Decía la escritora, profesora y filósofa francesa Simone de Beauvoir (París, 1908-1986) que “nos negamos a reconocernos en el viejo que seremos”, y a esta cita recurre el prestigioso gerontólogo Javier Yanguas, doctor en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid y director científico del Programa de Mayores de la Fundación “la Caixa”, para describir la “paradójica” postura de la sociedad española ante el aumento de la esperanza de vida y los desafíos que se plantean en este escenario. “Todos vamos a pasar por la vejez, por eso tenemos que dar a esa fase de la vida la misma importancia que a la niñez, la juventud o la edad adulta. Sin embargo, se tiende a ver esa etapa como el tiempo de descuento del partido, quitándole valor”, advierte.

Galicia es la comunidad más envejecida de España, y se calcula que en 2035 uno de cada tres gallegos superará los 65 años. Esta realidad genera una serie de retos que, insiste el director científico del Programa de Mayores de la Fundación “la Caixa”, urgen un “debate social” sobre “cómo queremos cuidar y ser cuidados”. “Construir una infraestructura social, redes de apoyo, y sensibilizar a la población ante la soledad y ante las necesidades de los mayores”, asegura, son “cuestiones clave”. Pero insta a ir más allá: “La vejez se ha centrado mucho en el hacer y poco en el ser, pese a que los recursos personales son fundamentales para no dejar a los individuos al albur”.

Yanguas compartió estas y otras muchas reflexiones con los asistentes a la jornada Envejecer con sentido: perspectiva ética, organizada esta semana por la Asociación de Familiares de enfermos de Alzhéimer y otras demencias de A Coruña (Afaco) y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), en colaboración con la Diputación coruñesa. En el encuentro participaron, también, Juan Sanmartín, médico internista y experto en cuidados al final de la vida; Mª Jesús Goikoetxea, doctora en Derechos Humanos y licenciada en Psicología y Teología por la Universidad de Deusto; y Elena Viqueira, directora técnica de Afaco. Entre todos, trataron de “buscar nuevas ideas” que “inviten a reflexionar” y que permitan “cuidar mejor” de las personas mayores. “De las que viven solas, que son muchas; de las que están institucionalizadas en residencias; de las que acuden a los centros día... de todas. Trazar una hoja de ruta para conseguir envejecer bien, como nos gustaría que nos atendiesen a nosotros en un futuro, algo que parece sencillo pero no lo es”, apunta Elena Viqueira, quien insta a las administraciones a “escuchar a los profesionales que llevan años trabajando” en la atención a las personas mayores, para “buscar soluciones” a la actual situación. “Dejarse aconsejar por los expertos es la base”, recalca la directora técnica de Afaco, quien reivindica también, en este sentido, la “personalización de los cuidados”. “Hay que adaptar la intervención a la persona, no a la inversa, y para eso hacen falta recursos”, subraya.

Recursos demanda también, con vehemencia, el doctor Juan Sanmartín, quien urge abordar, entre otras cuestiones, “la accesibilidad a los cuidados paliativos” de los ciudadanos que precisan ese tipo de asistencia. “Existe un déficit en la provisión de cuidados que requiere una solución inminente, en los próximos tres o cinco años”, avisa el experto, quien hace hincapié en que “si no hay plazas en residencias públicas para dar esos cuidados, habrá que crearlas”. “Si la población envejece, y las situaciones de dependencia se han incrementado muchísimo, ¿cómo podemos tener unidades de Cuidados paliativos infradotadas?”, cuestiona.

Mª Jesús Goikoetxea, por su parte, invita a “cambiar de mirada” para “descubrir nuevas capacidades” de las personas mayores, y “hacer posible que aunque tengan una demencia u otra discapacidad y necesiten muchos apoyos”, puedan “vivir bien”. Un “buen trato” que, incide, ha de “garantizar los derechos” sin olvidar “la biografía de cada persona”. La participación de las familias es “primordial” en este sentido, por eso insta a “abrir las residencias”. “Que los horarios de las visitas sean muy restringidos o que todas las actividades se desarrollen de puertas para adentro desvincula a los usuarios de su entorno comprometido”, sostiene.

Javier Yanguas, doctor en Psicología por la Autónoma de Madrid y director científico del Programa de Mayores de La Caixa: “Una sociedad sana es aquella que cuida a los mayores, y en eso tenemos un amplio margen de mejora”

“Todos vamos a pasar por la vejez (de no hacerlo, la alternativa es muy mala) y, por eso, tenemos que dar a esa fase de la vida la misma importancia que a la niñez, la juventud o la edad adulta. Sin embargo, se tiende a ver esa etapa como el tiempo de descuento del partido, quitándole valor”. Javier Yanguas, doctor en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid y director científico del Programa de Mayores de la Fundación “la Caixa”, urge “una conversación ciudadana” sobre “cómo queremos cuidar y ser cuidados”, pero está convencido de que ese debate público se dilata en el tiempo porque “el género humano rehuye hablar de la vulnerabilidad, la enfermedad, la finitud...”. “Son cosas que asustan, pero debemos hacerlo porque nuestra sociedad se basa en un pacto entre generaciones”, apunta el experto, quien reivindica que “una sociedad sana es aquella que cuida a los mayores” aunque, asegura, “en eso tenemos un amplio margen de mejora”.

Insiste Yanguas en que la vejez es un periodo “cada vez más heterogéneo, más diverso, del ciclo vital”, y en que “no hay una vejez, sino muchas distintas”. En su último libro, titulado Pasos hacia una nueva vejez, “dibuja y conceptualiza” algunos de los retos que plantea esta situación. “Cambiar la idea que tenemos del envejecimiento, la necesidad de dar sentido a la vida en la vejez, los cuidados, el pacto intergeneracional, la soledad...”., refiere.

La soledad centró buena parte de su intervención en la jornada de Afaco, aunque lo hizo desde un prisma “más complejo” al que estamos habituados. “Se tiende a decir que la soledad es la disonancia entre las expectativas de un individuo sobre sus relaciones y lo que realmente tiene, pero hay que ir más allá. Una parte de la soledad es esa evaluación que nosotros hacemos, pero también tiene que ver con aspectos emocionales, de necesidades sociales no cubiertas, con percepciones personales...”, apunta el director científico del Programa de Mayores de la Fundación “la Caixa”, quien también dedicó buena parte de su ponencia a “desmontar estereotipos” sobre la soledad —“no es solo cosa de mujeres mayores que viven solas; también de hombres, de jóvenes, y se puede sentir uno solo aunque viva acompañado”— y a analizar la relación entre la soledad y la demencia. “El aislamiento social es un factor de riesgo modificable en las demencias”, subraya.

“En términos de relaciones sociales y soledad”, Yanguas considera que la pandemia de COVID ha demostrado que “hay que empoderar a los individuos para gestionar la soledad”. “La vejez se ha centrado mucho en el hacer y poco en el ser, pese a que los recursos personales son fundamentales para no dejar a los individuos al albur”, advierte el experto, quien asegura que “otro nivel de intervención esencial” es “incidir en la parte comunitaria”. “Construir una infraestructura social, redes de apoyo, y sensibilizar a la población ante la soledad y ante las necesidades de los mayores, son también cuestiones clave”, recalca.

“El buen trato implica garantizar los derechos y tener en cuenta la biografía de cada persona” | VÍCTOR ECHAVE

Elena Viqueira, directora técnica de Afaco y profesora asociada de la Facultad de Ciencias de la UDC: “El modelo de residencias está obsoleto y hay que cambiarlo, pero también dar apoyo a los mayores que viven solos”

Cuenta Elena Viqueira, directora técnica de Afaco, que cuando empezó a trabajar en esa entidad, hacia casi 20 años, en la mayoría de las familias de los usuarios “había un cuidador principal (normalmente una mujer), que se hacía cargo de la casa, los niños y los mayores”. A día de hoy, sin embargo, “esta figura ha dejado de existir, o se ha visto profundamente modificada”. “Ahora, o no hay cuidadores, o tienen cargas a nivel laboral o familiar que les impiden asumir esa labor como se hacía antes. En Afaco, de hecho, los picos para dar información son la Navidad y los meses de verano. Esto tiene su razón de ser, y es que los familiares, fundamentalmente hijos que viven fuera, vienen de vacaciones, ven la situación en la que se encuentran sus padres y tratan de encontrar soluciones rápidas porque se tienen que volver a ir”, apunta Viqueira, quien considera que, en este contexto, es preciso “buscar nuevas formas de intervenir, tanto en el ámbito de las residencias como con las personas que viven solas”. “A raíz de la pandemia de COVID, esta necesidad se ha hecho aún más patente. Urge repensar si realmente estábamos trabajando bien con relación a la atención de los mayores”, remarca.

“Llevábamos años diciendo que las proyecciones no son buenas —continúa la directora técnica de Afaco—, y ya no es que la situación nos vaya a desbordar. Es que lo está haciendo, y hay que buscar nuevas formas de atención. El modelo de residencias está obsoleto y tiene que cambiar. Y también hay que desarrollar estrategias para dar apoyo a las personas mayores que viven solas, que son muchas. Recientemente, nos presentaron un proyecto llevado a cabo en la Comunidad de Madrid, donde se reinventó un mercado en desuso para habilitar viviendas comunitarias, consistentes en estudios de 50 metros cuadrados, para una o dos personas, con una serie de servicios comunes. Quizás tengamos que ir hacia un modelo similar para mayores que viven solos, conservan su autonomía pero necesitan una supervisión, en el sentido de tener controlada su medicación, un facultativo disponible o poder acceder a un fisioterapeuta, un podólogo, etc.”, refiere.

Viqueira insta a las administraciones a “sentarse y escuchar a los profesionales que llevan años trabajando” en la atención a las personas mayores, para “buscar soluciones” a la actual situación. “Dejarse aconsejar por los expertos es la base”, recalca la directora técnica de Afaco, quien reivindica también, en este sentido, la “personalización de los cuidados”. “No hay que adaptar la persona a la intervención, hay que hacerlo a la inversa, y para eso se necesitan recursos”, reclama. Recuerda asimismo que, “muchas veces, hay un sentimiento de soledad, también, en personas que viven acompañadas”. “Esto demuestra que lo realmente importante es la red social de apoyo de cada persona. Generalizar es lo fácil a nivel de gestión, pero hay que entender que cada individuo tiene unas necesidades particulares, con independencia del ciclo vital en el que se encuentre”, destaca.

“El buen trato implica garantizar los derechos y tener en cuenta la biografía de cada persona” | VÍCTOR ECHAVE

Juan Sanmartín, médico internista, impulsor de la Hospitalización a domicilio y experto en Cuidados paliativos: “Existe un déficit en la provisión de cuidados que requiere una solución inminente, en el próximo lustro”

“Miramos para otro lado cuando todos vamos a envejecer con las mismas necesidades”. Sin pelos en la lengua, Juan Sanmartín, médico internista, máster en Gestión Sanitaria y experto en cuidados al final de la vida —estuvo al frente de la Unidad de Cuidados paliativos del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) durante 25 años, hasta su jubilación, hace un par de meses, y fue también uno de los iniciadores de la Hospitalización a domicilio (HADO) en el área coruñesa— considera “totalmente paradójico” que la sociedad celebre el aumento de la esperanza de vida y, sin embargo, no se esté dando respuesta a la principal consecuencia de ese logro, el envejecimiento poblacional, cuando, en el mejor de los casos, “todos nos vamos a ver en esa situación”. En este contexto, urge abordar, entre otras medidas, “la accesibilidad a los cuidados paliativos” de los ciudadanos que precisan ese tipo de asistencia.

“Si la población envejece, y las situaciones de dependencia se han incrementado muchísimo, ¿cómo podemos tener unidades de Cuidados paliativos infradotadas? Es como vender coches sin disponer de talleres mecánicos”, advierte este facultativo, quien insiste en que hacen falta recursos para atender “a los pacientes que están encamados o con deterioro cognitivo”, es decir, “grandes dependientes”. “La Administración tiene que hacerse cargo de los cuidados de estas personas, no es posible que la única ayuda con la que cuenten sea la que les proporciona un entorno en crisis económica o de salud, porque en muchos casos los cuidadores son familiares de primer grado, mujeres en su mayoría y muy añosas también, que suficiente tienen con arreglar su salud y sobrellevarse a sí mismas. La sociedad, en su conjunto, rehuye de un tema que urge una solución inminente, en los próximos tres o cinco años”, subraya.

El doctor Sanmartín incide en que “existe un déficit en la provisión de cuidados”, y lamenta que no se haya dado arreglo a esta problemática, que él mismo lleva denunciando “más de tres décadas”. “Hay quien puede ver la nueva situación demográfica con una perspectiva economicista. Como un negocio, en definitiva, cuando lo que requiere es una visión humanista y sociológica. Si tienes mucha población envejecida, se genera una gran necesidad de cuidados, pero no hay personas ni instituciones proveedoras de esos cuidados”, reitera. En este punto, sube el tono y avisa de que “estamos ante una emergencia para atender a pacientes que precisan acceder a una estructura de asistencia paliativa”, y hace hincapié, de nuevo, en que “si no hay plazas en residencias públicas para dar ese tipo de cuidados, habrá que crearlas”. “Llevo 35 años diciendo lo mismo, y la realidad ahora es incluso peor”, destaca este médico internista, quien lamenta que “a veces parezca que estamos en la sociedad del ‘sálvase quién pueda’”.

“El buen trato implica garantizar los derechos y tener en cuenta la biografía de cada persona” | VÍCTOR ECHAVE

Mª Jesús Goikoetxea, doctora en Derechos Humanos y licenciada en Psicología por la Universidad de Deusto: “El buen trato implica garantizar los derechos y tener en cuenta la biografía de cada persona”

“En cualquier etapa de la vida, esta tiene que tener sentido y significado. Urge un cambio de mirada que nos lleve a descubrir nuevas capacidades de las personas, para hacer posible que aunque tengan una demencia o cualquier otro tipo de discapacidad y necesiten muchos apoyos, puedan vivir bien”. Mª Jesús Goikoetxea, doctora en Derechos Humanos y licenciada en Psicología y Teología por la Universidad de Deusto, asegura que “hablar de buen trato” es “hablar de derechos” y “tener en cuenta la biografía de cada persona”. “Las personas con dependencia y sus familias tienen derecho a recibir apoyos para poder vivir con una calidad suficiente, sin sufrimiento y sin estar excluidos de la comunidad y del espacio social del que forman parte. Desde el punto de vista ético, esto es fundamental, pero no basta. Hay que contribuir, también, a que la biografía de esas personas no se interrumpa por el hecho de padecer una enfermedad. Aunque en el futuro yo pueda sufrir, por ejemplo, una demencia, seguiré siendo Marije Goikoetxea”, expone.

En este sentido, Goikoetxea reivindica “la participación” de las familias, “imprescindible también para el buen trato”. “A veces parece que se necesitan solo para apoyar los cuidados instrumentales, pero son quienes mejor conocen, también, a las personas que precisan esos apoyos: sus creencias, sus valores, sus hábitos, qué cosas les hacen felices o cuáles les agitan, etc.”, refiere la experta, quien considera que la tendencia a “reducir la salud de las personas a los indicadores biológicos objetivos” hace que, “pese a estar inmersos en una pandemia y habernos dado cuenta de que eso no es suficiente”, la sociedad en su conjunto continúe “sin mirar las relaciones de las personas y cómo se sienten, incluidas o no, en un grupo del que se fían”. “La experiencia de no tener un vínculo de confianza con nadie aumenta los cuadros de depresión, desconexión, demencia... y acabará incidiendo, también, en esos otros indicadores de la salud”, asegura.

Lamenta esta doctora en Derechos Humanos que, en ocasiones, los centros residenciales “desvinculen totalmente a las personas mayores” de ese entorno “realmente comprometido” con ellas. “Más allá de la situación derivada del COVID, el hecho de que los centros estén deslocalizados, que los horarios de las visitas sean muy restringidos o que todas las actividades se desarrollen de puertas para adentro, desvincula a los usuarios de su comunidad. Y esto puede llevar a que, incluso en un modelo social como el nuestro, que salvaguarda la protección de los derechos, las personas puedan sentir que nadie las estima”, apunta Goikoetxea, quien propone una serie de “prácticas muy concretas” para garantizar, también, ese “derecho a la estima”. “Abrir las residencias. Posibilitar, por ejemplo, que un nieto pueda visitar a su abuelo, si es necesario, a las diez de la noche cuando sale de trabajar. Poner recursos, en definitiva, para que esto se pueda dar”, concluye.