Una imagen reciente de varios afganos que comparten la botella de agua que les acaba de dar un soldado estadounidense en el aeropuerto de Kabul demuestra que, en muchos rincones del planeta, contagiarse de coronavirus no es ni mucho menos la principal preocupación. Para países donde la hambruna, la falta de agua potable o los conflictos bélicos son la realidad diaria desde hace años, la pandemia solo ha llegado para poner la puntilla y agudizar todavía más la falta de recursos sanitarios o de alimentos. Pese a que ONGs como Unicef, Manos Unidas o Médicos del Mundo continúan con su trabajo sobre el terreno para atender las necesidades de los más vulnerables por todo el mundo, lamentan que muchas de estas zonas forman parte de las llamadas crisis humanitarias olvidadas, es decir, aquellas que pese a su gravedad y duración reciben nula o insuficiente atención por parte de la comunidad internacional, no tienen el compromiso político para solucionarse y apenas tiene cobertura mediática. Sudán del Sur, Yemen o Burkina Faso son solo algunas de las primeras que nombran los responsables de estas entidades cuando se les pregunta, pero hay muchas más dispersadas por todo el planeta aunque con África como gran protagonista.

En el caso de Unicef, organización centrada en la atención a la infancia, reconocen que son las zonzas de conflicto bélico “donde más difícil lo tienen” los pequeños. “Yemen es quizás la crisis humanitaria más grave para los niños”, explica Blanca Carazo, responsable de Programas de Unicef Comité Español, donde resaltan que en este país de Oriente Medio muere un niño cada diez minutos por desnutrición o enfermedades evitables con una vacuna. “En Siria la violencia todavía está muy presente y hace años que trabajamos en Afganistán, donde unos diez millones de niños precisan ayuda humanitaria”, indica Carazo, que reconoce que “estas crisis aún son de las que a la gente algo le suenan”. Entre las grandes olvidadas, habla del Congo, Etiopía y sobre todo, Sudán del Sur. “Es el país más joven del mundo, se fundó en 2011 y desde entonces no han tenido una paz duradera. Miles de niños han tenido que huir de la violencia con lo puesto y esto se suma a que tienen unas condiciones climáticas bastante duras, lo que se traduce en millones de niños con desnutrición”, indica y añade: “Todos son países donde se producen varias crisis simultáneas y en donde intentamos cubrir todas las necesidades básicas de los niños desde llevar agua hasta ofrecerles protección en zonas de conflicto, evitar que sea reclutados, etc...”.

Burkina Faso —que vive una escalada de violencia desde 2019 y cuenta con solo 0,5 médicos por 10.000 habitantes (en España son 58)— o Malí —que sufrió un golpe de Estado el pasado año— son algunas de las zonas que cita el coordinador de crisis olvidadas de Médicos del Mundo, Christian Dufourcq, cuando se le pregunta. “Son crisis que no tienen atención mediática o que cuando la hay es puntual, si afecta a cooperantes, por ejemplo, pero no se hace realmente visible la situación en esos países, no se explican los motivos de lo que pasa ni cómo esto afecta a la población”, sostiene para afirmar que algo parecido ocurre con conflictos que llevan más años como “Siria o Palestina”.

En su caso, la unidad ahora mismo está centrada en dos zonas que, aunque con una realidad más conocida, llevan años precisando de la ayuda humanitaria: Haití y el Sáhara. “Antes del asesinato del presidente de Haití estábamos centrados en fortalecer el sistema de salud, formar a equipos médicos de la zona, dotarles de medicamentos, crear una red para promocionar la salud y que si ven que hay alguna necesidad se les derive a los centros de Atención Primaria, a la atención materno-natal y de menores de 5 años... Nuestro principal objetivo era fortalecer lo que ya existía, pero ahora con el nuevo terremoto y los problemas de inseguridad que han surgido hemos tenido que cambiar la estrategia y dirigirnos hacia la zona más afectada que justo no era donde estábamos trabajando antes. Nos coordinamos con otros actores sobre el terreno que conocen las necesidades de la zona y al ser una situación de emergencia colaboramos con la entrega de kits de higiene, etc...”, sostiene Dufourcq. En el caso del Sáhara, están pendientes de poder desplazarse este mes a los campamentos en Tinduf —tras más de un año sin tener permiso para acudir—. “Hasta ahora se nos anularon los vuelos hasta tres veces y aunque intentamos trabajar a distancia es muy complicado. Hacemos un seguimiento del consumo de medicamentos y de la situación pero no es igual que sobre el terreno. Es un ejemplo de crisis olvidada porque no se nos ha permitido acceder en estos meses a la zona para realizar nuestro trabajo”, lamenta.

También a África aluden en Manos Unidas a la hora de hablar de las crisis humanitarias más olvidadas. “África es la zona que pasa más desapercibida, no se le da importancia a lo que ocurre también pasa con India. Está claro que son los intereses económicos los que hacen que el foco se ponga en uno u otros países. En la historia del continente africano hay múltiples guerras civiles donde no se ha intervenido a nivel militar. Incluso ocurrió en Ruanda que los propios cooperantes solicitaban la intervención militar para acabar con las matanzas que se producían y no se hizo, no interesaba nada”, lamenta el delegado en A Coruña de Manos Unidas, Francisco Cotelo, quien reconoce que “hay una gran falta de información” sobre la situación que atraviesan muchos países y asegura que además de la ayuda in situ, también es labor de las ONG “el denunciar lo que ocurre, somos la voz de los más pobres”. Atender la situación de emergencia de Haití tras el terremoto, facilitar el acceso al agua en zonas de Palestina, mejorar la atención a embarazadas y bebés en Kenia o ayudar a mejorar la situación socioeconómica de mujeres en India son solo algunos de los proyectos que lleva a cabo esta entidad más allá de los relacionados con la pandemia.

Porque aunque es cierto que muchas veces el COVID no es el principal problema en estos países, no escapan a los efectos de la epidemia mundial. “El coronavirus ha agravado la situación en muchas zonas porque ha interrumpido servicios esenciales como la atención a los partos o las vacunaciones”, indica Blanca Carazo de Unicef, que resalta que a nivel educativo “ha tenido un gran impacto en la infancia”. “Al inicio vimos que se cerraban escuelas en todo el mundo pero la reapertura ha sido muy desigual, muchos niños puede que ya no vuelvan al colegio y esto además de debilitar sus posibilidades de desarrollo futuro y que puedan salir de la pobreza hace que estén más expuestos a ser reclutados por el ejército, a matrimonios forzosos o a trabajar”, añade.

“Muchos países parten ya de una situación precaria con falta de agua potable, de médicos, de mascarillas y la pandemia hizo que esto se agravase”, señala Cotelo, una opinión que comparte Christian Dufourcq. Una situación que además se agudizó cuando muchos de los equipos que normalmente trabajan en estas zonas no pudieron hacerlo con normalidad por las restricciones de movilidad de la pandemia y cuando lo hicieron tuvieron que readaptar los proyectos de desarrollo ya iniciados a las nuevas necesidades así como campañas para que los niños no perdieran el ritmo del estudio o la población supiese cómo prevenir el contagio de COVID.

Pese a que las tres ONG reconocen que los socios han respondido igual o mejor tras este año y medio de pandemia, llaman a concienciar a la población sobre la realidad en muchos rincones del mundo. “Hay niños para los que cada día sobrevivir es un milagro y tenemos la obligación de ayudarles”, indica Carazo. “Hay que tener empatía con los demás y ser conscientes de la fortuna que tenemos de nacer en un contexto privilegiado, con un sistema de salud, un pasaporte que nos permite movernos”, añade Dufourcq “¿Por qué ayudarles? Porque vivimos explotando estos países desde hace años”, dice Cotelo que ve clave apoyar y “visibilizar” estas crisis olvidadas.

Cada 10 minutos un niño muere en Yemen por causas prevenibles


Entidades como Unicef, Manos Unidas o Médicos del Mundo detallan cómo es la vida diaria en países en los que trabajan. Estos son solo algunos ejemplos.

  • Yemen. Para Unicef la guerra iniciada hace siete años en este país de Oriente Medio ha provocado “la mayor crisis humanitaria del mundo, agravada por la pandemia”. Al conflicto bélico se suma la “falta generalizada de agua potable” y que lo servicios básicos de atención médica y saneamiento “son frágiles”. Esto se traduce en que 21 millones de personas, entre ellas once millones de niños, necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir. “Un niño muere cada diez minutos en este país por causas prevenibles”, alertaban a finales de agosto en esta entidad.
  • Sudán del Sur. El país más joven del mundo —se independizó en 2011— lleva en guerra civil desde entonces. Pese a que el año pasado se firmó una especie de acuerdo, desde Médicos del Mundo alertan de que la violencia intercomunitaria no ha cesado y esto se une a la precaria situación de la sanidad en el país: solo el 43% de las instalaciones sanitarias están operativas y cuatro de cada cinco centros de salud dependen de ONG en un país con una de las mayores tasas de mortalidad en los partos ya que 789 madres fallecen por cada 100.000 nacimientos.
  • Etiopía. Los combates en Afar y otras zonas cercanas a Tigray han provocado en los últimos meses que unas 400.000 personas estén en condiciones de hambruna y la destrucción sistemática de los servicios básicos de los que depende la vida de la ciudadanía como los sanitarios. Unicef prevé que el número de niños que sufrirán desnutrición potencialmente mortal se multiplicará por diez en un año.
  • Haití. Un 60% de los vecinos de las zonas afectadas por el último terremoto no tienen acceso a agua potable. Se prevé que medio millón de niños puedan contraer patologías como diarrea, cólera o malaria por la mala calidad del agua. La desnutrición y la violencia generada en el país también preocupa a las ONG.
  • Burkina Faso. La escalada de violencia hizo que en 2019 hubiese desplazamientos masivos de la población. Dos millones están en situación “alarmante” de inseguridad alimentaria y 1,5 no tienen acceso a atención sanitaria.