El pinar de La Palma era, hace apenas un mes y medio, un lugar repleto de vida. Entre la fauna que albergaba se encontraban varias especies de murciélagos, que hoy, sin embargo, han tenido que emigrar debido a la destrucción a la que el volcán ha sumido su hábitat. Las cinco especies de murciélagos que habitan en la isla —y especialmente las tres que lo hacen en los pinares— han volado hacia lugares más tranquilos de la isla, en los que evitar las continuas lluvias de cenizas y donde los alimentos disponibles sean mucho mayores.

Contenedor con ceniza en Los Llanos de Aridane. | // MIGUEL CALERO/EFE

Mientras que, en la primera semana tras la erupción, la vida nocturna seguía aferrada a su hogar, tras un mes con un volcán expulsando piroclastos, solo se ha podido identificar un ejemplar de murciélago en ese lúgubre pinar cubierto de ceniza. En el ecosistema más afectado de la isla por la erupción, solo queda un murciélago de Madeira (Pipistrellus maderensis), una especie “ubiquista” que ha demostrado ser “muy resiliente”. Así lo ha evidenciado durante esta crisis volcánica, pues aquellos ejemplares que no se han podido quedar en el pinar, se han desplazado hacia lugares más verdes y tranquilos, como las plataneras. A tan solo un kilómetro del volcán, entre los cultivos que aún resisten en pie, se encuentra una de las colonias de murciélagos de Madeira más prolijas de esta parte de la isla. “Es una especie muy abundante en la isla”, resalta Manuel Nogales, director del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC). “En los estanques encuentran mosquitos y larvas para comer”, reseña el investigador.

Un grupo de científicos del IPNA-CSIC y del área de medioambiente del Gobierno de Canarias ha acudido a escrutar el ecosistema a un kilómetro a la redonda desde el cono principal (y a unos 500 metros de las coladas) para conocer el estado de estos animales tras la erupción. Han ido con un aparato de ultrasonidos, que traduce las palabras de los murciélagos para hacerlas entendibles al oído humano. El objetivo de esta campaña, que se realizó durante dos días y dos noches la pasada semana, es conocer en qué situación se encuentra la fauna de la isla en el volcán. La idea es repetir la experiencia dentro de tres semanas.

En la zona de pinar también debería estar el murciélago rabudo (Tadarida teniotis), que sin embargo, “no hemos encontrado”. “Esta especie, transmite a una frecuencia audible” por lo que no es difícil de reconocer sin necesidad de aparataje externo, como explica Nogales. En un ambiente como el pinar, de hecho, lo normal hubiera sido encontrarlo “en todos los rincones”. Y sin embargo, se encuentra desaparecido. Para los investigadores “lo más probable es que se haya trasladado a zonas en las que se sienta más cómodo”.

Los murciélagos lo tienen muy difícil para sobrevivir entre continuas lluvias de ceniza y la falta de alimento. “En estos cambios de hábitat la precipitación de piroclastos ha sido clave”, remarca Nogales.