Dos días después de que las tropas rusas invadieran Ucrania, un yate palaciego de 70 metros de eslora partió desde el Port Vell de Barcelona en dirección a las costas de Montenegro, una república exyugoslava de nuevo cuño que no pertenece a la Unión Europea ni tiene tratado de extradición con Estados Unidos. El 'Galáctica Súper Nova' zarpó con bandera de las Islas Caimán, pero su verdadera lengua franca es el ruso, el idioma de Vagit Alekperov, su propietario y cuarto hombre más rico de Rusia, consejero delegado de la petrolera Lukoil y uno de los oligarcas más cercanos a Vladímir Putin. No en vano, aquel jueves negro para la historia europea, Alekperov participó en la reunión que el presidente ruso mantuvo con la élite empresarial de su país para informarles del inicio inminente de la ofensiva militar.

No está claro por qué el Galáctica abandonó Barcelona, pero su cambio de destino forma parte de la incipiente tendencia entre los lujosos juguetes acuáticos de los oligarcas rusos para buscar refugio en puertos de las Maldivas y Montenegro ante la batería de sanciones que la Unión Europea ha impuesto a personalidades del entono de Putin. Tanto a sus lugartenientes políticos, como a los barones de algunas industrias privatizadas tras el derrumbe de la Unión Soviética. En total, casi medio centenar de individuos de la élite clientelar del Kremlin. La misma que veranea en la Costa Azul y Marbella, educa a sus hijos en las mejores universidades privadas de Occidente y hace negocios desde sus palacetes cristal en Londres. 

Esa élite tiene más de la mitad de su fortuna aparcada en paraísos fiscales y territorios de baja tributación, según un reciente estudio de varios economistas. Pero sus miedos solo están parcialmente justificados, como demuestra que otros tres yates de magnates rusos sigan amarrados en Barcelona. Todos ellos en los muelles del MB92, el astillero donde se pone a punto a algunos de los superyates más grandes del mundo. Y es que las sanciones europeas solo llaman a congelar activos, un cometido que en España recae sobre el ministerio de Economía. “No se van a requisar bienes, sino a congelarlos para que no se pueda hacer nada con ellos”, aseguran fuentes del ministerio. 

Prohibido lucrarse con los activos congelados

Dicho de otra forma, técnicamente sus dueños podrán seguir disfrutando de sus mansiones, joyas y yates en territorio europeo, pero no podrán hacer ninguna transacción económica con ellas. Ni venderlas ni utilizarlas como aval ni cobrar dividendos de acciones y fondos. Y una vez se publique el reglamento europeo que acompaña a las sanciones, los llamados “sujetos obligados” en España (bancos, notarios, registradores o joyeros) tendrán que informar a la Dirección General del Tesoro de los activos identificados y cualquier transacción que trate de violar las sanciones

En ese sentido, el Gobierno ya ha movido ficha al pedir a los puertos de las Baleares que informen sobre los yates rusos amarrados en sus instalaciones, según adelantó el Diario de Mallorca. Algo que no ha sucedido de momento en el Puerto de Barcelona. “No hemos recibido ninguna notificación, pero de materializarse se tomarán las medidas oportunas”, asegura uno de sus portavoces.

Tres superyates rusos en Barcelona

Tres son los yates de la discordia amarrados en Barcelona. Ninguno tan grande como el 'My Solaris' de Roman Abramovich, el dueño del Chelsea y del gigante metalúrgico Evraz. Este martes estaba cubierto bajo una lona, que oculta sus 140 metros de eslora, sus 36 camarotes para invitados o el radar antimisiles que trepa por su puente de mando. Muy cerca tiene al ‘Aurora’, propiedad de Andrey Molchanov, un magnate de la construcción y del negocio inmobiliario que ha ocupado varios cargos públicos bajo el paraguas de Putin. El tercero es el ‘Valerie’ de Sergey Chemezov, un viejo amigo del autócrata ruso desde que ambos trabajaran para la KGB en la Alemania Oriental, ahora al frente del conglomerado público Rostec, una de las piezas clave del complejo militar-industrial ruso.

Ninguno de los tres magnates ha sido incluido en las sanciones europeas, de modo que nada debería impedirles zarpar hacia el Mediterráneo o el Caribe en cuanto se complete su puesta a punto, como suelen hacer en tiempos normales. Otra cosa es la suerte que podrían correr en otras jurisdicciones. El alcalde de Londres, Sadiq Khan, ha pedido que se expropien las propiedades inmobiliarias de los oligarcas en la capital británica, cuyo valor superaría los 1.000 millones de libras esterlinas, según Transparency Internacional. Por el momento, no es más que una propuesta.