“Fue la noche de Sau Juan, del año cuarenta y nueve, sería cosa de las nueve cuando explotó el volcán”. Así comienza uno de los cientos de romances que inundaron las plazas de los pueblos de La Palma tras la erupción de 1949, unos documentos de incalculable valor y dificilísimos de conseguir por su fragilidad y el tiempo pasado que sirvieron para informar a la población del desastre y evidencian las similitudes entre aquel volcán y el que asola ahora a la Isla Bonita.

Nada que ver con la explosión del Teneguía, en 1971, que se produjo a orillas del mar y apenas provocó daños, pero en el que perecieron dos personas por la inhalación de los nocivos gases que provoca el choque de la lava con el agua del océano. Afortunadamente, nadie ha perdido la vida en el destructor Tajogaite —nombre de la zona de Cumbre Vieja en la que erupcionó—, que ha borrado ahora el mapa de la isla y truncado el futuro de miles de palmeros.

Los romances se vendían en hojillas a las puertas de las iglesias. Los domingos, tras la misa. “Fue una situación parecida, pero no comparable”, asegura Antonio Castro Cordobez, expresidente del Parlamento canario, quien recuerda con cariño los versos.

Castro Cordobez ha logrado rescatar una de esas gacetillas escritas por los juglares de La Palma de mitad del siglo pasado tras la explosión del San Juan, que forzó a miles de palmeros a emigrar a la entonces próspera Venezuela. Muchos se plantean ahora también hacer las maletas y dejar su tierra arrasada por el magma. “Que Dios ponga su bondad porque no era invierno el de los relámpagos y truenos cuando el estampido sonó”, prosigue el romance firmado por un tal J. Trujillo.

“La isla se estremeció y la gente ha dado un salto al oír el taponaso de la terrible explosión”, glosa Trujillo. La misma situación que el pasado 19 de septiembre, cuando el volcán volvió a rugir con toda su fuerza en Cumbre Vieja.

“Siempre las malas noticias corren con velocidad menos que la electricidad y más que la buena noticia”, continúa antes de anotar: “Mas mirando la montaña vieron una humacera no era una fugalera del tropical y plaza España”. En otra de las estrofas del ripio, el juglar da buena cuenta de la repercusión del volcán. “Pero se supo en España y también en el extranjero y también en el mundo entero que eso mandaba castaña”.

Hay muchas similitudes entre aquella erupción de 1949 y la que se originó el pasado 19 de septiembre en Cabeza de Vaca. Para empezar, hay solo siete kilómetros de distancia entre los principales focos de una y otra. Y como en la actual crisis, miles de seísmos en los días previos que sembraron también la alarma en la población y una explosión repentina en medio de pinares dio inicio a aquella erupción, un proceso estromboliano con coladas que avanzaban de forma lenta pero inexorable y destruían casas y fincas.

El ripio de 1949 habla de las características de la explosión. “Era un volcán sin entrañas que a hecho que se fuera a las islas forasteras por sus terribles hazañas”. “Cuando la lava avanzaba con dirección a una hermita por cierto era pequeñita pero ella respetaba”, comenta Trujillo haciendo a uno recordar a la iglesia de Todoque que resistió a la lava hasta el pasado domingo.

“Y la dirección cambiaba porque no quería romper el santo de gran poder que allí se veneraba”, añadía el juglar palmero en una isla con muy pocos habitantes, y todavía en años de posguerra. “Y le voy a relatar que es un santo conocido y en Las Palmas muy concurrido y lo es San Nicolá”. Se trata de la iglesia bien de interés cultural de Canarias de la que estos días se han sacado sus reliquias y ha logrado esquivar dos volcanes en 70 años.

Como ha sucedido estos días, algunos palmeros se resistían a abandonar sus casas amenazadas por las coladas del volcán. Cuenta Trujillo que en aquellos días de 1949 “un viejecito compró una finca en La Palma y se le destrozaba el alma cuando el volcán se acercó”.

“En su casa se encerró diciendo quiero morir pero la guardia civil la puerta se la forzó”. “Con esfuerzo lo sacaron porque no quería salir porque se quería morir, más de pronto lo calmaron”.

La impotencia de los palmeros de mitad del siglo XX era la misma que sienten ahora los que lo han perdido todo. “Dónde irá ese viejito sin finca y sin casa pues fue grande su desgracia porque se ve pobrecito”.

Y la lava, como ahora, llegó al mar. “Quién lo iría a pensar que la montaña de Duraznero cruzando montes y senderos fuera a saludar al mar”.

Se pregunta Trujillo en este inédito documento: “Y que ahora está arrojando que será lo que a comido que los tiene aburrido, asustados y temblando”.

“En literas de tercera han transportado la gente pensando en el pan caliente”, explica para narrar la evacuación de los afectados. Y termina en esta crónica de 1949. “Como se fue desarrollando aquella herida tan profunda como el dolor de una tumba La Palma queda llorando”.