El magma continúa circulando por las entrañas de La Palma. El alto número de terremotos que se volvió a registrar durante la jornada de ayer, 177 entre las 00.00 y las 20.31 horas, da una referencia de la cantidad de material que aún se encuentra en los canales lávicos que hay en el subsuelo de la Isla, después de que el pasado martes se produjera una notable disminución de los temblores. La última semana ha sido la más activa en este sentido puesto que las estaciones han detectado más de 1.170 seísmos, una cifra que supone el 23% de los ocurridos durante el proceso eruptivo que se inició el 11 de septiembre con los primeros temblores.

Los datos publicados por el Instituto Geográfico Nacional (IGN) resaltan que durante la jornada del miércoles los terremotos con magnitud mbLg de más de 3 grados superaron por primera vez a los inferiores a esta potencia, con dos de ellos de 4,8 que se produjeron a las 00.23 horas y a las 15.21 en profundidades superiores a los 20 kilómetros. Y es que hasta 26 de los 174 sismos registrados fueron sentidos por la población de la isla, de los que al menos dos tuvieron una intensidad IV-V. Esta última es calificada por la Escala de Intensidad Macrosísmica como “fuerte” al ser sentido por la mayoría de la población que se encuentra dentro de los edificios y por algunos que están en el exterior, además de provocar que los objetos colgados oscilen de manera considerable y se produzcan pequeños daños en edificios. El comité científico del Pevolca ya viene advirtiendo desde hace días la posibilidad de que se alcance la intensidad VI, que puede generar la caída de objetos al suelo y los animales domésticos se pueden asustar, así como originar posibles derrumbes en zonas de pendiente.

“Es importante y relevante decir que [la sismicidad] ha aumentado ligeramente”, declaró el director técnico del Pevolca, Miguel Ángel Morcuende, quien apuntó que ese incremento de la magnitud se había localizado “tanto a nivel intermedio como a nivel profundo”. Por su parte, la directora del IGN en Canarias, María José Blanco, señaló que no se había registrado “sismicidad superficial significativa”. Este último indicador predice la posible generación de una nueva boca fuera del edificio volcánico actual. Este escenario ya ha sido calificado por los científicos como poco probable en anteriores ocasiones.

Morcuende reseñó en rueda de prensa que, pese a este incremento de los movimientos de tierra, el proceso eruptivo deja noticias positivas. Una de ellas es que todas las coladas se encuentran prácticamente paradas desde hace ya 72 horas. Tanto la que se encuentra a 130 metros del mar entre las montañas de Todoque y La Laguna (número 7), la que está a las puertas de la iglesia de San Isidro de La Laguna (número 8) y la que se creó el pasado fin de semana al sur del cono volcánico (número 10), a unos 300 metros de la urbanización Corazoncillo; no han avanzado ni han sepultado casas durante los últimos tres días.

Entonces, ¿adónde está yendo toda la lava que expulsan las cuatro fracturas del volcán? El director técnico del Pevolca respondió: “Fundamentalmente va por la 1, por la primigenia, y también por la 4 (situada en las proximidades del barrio de Todoque)”. Y agregó que el material volcánico que sale a la superficie se está encargando de “rellenar espacios que antes no había sido hollados”, destruyendo algunas viviendas, y “aumentando su altura”, con paredes que en determinados puntos superan los diez metros.

Otro de los datos positivos es la deformación del terreno después de que el pasado martes la estación de Jedey detectara un incremento de 10 centímetros. María José Blanco declaró que ya ayer se había “revertido casi en su totalidad”. Este abombamiento de la tierra apuntaba a un embolsamiento de material magmático bajo ese punto y, como recordó la científica antes de ayer, suponía un atisbo de una mayor fuente de lava. Los dos episodios anteriores en los que se había producido una elevación de la superficie habían supuesto el preámbulo de jornadas de destrucción por el crecimiento de las coladas.

Cañonazos contra volcanes

En 1935 se intentó aplacar la ira del volcán Mauna Loa, en Hawai, arrojando sobre sus coladas de lava unos misiles militares. Los resultados de este experimento han sido muy discutidos y poco fiables, sin embargo, bajo la desolación de un volcán, cualquier ayuda es poca. El último en sacar a la palestra esta idea ha sido presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo, quien, en una tertulia en Radio Faycán, se hizo eco de una posible opción para encauzar la lava del volcán: disparar bombas hacia el cono para abrir nuevas bocas. Aunque él mismo no tardó en advertir que esa posibilidad —propuesta por uno de los oyentes del programa— podría ser concebida como una “torpeza o disparate”, existen experiencias previas en las que se ha intentado aplacar la ira del volcán a base de bombas. Eso sí, siempre con resultados muy poco fiables. Aunque Curbelo ha reiterado en distintas ocasiones que sus palabras habían sido sacadas de contexto, la veda ya estaba abierta y muchos se preguntan desde entonces si de verdad es posible apagar un volcán a cañonazos. En La Palma, de momento, esta idea es inviable.