“Uno de los mayores retos de la educación emocional es el bienestar personal y por tanto social. No solo impacta en cada alumno, sino que generamos una sociedad mejor”. Begoña Ibarrola defendió la educación emocional como parte de una educación integral porque, según explicó, la educación es un fenómeno caracterizado por las relaciones y los fenómenos emocionales. “Todos nos acordamos de los profesores que nos han dejado huella o cicatriz. Conocerse a uno mismo es la base de otros conocimientos. El autoconocimiento es la base de la educación emocional”, explicó en el V Foro de Educación. Con más de 20 años de experiencia en educación emocional y neurociencia, Begoña Ibarrola es psicóloga y escritora de cuentos. Bajo el título La educación emocional, asignatura pendiente, Ibarrola subrayó que esta educación en emociones “es un factor de prevención para muchísimas cosas. Porque hay que tener en cuenta que el miedo baja las defensas. Todas las emociones son legítimas, todas sirven para algo, pero necesitan educarse”, dijo.

Durante una conferencia repleta de chispa y sentido del humor, Ibarrola repasó las emociones que dificultad el aprendizaje: El miedo, el estrés, la ansiedad, la ira o enojo, la envidia y el aburrimiento. Pero, en contraposición, hay otras muchas que lo favorecen. Por una parte, Ibarrola destacó la curiosidad. “A menor aburrimiento mayor curiosidad y a partir de ahí se les puede pedir interés”.

La confianza en uno mismo también ayuda a entender las enseñanzas porque el cerebro es plástico. “Debemos propiciar experiencias de aprendizaje y adaptar los retos a los niveles. Proponer pequeños retos que puedan suponer pequeños éxitos. Hay que hacerle comprender que con capacidad de interés y esfuerzo se pueden conseguir grandes cosas. porque hoy no eres el mismo de ayer”, defendió.

La confianza en los demás, pensar que “estamos todos a una y no se van a reír de mí” resulta de gran ayuda para el aprendizaje, del mismo modo que la calma, la alegría y el orgullo. “Pensar que con esfuerzo lo he conseguido”, indicó.

Ibarrola incidió en que en el caso de los más pequeños hay prestar un apoyo especial. “Hay que ayudarles a poner nombre a los estados emocionales que experimentan. Y hay que enseñarles a expresar sus emociones pero no todas”, destacó.

La psicóloga apostó por la necesidad de aprender a regular las emociones y ser capaces de llevar a cabo una expresión emocional adecuada. “No dañar a los demás, pero tampoco reprimirte”.

Begoña Ibarrola destacó también la necesaria gestión de la frustración. “Vamos muy mal en tolerancia a la frustración”, dijo, así como ser capaces de controlar estrés. “Podemos aprender a cambiar emociones negativas a positivas”, animó.