Una vocación a pruebas de virus y, sobre todo, el “deber moral” de echar una mano a sus compañeros de Atención Primaria, “desbordados” por el caudal de una sexta ola de la pandemia de SARS-CoV-2 que no da tregua, les han llevado a aparcar temporalmente sus planes de jubilados y a enfundarse de nuevo la bata blanca que desde hace más de un año —e incluso dos— guardaban en un cajón, para poner su “granito de arena” ante el imparable aumento de los nuevos contagios y las infecciones activas de COVID. Loreto Veira, Bernardo Velasco y Lis de la Vega son tres de los 19 médicos de familia, ya retirados, del área sanitaria de A Coruña y Cee que han aceptado la propuesta del Servizo Galego de Saúde (Sergas) para reincorporarse a la actividad asistencial, durante tres meses, haciendo el seguimiento telefónico y tramitando bajas de los pacientes con coronavirus que se recuperan en sus domicilios.

En toda Galicia son 86 los facultativos jubilados contratados por el Sergas para dar apoyo en la gestión de la emergencia sanitaria sin atención presencial a pacientes, y también se están reclutando enfermeras por si hiciesen falta, una medida criticada por colectivos profesionales como Enfermeiras eventuais en loita, que ven esa estrategia como “el mundo al revés” y lamentan que “mientras profesionales ya retirados laboralmente vuelven a los ambulatorios”, haya personal "eventual, en las listas del Sergas, en sus casas, sin trabajar y sin contrato en vigor”.

En toda Galicia son 86 los facultativos jubilados contratados por el Sergas para dar apoyo en la gestión de la emergencia sanitaria sin atención presencial a pacientes

Polémicas aparte, los doctores Veira, Velasco y De la Vega cuentan que su única motivación para haber vuelto al trabajo es “contribuir a descongestionar” el primer nivel asistencial, el más afectado por esta sexta ola de la pandemia, y coinciden en que en cuanto baje el número de infectados y disminuya la presión sobre los centros de salud, regresarán a sus casas sin esperar a que finalice el periodo comprometido con el Sergas. Los tres son veteranos frente al COVID, pues ya se enfrentaron a la infección causada por el SARS-CoV-2 en la primera ola de la emergencia sanitaria, estando aún en activo o ya jubilados como voluntarios (para dar también asistencia telefónica), y en esta nueva experiencia, que al igual que los pacientes afrontan “con mucha más tranquilidad”, cuentan, en general, con el respaldo de sus familias.

Médicos “vocacionales” y apasionados, como son, de su trabajo, concuerdan en que no tendrían inconveniente en volver a colaborar en otra hipotética ola de la pandemia, siempre y cuando sus circunstancias personales, y su estado salud, se lo permitiesen: “Si nos necesitan, aquí estamos”.

Bernardo Velasco, en el centro de salud de Labañou. CARLOS PARDELLAS

Bernardo Velasco | Se jubiló en agosto de 2020 y se ha incorporado como refuerzo en el centro de salud de Labañou

“Me ha sorprendido la sobrecarga de trabajo” 

Bernardo Velasco tiene 66 años y se jubiló en agosto de 2020, por tanto, estaba aún en activo en la primera ola de la pandemia de SARS-CoV-2, una etapa que vivió en el centro de salud de Abegondo, donde trabajaba, y que recuerda como “muy angustiosa”, puesto que “había un gran desconocimiento” sobre la enfermedad causada por ese coronavirus, y los profesionales sanitarios tampoco disponían de “tantos medios de protección adecuados”, de ahí que se presentasen ante los posibles positivos “con cierto temor”. “En aquel momento, en los centros de salud no tuvimos mucha carga asistencial, ya que la peor parte se la llevaron los hospitales, pero sí vimos a pacientes con sospecha de COVID, y esa incógnita nos alarmaba un poco más que actualmente”, reconoce el doctor Velasco, quien se acaba de incorporar al centro de salud de Labañou para reforzar el seguimiento telefónico de los infectados que se recuperan en sus domicilios, así como para ayudar en labores burocráticas, como la gestión de las bajas médicas motivadas por los contagios.

“Era conocedor, por compañeros que están en activo, de la gran sobrecarga a la que se estaban enfrentando, y como tengo mucho tiempo libre, no me importó venir a echarles una mano”, señala este facultativo, y aún puesto sobre aviso, admite que le ha sorprendido “el gran volumen de trabajo” al que han de hacer frente a diario. “Yo me comprometí a hacer cinco horas diarias, de lunes a viernes, y este jueves, sin ir más lejos, estuve seis horas y media porque en el tiempo pautado no me da tiempo a llamar a todos los pacientes que tengo en lista. Pese a esta sobrecarga que no esperaba, lo estoy llevando bien, pues entiendo que la situación se tendrá que normalizar en unos días”, confía.

Loreto Veira, en el centro de salud de la Casa del Mar. CARLOS PARDELLAS

Loreto Veira | Jubilada desde septiembre de 2019, ha regresado al centro de salud de la Casa del Mar

“Siempre que me necesiten y tenga salud, aquí estaré” 

Loreto Veira, a punto de cumplir 68 años, se jubiló en septiembre de 2019, seis meses antes de que el SARS-CoV-2 irrumpiese en nuestras vidas para cambiarlo todo. Hasta entonces, ejercía como médica de familia en el centro de salud de la Casa del Mar, a donde ahora ha regresado para echar una mano a sus colegas, que no dan abasto con el seguimiento de los pacientes COVID que se recuperan en sus domicilios y la tramitación de las bajas médicas motivadas por esa infección. Es veterana en estas lides, pues ya colaboró como voluntaria en esas labores al inicio de la emergencia sanitaria, y asegura que volverá a hacerlo “todas las veces sea preciso”. “Se lo he dicho tanto a mis compañeros, como a mis jefes cuando me llamaron. Siempre que pueda y tenga salud, aquí estaré”, resalta.

Cuenta la doctora Veira que, al inicio de la pandemia, como su retiro era reciente, se llegó a sentir “culpable” por no estar ahí. La oportunidad de participar como voluntaria en asistencia telefónica, durante esa primera ola, disipó esa sensación. “Comprendí que podía seguir siendo útil aún sin estar en atención directa al paciente”, comenta esta médica de familia, quien recuerda que, en aquel momento, sus compañeros “estaban súper agobiados”, y asegura que hoy continúan igual. “Atención Primaria está muy saturada y esta sexta ola está siendo tremenda. La cifra de positivos es altísima, y aunque afortunadamente la clínica que presenta la mayoría está siendo suave, es preciso atenderlos, darles instrucciones, gestionar bajas laborales... Hay mucha burocracia también en el día a día, y ahí es donde nosotros estamos interviniendo, descargando un poco a nuestros colegas. Así aportamos nuestro granito de arena”, refiere.

Lis de la Vega, en el centro de salud de Santa Cruz (Oleiros). CEDIDA

Lis de la Vega | Se jubiló en junio de 2020 y da apoyo al servicio de Betanzos desde el centro de salud de Santa Cruz (Oleiros)

“Estoy impresionada; no hay manos que lleguen”

Lis de la Vega tiene 66 años, se jubiló en junio de 2020 y esta semana se ha incorporado al centro de salud de Santa Cruz, en Oleiros, desde donde da apoyo telefónico al servicio de Betanzos. “Llevo el seguimiento telefónico de pacientes con COVID de los concellos de Betanzos, Irixoa, Aranga y Coirós”, especifica la doctora de la Vega, a quien la pandemia de SARS-CoV-2 cogió con un pie en el retiro, cuando estaba a punto de despedirse de sus compañeros del ambulatorio de Perillo. “Me iba a jubilar justo en marzo de 2020, quince días después de que empezase todo esto, y opté por quedarme hasta que mejorasen las cosas. Esa primera etapa fue terrible. Espeluznante. Había una gran desconocimiento sobre el coronavirus y la enfermedad que causa y la incertidumbre era total. Jamás imaginé verme en semejante situación al final de mi vida profesional”, subraya.

Pese a lo traumático de esa experiencia, esta médica de familia no ha dudado en volver a enfundarse la bata blanca para echar una mano a sus antiguos compañeros. “Tengo muchos amigos sanitarios, veía cómo estaban de agobiados y decidí aportar mi granito de arena porque están totalmente sobrepasados. La Atención Primaria ya estaba fatal, en cuanto a falta de personal, antes de que sucediese todo esto, y ahora no hay manos que lleguen. Yo estoy impresionada con el volumen de infectados que hay”, recalca, y detalla: “Llamas a un domicilio por un posible caso de COVID y a lo mejor ya te encuentras con que está la familia entera confinada porque son todos positivos”, destaca. No obstante, confía en que la situación no tarde en mejorar, y aunque en principio el Servizo Galego de Saúde (Sergas) los ha contratado por tres meses prorrogables, afirma que “en cuanto todo esto mejore”, se volverá a su casa sin esperar a que finalice ese periodo.