“Llevamos 20 años esperando, pero somos marineros y seguiremos remando”, asegura Rosa Neira, la madre de la joven gallega Déborah Fernández, cuyo cadáver fue localizado en un cuneta de O Rosal en 2002. Neira fue una de las treinta personas que acudieron ayer por la mañana a la Comisaría de Vigo para la recogida de muestras de ADN por agentes de la policía científica, un cribado ordenado por el Juzgado de Instrucción número 2 de Tui. A su salida, acompañada de su hija Rosa, reclamó la necesidad de que se agilicen los tiempos en el análisis de las pruebas, a pocos meses de que prescriba el caso (mayo del próximo año).

La madre de Déborah lamentó la lentitud con la que se están resolviendo tanto las diligencias como los resultados de los estudios biológicos realizados a partir de la exhumación del cadáver de Déborah, que todavía no han sido notificados. Rosa Neira reconoció que todo este proceso, que se inició hace casi 20 años, con un archivo judicial de por medio y una reapertura a finales de 2019, “es agotador”.

También el abogado de la familia, Ramón Amoedo, se mostró muy preocupado con la lentitud de todo el procedimiento y explicó que esta nueva diligencia puede servir para por lo menos “descartar a otras personas para que se cierre el círculo sobre el principal sospechoso”. Amoedo recalcó la necesidad de que estas nuevas muestras se cotejen con los restos biológicos localizados tras las reciente exhumación del cuerpo, así como con las muestras del pelo y de la cuerda hallados junto al cadáver y no con los restos introducidos post mortem en el cuerpo de la víctima.