Tras más de un año de investigación y ensayos clínicos, la farmacéutica alemana Curevac renuncia al desarrollo de su vacuna contra el COVID-19. Según anunció la compañía ayer, su primera fórmula diseñada contra el coronavirus se retira de la carrera para dejar paso a un medicamento de segunda generación. La decisión también pone punto y final al proceso de revisión de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), que esperaba poder dar luz verde a este fármaco tan pronto se confirmara el éxito de las pruebas a gran escala. Curevac, de hecho, sonaba como una de las próximas vacunas que conseguiría la autorización de Europa.

La noticia supone el primer revés a la compra europea de vacunas. De las ocho fórmulas adquiridas por la Comisión Europea, cuatro ya han sido autorizadas (Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Janssen), tres más siguen en proceso de estudio (Novavax, Sanofi y Valneva) y tan solo una ha sido descartada oficialmente (Curevac). Según argumenta la compañía en un comunicado, la aprobación de la fórmula alemana podría haber llegado sobre el segundo trimestre del 2022.

En noviembre del 2020, mientras los Veintisiete ultimaban la compra de las primeras vacunas contra el COVID-19, la CE firmó un acuerdo de 75 millones de euros con Curevac para el desarrollo de su fórmula. El acuerdo preveía que, en cuanto los ensayos clínicos confirmaran la seguridad y efectividad de la fórmula, los Estados miembro recibirían 225 millones de dosis (con la posibilidad de reservar 180 millones de viales más). Según los acuerdos firmados hasta la fecha, a España le correspondían alrededor de 22,5 millones de dosis.

Curevac argumenta que su decisión de abandonar el desarrollo esta vacuna está respaldada por su compromiso con los fármacos de segunda generación. Según la empresa, ya están trabajando en una nueva y “prometedora” inmunización contra el coronavirus de la mano del gigante farmacéutico GSKG. Esta nueva fórmula, que aún está demostrando su validez en los laboratorios, está basada en la plataforma tecnológica más prometedora hasta la fecha: el ARN mensajero (la misma que utilizan Pfizer y Moderna).

El abandono de la vacuna también está motivado por la evolución de la pandemia. Este fármaco empezó a desarrollarse cuando apenas había un puñado de variantes. Ahora, en un mundo invadido por linajes cada vez más contagiosos, muchas de las vacunas experimentales desarrolladas hace un año han ‘perdido’ efectividad. La segunda fase de los estudios clínicos apuntaba a una eficacia del 48%.