Durante la cumbre internacional del clima de Katowice (COP24), un ejecutivo de la petrolera Royal Dutch Shell desveló sin ningún rubor que su compañía había contribuido a redactar el Acuerdo del Clima de París. Concretamente su artículo 6, uno de los más polémicos, que regula los mercados de emisiones y permite a las industrias contaminantes comprar créditos de reducción de emisiones a terceros para no tener que reducirlas directamente. “Elaboramos una propuesta y muchos elementos de esa propuesta están reflejados en el acuerdo de París”, dijo entonces David Hone, asesor para el cambio climático de Shell, la novena compañía que más gases de efecto invernadero genera del mundo.

Cinco años después de la entrada en vigor del acuerdo parisino, Hone vuelve a sentarse entre los delegados de una cumbre del clima. En este caso, la COP26 de Glasgow (COP26), que acaba de entrar en su segunda semana de negociaciones. Forma parte del centenar de delegados de la Asociación Internacional de Compraventa de Emisiones (IETA, de sus siglas en inglés), una patronal de productores de combustibles fósiles que promueve “soluciones de mercado para el clima”. Sus representantes no están solos. De acuerdo con un análisis de la plataforma Global Witness, un total de 503 lobistas de los combustibles fósiles han sido aceptados como delegados en la cumbre escocesa auspiciada por Naciones Unidas.

“Se les ha abierto las puertas para seguir retrasando, distrayendo y desviando la atención de las acciones que necesitamos adoptar para hacer frente a la crisis climática”, afirma Global Witness. Puesto en perspectiva, el lobi de la industria tiene más delegados en Glasgow que cualquiera de los países participantes. Más incluso que Brasil (479) y Turquía (376), las naciones con más representantes en la cumbre. También superan a la suma de delegados de los ocho países más afectados por la emergencia climática, un grupo que incluye a Mozambique, Bahamas o Haití, o a la delegación oficial de la ONU que representa a los pueblos indígenas.

Vínculos con más de un centenar de compañías

Muchos de esos lobistas no ocultan su afiliación. Representan a más de un centenar de petroleras, compañías gasísticas o del carbón, según el informe. Y bien están integrados en las delegaciones nacionales o en alguno de los grupos empresariales que participan en el evento como observadores. En la representación rusa, por ejemplo, uno de cada ocho de sus más de 300 delegados tiene vínculos con la industria, según Global Witness. En total son 27 países los que incluyen a lobistas de los hidrocarburos.   

De acuerdo con la Convención Marco sobre el Cambio Climático de la ONU, solo los delegados estatales pueden negociar la redacción de los acuerdos climáticos, mientras el resto de participantes, desde las oenegés a las patronales, ejercen de observadores. Pero como reconoció David Hone hace tres años, el juego de los pasillos puede dar para mucho. “Estuve charlando con algunas delegaciones”, dijo entonces, “la posición europea no es muy distinta a la de Shell”.

Ese caballo de Troya amenaza también ahora con aguar los resultados de la cumbre por la ausencia de escrutinio a los conflictos de interés que arrastran centenares de sus delegados. “Los lobistas de los combustibles fósiles no deberían tener un asiento en las negociaciones sobre el clima”, afirma Global Witness. “Del mismo modo que se excluyó a los lobistas del tabaco de las conversaciones sobre salud pública, tenemos que sacar a estos contaminadores de las políticas climáticas”.