“¿La educación puede cambiar el mundo?”

– “La educación es la única forma de cambiar el mundo”

Doctor en Biología y profesor e investigador de la ‘Sección de Genética Biomédica, Evolutiva y del Desarrollo de la Universidad de Barcelona’, David Bueno dirige la la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1st, la primera en todo el mundo que se dedica exclusivamente a esta temática.

El próximo 25 de septiembre participará en el V Foro de Educación de FARO, diario perteneciente al mismo grupo de comunicación que este medio, con la ponencia “Aprender de la incertidumbre. Una visión desde la neurociencia educativa”.

Por ello le preguntamos y empezamos por el principio: 

–¿Qué es la incertidumbre?

– La imposibilidad o dificultad de dirimir lo que va a suceder en el futuro, es algo que llevamos implícito en el funcionamiento mismo de la vida y nuestro cerebro está adaptado a lidiar con ella.

– Pero a la vez parece que nos cuesta hacerle frente, ¿no?

 –Sí, está acostumbrado porque es lo que se encuentra cada día, pero por otro lado le genera incomodidad, miedo… aunque también puede generar esperanza, depende de cómo se interprete.

–¿Cómo conseguimos que esa incomodidad deje de serlo y se transforme en esperanza?

– Una parte es nuestro carácter, la biología, y ahí cada uno tiene lo que tiene: hay personas con más propensión biológica a afrontar los retos y las incertidumbres con miedo; y otras con curiosidad, que va de la mano de la esperanza. Pero después hay una parte importantísima, que es de lo que hablaremos en el Foro de Educación, que son los aspectos educativos que pueden sesgar a los niños y a las niñas hacia el extremo del miedo o hacia el de la curiosidad.

– ¿Y de qué modo puede potenciarse la curiosidad?

– Más que potenciar, lo primero que debemos hacer es no mutilarla porque los niños son curiosos por naturaleza, es algo innato en nuestra especie.

Cuando una niña o un niño nos preguntan algo y la respuesta del adulto es: “Ahora esto no toca”, “¿qué tontería dices?”, “no molestes”, etc., estamos transmitiéndoles que esa curiosidad innata no solo no le sirve para nada, sino que además pueden ser amonestados por ella.

Luego, una vez hayamos entendido esto, podemos potenciarla simplemente permitiéndoles elegir por sí mismos qué es lo que les interesa, ayudarles a que mantengan viva esta capacidad de sorprenderse ante las cosas de su entorno.

– ¿Qué papel juegan aquí emociones como la alegría?

– La curiosidad se nutre de dos emociones básicas: una es la sorpresa, la capacidad de maravillarnos ante lo que no conocemos; y otra, la alegría porque nos transmite confianza, que es muy importante. Si no confiamos en nosotros mismos ni en los demás, ¿cómo vamos a dejarnos llevar por nuestra curiosidad y enfrentarnos a cosas que no conocemos?

– Habla de potenciar la curiosidad, pero ¿dónde está la línea que separa la estimulación de la sobreestimulación en un niño?

– Mira: estimular siempre; sobreestimular: nunca. Puede llevar al estrés con mucha facilidad y el estrés, cuando se cronifica, es el enemigo número uno de muchas funciones fisiológicas y también del cerebro.

¿Cómo lo diferenciamos? Pues simplemente por la cara que ponen los niños y las niñas. Aquí la dificultad no está tanto en saber identificar la expresión del niño o la niña, sino en gestionar un aula en la que tengo 25 alumnos, con muchos ritmos de aprendizaje diferentes.

– Describe aprender como una función biológica… 

Sí, aprendemos por simple instinto, igual que respiramos y comemos y bebemos. El objetivo biológico de aprender es tener información para anticiparse mejor a los cambios y a las novedades, a las incertidumbres con la que empezábamos esta entrevista.

“Debemos apostar por un sistema educativo que genere sensación de bienestar en los alumnos”

–¿Cómo podemos sacar partido de todo esto en un aula?

Pues aprovechándolo. Si sabemos que todos los instintos nos generan sensación de bienestar cuando los satisfacemos y que aprender es un instinto, debemos apostar por un sistema educativo que genere placer en los alumnos y cuando hablo de placer no me refiero a que todo tenga que ser diversión en el aula, sino a que debemos transmitirle al niño que lo que está aprendiendo le va a servir de algo y que los adultos de su entorno lo reconocemos y lo valoramos.

Con esto, lo que estamos consiguiendo es que mejore su autoestima y que, por lo tanto, a la hora de enfrentarse a nuevos retos, se vea más capaz, con más ganas; con más curiosidad y con menos miedo.

– En este sentido, ¿se le puede echar la bronca a un niño?

Siempre de forma positiva. A ver, debemos reconducir muchas veces sus actitudes, eso hay que hacerlo, pero no es: ‘¡qué mal lo has hecho!’, ‘¡un desastre!’, ‘no sirve para nada’; sino: ‘podemos hacerlo mejor’, ‘vamos a hacerlo mejor, yo te ayudo’. 

“Pasáoslo bien con vuestros alumnos”

– Si le pudiese dar un solo consejo a un profesor, ¿qué le diría?

– Que se lo pase bien en clase: si el profesor se lo pasa bien con sus alumnos, los alumnos se lo pasan bien aprendiendo lo que toque. 

– Si le digo música y arte, usted me dice…

– Imprescindible. Especialmente en Educación Infantil y Primaria. Son las mejores gimnasias para el cerebro: potencian la creatividad, la curiosidad, todos los aspectos emocionales… Es un sustrato básico sobre el que después se irá construyendo nuestra personalidad.

– En su nuevo libro ‘El arte de persistir’, que está a punto de llegar al mercado en castellano, insiste en la importancia de seguir avanzando, incluso cuando pensemos que las cosas no nos van demasiado bien, ¿por qué?

– Porque la vida siempre va hacia adelante. El pasado solo nos sirve para acumular experiencias y mejorar nuestro futuro, pero si nos quedamos anclados en el pasado, en el resistir: ‘Me quedo donde estoy por si acaso’, el mundo seguirá cambiando y, tarde o temprano, me voy a quedar atrás. Además, se ha visto, por ejemplo, que el hecho de continuar avanzando activa mecanismos cerebrales relacionados con el optimismo, el bienestar, la motivación, la curiosidad… que son aspectos clave para que nos sintamos a gusto. De hecho, los neurotransmisores que se generan en el cerebro cuando somos optimistas son los mismos que producen placer y bienestar.

– Nos han chivado que llega de pasar sus vacaciones en los Pirineos, ¿tienen algo en común el alpinismo y el aprendizaje?

– Precisamente eso: te enseña a persistir. Cuando estás cansado, cuando hace calor, cuando parece que nunca llegas arriba, sigues andando, porque sabes que te esperan unos paisajes preciosos.

– Dice que le gusta sentirse feliz, ¿cómo se consigue?

– No hay una receta única, lo importante es estar convencido de que, lo que estás haciendo, lo haces porque a ti te gusta hacerlo.

– También hablar con personas que tengan una visión de la vida distinta a la suya, ¿diría que esto ayuda al cerebro?

– Sí, porque amplía tu visión, te proporciona experiencias distintas a las que tú has tenido y eso ensancha todo este bagaje, ese aprendizaje que después nos permite anticiparnos a futuros inciertos, a cambios, a novedades. Nos da más recursos.