorías conspirativas. Sobre todo, la derecha norteamericana, que llegó a acusar a China de filtrar intencionadamente el virus.

Sin embargo, a medida que pasa el tiempo y no se obtienen pruebas que confirmen esta hipótesis, la posibilidad de que su origen se encuentre en el laboratorio de Wuhan, especializado en la investigación de los coronavirus, va tomando cierta forma. A mediados del pasado mayo, 18 destacados científicos publicaron una carta en Science en la que señalaban que «siguen siendo posibles tanto la teoría de un escape accidental de un laboratorio como la de un salto natural desde los animales». La propia OMS ha comenzado a abrazar este enfoque.

Mientras tanto, los expertos que en enero, bajo el mandato del organismo internacional, viajaron a China para esclarecer el origen del virus empiezan a lanzar la voz de alarma. En julio, el país asiático rechazó una nueva visita de este grupo, acusando a la OMS de “arrogancia”. En una carta publicada el miércoles en Nature, los científicos denuncian que la investigación “está paralizada” y el tiempo para recabar pruebas “se está acabando”. También acusan a China de “no querer compartir datos”.

Esta no es la única investigación que no ha logrado concluir cómo surgió la pandemia. Hace tres meses, el presidente de EEUU, Joe Biden, frustrado con la falta de colaboración del país asiático, pidió a sus servicios de inteligencia que llevasen a cabo su propio informe. Una versión preliminar del documento le fue entregada el martes, pero, de nuevo, sin pruebas concluyentes en un sentido u otro.