La entrega de los premios honoríficos de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH), que este año reconocieron la labor de María Queralt Gorgas, Eva Negro y María Larrosa, puso el broche de oro, ayer, al 66 Congreso nacional de esta organización científica, celebrado en A Coruña (Chuac). Un encuentro que reunió, de forma presencial y virtual, a referentes españoles e internacionales, que durante cuatro días hicieron una “puesta en común” , y también “una apuesta de futuro”, por la excelencia de una especialidad clave para el funcionamiento de los hospitales y el sistema sanitario en su conjunto. “Los medicamentos más complejos, los que tienen mayor implicación de los profesionales, están en los hospitales, y que más de la mitad del dinero que se desembolsa en medicinas, a nivel nacional, pase por manos de la farmacia de estos centros, dice bastante”, reivindica la presidenta de la SEFH, Olga Delgado Sánchez, quien avanza en esta entrevista dos de los “principales retos” de la profesión: lograr una “integración plena” en todos los equipos clínicos y “hacerse visibles” a los pacientes. “Que igual que distinguen a su cirujano/a, su enfermera o a la persona que les limpia la habitación, puedan conocer también al farmacéutico que está detrás de su tratamiento”, subraya.

¿Qué temas han centrado el congreso de la SEFH?

El programa científico fue amplísimo, hubo mesas compartidas con las sociedades europea y americana de farmacia hospitalaria, en las que se aunaron objetivos internacionales para la especialidad. Por otro lado, se hizo mucho hincapié en la participación de los pacientes. No hablo solo de humanizar la asistencia sanitaria, sino de incorporarlos, también, en las decisiones terapéuticas.

¿Ponerlos, por así decirlo, en el centro del sistema?

Así es. Necesitamos pacientes cada vez más formados, que estén preparados para participar no solo en las reivindicaciones de su colectivo, sino también en decisiones terapéuticas. Pacientes que conozcan las estructuras sanitarias, que sepan con qué elementos juegan, cuál es su responsabilidad y, si están dispuestos a asumirla, que intervengan activamente.

La farmacia de los hospitales es la espina dorsal de esos centros sanitarios, un ‘árbol’ con ‘ramas’ que llegan a todos sus departamentos, sin embargo, su labor no es tan visible como las de otros compañeros.

Es cierto que a nivel social no se nos conoce tanto como a los compañeros que desarrollan su labor en las oficinas de farmacia, a pie de calle, o como al personal de otros servicios hospitalarios, pero nuestra labor es fundamental. Da cuenta de ello el que la mitad del presupuesto de medicamentos se gestione a través de los hospitales, y no hablamos solo de enfermos ingresados, sino de pacientes que son atendidos, de una u otra forma, en estos centros. Los medicamentos más complejos, los que tienen mayor implicación de los profesionales, están en los hospitales, y que más de la mitad del dinero que se desembolsa en medicinas, a nivel nacional, pase por manos de la farmacia hospitalaria, dice bastante.

¿Cuáles son las principales funciones del farmacéutico de hospital?

Cualquier procedimiento en el que se tenga en cuenta un medicamento, desde cómo se selecciona para comprarlo, cuál es el más adecuado para tener en el hospital, su adquisición y almacenamiento, la selección de los pacientes, la dispensación, el control de la adherencia de los tratamientos, etc. Detrás de todos y cada uno de estos procesos, hay un farmacéutico hospitalario. Y lo que nos gustaría, ahora, es poder llegar de manera presencial a todos los pacientes. Que igual que conocen a su cirujano, sus enfermeras o a la persona que les limpia la habitación, puedan conocer también al farmacéutico que está detrás de su tratamiento.

De nuevo, el reto de la visibilidad.

Sin duda, es uno de nuestros grandes objetivos. Entre el personal sanitario, la farmacia hospitalaria es un servicio muy conocido. Cualquier médico o enfermera de hospital sabe que existimos y cómo funcionamos. Pues bien, queremos que los pacientes tengan también acceso directo a su farmacéutico cuando están ingresados, que puedan consultarnos sus dudas o preguntarnos cualquier cuestión sobre sus tratamientos.

¿Cuál es su balance de la situación vivida por los profesionales de la farmacia hospitalaria durante la pandemia de COVID?

Con la perspectiva que da el paso del tiempo, creo que hubo dos situaciones que marcaron nuestra labor durante la emergencia sanitaria, y especialmente en la primera ola de la pandemia. La primera fue el desabastecimiento puntual de fármacos de uso habitual en las unidades de cuidados intensivos (UCI), como sedantes o relajantes musculares. Nunca nos habíamos encontrado con una falta de medicamentos tan básicos, y esta problemática hubo que gestionarla a nivel nacional.

¿Cómo se hizo?

La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), dependiente del Ministerio de Sanidad, intervino toda la producción de esas medicinas y empezó a hacer un reparto controlado en función de ciertos parámetros (población, número de pacientes afectados...). En los hospitales tuvimos que llevar a cabo funciones de gestión y control que hasta ese momento nunca habíamos realizado. Esto estrechó muchísimo la unión entre los distintos departamentos. Hubo una colaboración muy especial en los centros.

¿Qué otra coyuntura marcó su labor en lo peor de la emergencia sanitaria?

Garantizar que todos los pacientes externos recibiesen sus tratamientos sin tener que venir a recogerlos al hospital. Fue un reto muy importante, también, poner en marcha sistemas para enviar la medicación correctamente, de manera que no se viese afectada la adherencia a los tratamientos. No estamos hablando solo de despachar fármacos a domicilio, como si se tratase de cualquier otro material. En nuestros servicios, cada dispensación va acompañada de una consulta. Había que continuar dando esa atención a los pacientes, a través de medios no presenciales (telefónicamente o mediante videollamadas), pero sin que dejasen de sentirse acompañados. Nuestro objetivo era que estuviesen tranquilos y que viesen que sus tratamientos no les iban a faltar. Creo que lo logramos, con la colaboración, muchas veces también, de los compañeros de las oficinas de farmacia a pie de calle.

¿Ese tipo de consulta no presencial ha venido para quedarse?

Creo que se va a mantener, de hecho, se está trabajando en modificar las normativas para que así sea. Habrá que encontrar el momento, y el paciente concreto, para cada actuación.

¿A qué se refiere?

A que habrá momentos en que los pacientes precisen estar cerca de los profesionales para recibir un diagnóstico, resolver dudas o para cambios en los tratamientos, pero habrá otros de seguimiento y estabilidad, en los que quizás no sea tan necesaria esa presencialidad y se puedan hacer las cosas de otra forma. No será una decisión del sistema sanitario, serán las necesidades de los pacientes, en cada momento, las que vayan definiendo qué tipo de actuación puede ser la más adecuada. No obstante, que haya un marco normativo que permita y fomente que pueda hacerse así es muy positivo para todos.

Con el COVID a la baja y un pie en la llamada ‘nueva normalidad, ¿cuáles son los desafíos más inminentes de su especialidad?

El reto más importante para nosotros es, como ya dije, llegar a los pacientes, y también lograr una integración real en los equipos clínicos. Que cada uno de ellos pueda contar con un profesional farmacéutico experto en esa materia. Para participar de todas las especialidades, y en toda la atención a los pacientes, tenemos que crecer numéricamente, y en eso estamos. El número de farmacéuticos hospitalarios se ha incrementado, y ahora mismo no hay paro en nuestra profesión porque la demanda es muy alta.

¿Algo más?

Desde el punto de vista puramente asistencial, nuestro objetivo es estrechar la colaboración con otros niveles para mejorar la atención a los pacientes, con dispensación de fármacos o sin ella. Hacerles un seguimiento a largo plazo, no solamente puntual o en el momento en que los vemos.